Werwolf

"Sehen wir uns ins Gesicht. Wir sind Hyperboreer". Nietzsche

Wednesday, May 03, 2006

Hitler mi amigo de Juventud


TÍTULO DE LA OBRA ORIGINAL
“ADOLF HITLER, MEIN JUGEND FREUND”


TRADUCCIÓN DIRECTA DEL ALEMÁN POR MANUEL SCHOLZ


INTRODUCCIÓN

Después de la Primera Guerra Mundial, y como, consecuencia del tratado de paz que puso término a aquella, surgió, en Europa Central, un nuevo tipo de jefe político: el tribuno popular. Estos hombres, provenientes de los más diversos estratos sociales, que convirtieron en su lema la frase del semidiós griego: “¡No lo has llevado a cabo todo por ti mismo, oh, ardiente y santo corazón!”, llegaron a alcanzar las más altas cimas de la fama. El entusiasmo de las masas les rodea, y la propaganda les ensalza sin medida. ¡Que Dios se apia­de, empero, de aquellos que osan aventurarse en una guerra, y se permiten perderla! De acuerdo con la moral de nuestro tiempo, esto significa ser condenado a muerte y ser ahorcado por un tribunal que pretende defender el derecho de gentes, pero que, en realidad, no hace sino defender el derecho de los vencedores. O, si quieren escapar a este destino, deben elegir la muerte por su propia mano. El fin de Hitler y Mussolini es característico. Estos dos estadistas iniciaron la era de los tribunos populares, que más tarde habría de encontrar su continuación en un gran número de variaciones, en otros países y continentes.

