Werwolf

"Sehen wir uns ins Gesicht. Wir sind Hyperboreer". Nietzsche

Tuesday, June 27, 2006

La Alemania de Hitler XII


XII La Hacienda Pública


Ni la política interior ni exterior a larga vista son posibles en un Estado cuya situación financiera no es sana o cuyo gobierno no dispone de los medios necesarios para atender sus obligaciones. El equilibrio en el presupuesto general, es una de las primeras condiciones para el gobierno seguro y estable de un Estado. De aquí se deduce la necesidad imperiosa de establecer una política financiera, aduanera y contributiva que, sin causar grandes dificultades a la importación y sin gravar demasiado al contribuyente, asegure una relación normal entre los ingresos y los gastos del Estado.


La Política Financiera Precedente

Bajo la república de Weimar, el gobierno trató de mejorar la situación del presupuesto por medio de nuevos impuestos, encontrándose bajo la presión de los enormes gastos para el auxilio de los obreros sin trabajo, que importaban al año más de 3.000 millones de marcos; en cambio, los ingresos anuales descendieron de 9.000 millones de marcos en el período 1928/31, a 7.800 millones de marcos en el de 1931/32 y a 6.650 millones en el de 1932/33. Bajo el gobierno Brüning en el período 1931/32, se dictaron más de 23 decretos de emergencia por los cuales se aumentaron los impuestos ya existentes y se establecieron otros nuevos, a pesar de que ya en 1931 existía un recargo del 45% en relación con los impuestos del año de 1925. La memoria ya citada de la Comisión especial asesora del Banco Internacional de Pagos de Basilea, de fecha 23 de Diciembre de 1931, no deja lugar a dudas sobre este punto. “Las cargas tributarias en Alemania son tan enormes que no es posible aumentarlas más”.
Para no gravar más el presupuesto del Estado fue necesario que el Reich cediera cada vez más funciones a los municipios y manocomunidades municipales, que a su vez encontraban nuevas dificultades por el creciente número de obreros parados. Muchos municipios tuvieron que declararse en quiebra y otros se vieron obligados a negociar todos los meses con sus bancos acreedores para obtener una prórroga de sus deudas a corto plazo, gravadas con intereses crecidos, ya que era imposible obtener créditos a largo plazo a un tipo de interés más módico. La deuda total de los municipios y mancomunidades municipales alemanas pasó de 6.542 millones de marcos en 1928 (de los cuales 2.570 millones de marcos a largo plazo, 551 millones a un plazo medio y 974 millones a corto plazo) a 11.295 millones en 1932 (de los cuales 5.326 millones de marcos a largo plazo, 1.121 millones a un plazo medio y 1.668 millones a corto plazo). El período de la coyuntura ficticia de 1927 a 1929, durante el cual Alemania recibió un gran número de préstamos extranjeros, resultó, en efecto, una coyuntura positiva para los ingresos del Estado; pero faltó sin embargo la perspicacia para darse cuenta de que en esto sólo se trataba de una situación engañosa y pasajera. Esta perspicacia no sólo faltó por parte del estado sino que toda la vida pública y privada del país vivió engañada durante este tiempo, viviendo por encima de sus posibilidades efectivas. Los elevados ingresos de este período se emplearon en continuos gastos sin acumular reservas para los años futuros; después, desprovistos de éstas y con un nivel de gastos muy elevado, quedaron indefensos ante la crisis mundial. Los informes del ex agente general de Reparaciones de Guerra, en Berlín, Parker Gilbert, son muy convincentes sobre este particular. Al retirarse los créditos en el año de 1930, se suprimía la base de esta ilusoria situación y al derrumbarse la economía, la hacienda pública tuvo que sufrir necesariamente un espantoso hundimiento sin evitar de sufrir la falta de ingresos por un lado y por otro el aumento de las cargas destinadas al auxilio a los obreros parados.
Este ruinoso estado de cosas tuvo como consecuencia la necesidad de reducir los gastos por doquier, o sea de establecer la deflación para no hacer caer al Estado en el caos de una bancarrota o en el de una nueva inflación. La deflación produjo una nueva agravación de la crisis, debido a que aceleró la reducción de los ingresos y la elevación del paro forzoso con todas las consecuencias que ello llevara consigo.
Esta política de deflación tenía que acabar por producir una fuerte conmoción financiera, aquella que caracterizó a los años de 1932/33 y que obligó a la adopción de una política diferente.


La Nueva Política Financiera

Como dijo el ministro de Hacienda del Reich, conde Schwerin von Krosigk, en una conferencia pronunciada en el Club Industrial de Düsseldorf, en aquel tiempo no se podía esperar un surgimiento de la economía mundial, ya que tanto las tendencias económicas como las políticas no permitían vislumbrar la posibilidad de que se suprimieran en poco tiempo las trabas existentes. Tampoco se podía esperar que en la economía alemana se despertaran las energías de regeneración propia, o sea lo que se llama automatismo, y pasara del estado de anquilosis al de una nueva vida. Esto era imposible en la práctica porque la crisis había ya corroído muy profundamente el sistema económico nacional y además porque bajo las condiciones específicas de Alemania faltaban en absoluto las fuerzas de saneamiento propio en forma de créditos o capital, de los que disponían otros países.
No quedaba en consecuencia más remedio que la intervención activa del Estado, ni más camino que el de hacer que el