Adolf Hitler se derrumbó entre el fragor v las tempestades de un crepúsculo de los dioses. Cuando se hubo dado muerte de un disparo en el refugio de la destrozada Cancillería, y la desgraciada segunda Guerra Mundial hubo terminado con la capitulación incon­dicional del Reich, su figura se convirtió, en un principio, en una caricatura histórica y humana. La “literatura confidencial” se apropió de ella. Desde los llamados “También-historiadores”, hasta los Psiquiatras, todos intentaron hacer su agosto de esta figura en forma de obras bien remuneradas. Aquellos que afirman ante el pueblo: ”no fue mía la culpa, sino suya”, pertenecen también a ellos, lo mismo que los realmente maltratados, los que a duras penas pudieron salvarse, y que le odiaron ya desde un principio. Y, sin embargo, un retrato claro de la naturaleza y de la obra de Adolf Hitler no podrá ser siquiera esbozado, en tanto no se cree para ello una premisa fundamental: el total conocimiento de todas las relaciones en la gran política y en la vida de Hitler. Y aún cuando ésta exista, la figura del canciller alemán seguirá todavía confusa en la historia, pues, en este aspecto, habrá de ser decisivo el punto de vista desde el que se considere. No hay que recordar sino la actitud de los historiadores europeos en relación con el emperador Federico II, o Wallenstein, y, ante todo, con Napoleón, Metternich y Bismarck en las distintas épocas.
Cabe alegrarse, ciertamente, de que la literatura “sensacionalista” y “confidencial” que se venga de la época nacionalsocialista vaya cediendo, cada vez más, el lugar a la ciencia histórica. Se conocen ya serios y nobles intentos para aportar las primeras piedras para un juicio objetivo de la época autoritaria de Alemania y de sus figuras responsables.
Esta obra pretende servir también al mismo propósito, ya que ofrece a los historiadores un importante material objetivo de la juventud de Hitler, para permitirles esbozar un estudio de conjunto sobre la naturaleza y la obra de este hombre.
Todos y cada uno pueden medir, en su propia existencia, cuán importante es la época de juventud para el ulterior desarrollo del hombre. El carácter, la actitud en relación con lo que le rodea, con la época y sus ideas, con la política, el arte y las ciencias, en resumen, todo el concepto del mundo, se absorben y captan en esta época de la vida. Para Hitler esto es válido en una medida especial, dado que, por razón de sus especiales inclinaciones, apenas si se han modificado aquéllas posteriormente.
Hay que hacer constar también en este lugar otra consideración: antes de que el último testigo de la juventud de Hitler deje para siempre la pluma de su mano, es preciso retener y conservar, para la posteridad, sus conocimientos sobre el tribuno popular alemán. August Kubizek, en la actualidad jefe de negociado en el municipio de Eferding, a sus sesenta y cuatro años, es, sin duda, el más importante de ellos, ya que fue amigo de Adolf Hitler. Y debemos destacar que no es un amigo más, tal como se les encuentra en la vida de todo hombre joven, sino el único amigo en aquella época en que Hitler acababa de salir de la escuela real en Linz, y trataba de encontrarse a sí mismo y a su porvenir. Lo mismo es válido, también, para los años de aprendizaje en Viena, hasta la repentina desaparición voluntaria de Hitler. Las declaraciones de Kubizek son, por tanto, de una importancia casi decisiva. Él es el único que está en situación de ofrecernos el cuadro del joven Hitler de modo concluyente, ya que no existe ninguna “fuente” mejor, ni podrá haberla, tampoco, en el futuro.
A ello se añade que el autor de este libro es músico por naturaleza e inclinación, al que tan sólo los avatares de la época arrojaron a la administración de una comunidad. La política no le interesaba entonces, ni sigue interesándole hoy día. Es por ello que sus manifestaciones se refieren solamente al aspecto humano y psicológico de Adolf Hitler. Y también cuando se refiere a los proyectos y pensamientos del amigo de su infancia -que más tarde han de resurgir, en efecto, en el programa político de Hitler, con lo que pone de manifiesto, de manera irrefutable, lo consecuente en la naturaleza del dictador alemán-, está muy por encima de la sospecha de servir a la especulación política. Es justamente esta falta de interés por la política la que concede a Kubizek la libertad interior para describir la vida de Hitler antes de su madurez, como hombre y amigo, y nada más que esto.
Cuando el 8 de Abril de 1938 ve Hitler de nuevo a “su Gustl” en Linz, y le ofrece espontáneamente su ayuda para que pueda consagrarse a la música, rechaza Kubizek esta propuesta por modestia, pues se cuenta entre aquellos que no buscaron jamás ninguna ventaja o provecho de su amistad con Hitler. Cuando más tarde, siguiendo una invitación del canciller alemán, acude a Bayreuth, lo hace solamente como continuación de la amistad sellada en la entrada de paseo del Teatro Municipal de Linz, ascendido ahora a la categoría de jefe de Estado. Las tentadoras ofertas de los editores para escribir sobre el canciller del Reich, hubo de rechazarlas Kubizek ya en aquel tiempo en que Hitler y Bormann no le habían recomendado aún la mayor reserva. Dado que algunos de sus recuerdos de Hitler estaban en contradicción con las declaraciones de éste en su obra polémica “Mi Lucha”, prefirió distanciarse de todo ello. Pero, cuando la estrella de su amigo empezó a declinar, el músico apolítico, que hasta entonces no había sido siquiera miembro del partido, decidió ingresar en el NSDAP: no para ceder su voto al régimen, sino por pura fidelidad al amigo. En una actitud tan llena de carácter e insobornable, no debe causar extrañeza el que el autor de esta obra se negara, también después de 1945, a publicar en la literatura “sensacionalista” los recuerdos de su juventud al lado de Hitler. Esperó hasta que se hubiera calmado el encrespado oleaje de la excitación política, hasta el que sigue reconociéndose como amigo de la infancia, por encima de toda política, para contribuir a una biografía histórica objetiva y carente de todo apasionamiento. Esto deben agradecérselo todos los círculos interesados -tanto los antiguos enemigos como los partidarios del Nacionalsocialismo-, pues, gracias a ello, podrá salir a la luz la figura del joven Hitler, yacente, hasta ahora, en la oscuridad.
La Editorial Leopold Stocker, a cuyos ruegos se escribió la presente obra, agradece desde aquí particularmente al autor, pues sabe cuán falsamente interpretada puede ser tal obra. El hecho de que el autor haya aceptado llevar a cabo esta penosa tarea, en beneficio de la ciencia histórica y de la verdad, es digno del mayor reconocimiento. El propósito de la editorial coincide con el de August Kubizek en todos sus aspectos. No aspira más que a una cosa: ¡prestar un servicio a la verdad!

LEOPOLD STOCKER
DECISIÓN Y JUSTIFICACIÓN


La decisión de recopilar mis recuerdos de infancia al lado de Adolf Hitler, me ha sido difícil; son grandes, pues, las probabilidades de no ser comprendido. Sin embargo, los dieciséis meses de cautiverio estadounidense a que tuve que someterme en el año 1945, a mis cincuenta y siete años, han quebrantado mi salud de por sí ya no muy fuerte; y es por ello que quiero aprovechar los días que me han sido todavía concedidos.
En los años de 1904 a 1908 viví yo al lado de Adolf Hitler como el único de sus amigos, primero en Linz, y después en Viena, donde compartimos la misma habitación. Aun cuando se trata de aquellos años de evolución y desarrollo, en los que va marcándose lentamente el sello de la personalidad de un hombre, poco es lo que se conoce de tan importante capítulo de la vida de Adolf Hitler, y este poco no es, además, siempre verdad. Al referirse a este período, el mismo Hitler se ha limitado siempre a algunas observaciones bastante fugaces. Es por ello que opino que estas páginas pueden contribuir a aclarar el cuadro que al presente se ha hecho de Adolf Hitler, sea cual sea el punto de vista desde el que se examine. El supremo principio que me guía, es: redactar estos recuerdos de infancia sin añadir, pero tampoco silenciar nada. No quiero decir más que lo que fue.
Por todo ello no me gustaría que esta obra fuera incluida entre la habitual literatura sensacionalista en torno a Hitler. He demorado la publicación de esta obra hasta ver disminuido el interés despertado por esta clase de literatura, y cuando cabe esperar que habrá de ser tomada en serio por los hombres conscientes y de pensar objetivo, al publicarse un libro sobre Adolf Hitler. Sería falso querer añadir a estos recuerdos y vivencias comunes de juventud, pensamientos y opiniones propios de los capítulos posteriores de la vida de Hitler. He procurado celosamente mantenerme alejado de estos peligros, y consignar mis recuerdos de aquellos tiempos de la misma manera como si Adolf Hitler, con el que tuve una amistad tan íntima, hubiera seguido siendo durante toda su vida un desconocido o hubiera caído en la Primera Guerra Mundial.
Comprendo perfectamente las enormes dificultades que se oponen a mi propósito de recordar y escribir sucesos y acontecimientos que se remontan a más de cuarenta años. Sin embargo, mi amistad con Adolf Hitler llevó marcada, ya desde un principio, la importancia de lo extraordinario, de forma que los detalles han quedado más firmemente grabados en mi recuerdo de lo que es usual en las relaciones más indiferentes. Por otra parte, me sentía también obligado al mayor agradecimiento hacia Adolf Hitler, por haber sido él quien pudo persuadir a mi padre de que mis inclinaciones y aptitudes musicales no me llamaban al taller, sino al Conservatorio. Este cambio, decisivo para el ulterior curso de mi vida, y que el joven Hitler, que entonces contaba sólo dieciocho años, consiguió imponer a pesar de las resistencias que me rodeaban, dio a mis ojos un superior realce a nuestra amistad. Es por ello, también, que su recuerdo ha quedado tan firmemente grabado en mi mente. Debo añadir, además, que yo, a Dios gracias, gozo de una excelente memoria, que, de todas formas, es eminentemente acústica. Para la redacción de esta obra han sido para mí una gran ayuda las cartas, tarjetas y dibujos recibidos de mi amigo, y, de otra parte, las anotaciones tomadas por mí mismo hace ya mucho tiempo.
Si nuestro pueblo quiere recuperar algún día la confianza en sí mismo, tan quebrantada en estos últimos tiempos, debe procurar superar este difícil y penoso capítulo de su historia, es decir sin ningún impulso desde el exterior. Esto no puede conseguirse, es cierto, por falsas “revelaciones” o juicios unilaterales, sino por la representación objetiva, justa y, en consecuencia, realmente convincente de los acontecimientos históricos. Y confío poder contribuir a ello en el modesto marco de esta obra.

Eferding, Agosto de 1953.

AUGUST KUBIZEK


Indice

I. Amigos de Juventud en Linz. Primer encuentro
http://wehrwolf-welsung.blogspot.com/2006/05/hitler-mi-amigo-de-juventud-i.html

II Extraña amistad
http://wehrwolf-welsung.blogspot.com/2006/05/hitler-mi-amigo-de-juventud-ii_04.html

III La Imagen del Joven Hitler
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IV La imagen de la Madre
http://wehrwolf-welsung.blogspot.com/2006/05/hitler-mi-amigo-de-juventud-iv.html

V Recuerdos del padre
http://wehrwolf-welsung.blogspot.com/2006/05/hitler-mi-amigo-de-juventud-v.html

VI LIquidación con la escuela
http://wehrwolf-welsung.blogspot.com/2006/05/hitler-mi-amigo-de-juventud-vi.html

VII Stefanie
http://wehrwolf-welsung.blogspot.com/2006/05/hitler-mi-amigo-de-juventud-vii.html

VIII Entusiasmo por Richard Wagner
http://wehrwolf-welsung.blogspot.com/2006/05/hitler-mi-amigo-de-juventud-viii.html

IX El Joven Nacionalista
http://wehrwolf-welsung.blogspot.com/2006/06/hitler-mi-amigo-de-juventud-ix.html

X Dibujar, Pintar, Construir
http://wehrwolf-welsung.blogspot.com/2006/06/hitler-mi-amigo-de-juventud-x.html

XI La Visión
http://wehrwolf-welsung.blogspot.com/2006/06/hitler-mi-amigo-de-juventud-xi.html


SEGUNDA PARTE : NUESTRA VIDA EN VIENA

XII Adolf parte para Viena
http://wehrwolf-welsung.blogspot.com/

XIII Muerte de la Madre
http://wehrwolf-welsung.blogspot.com/2006/09/hitler-mi-amigo-de-juventud-xiii.html

XIV “¡Ven Conmigo, Gustl!”
http://wehrwolf-welsung.blogspot.com/2006/10/hitler-mi-amigo-de-juventud-xiv.html

XV STUMPERGASSE 29

http://wehrwolf-welsung.blogspot.com/2006/10/hitler-mi-amigo-de-juventud-xv.html

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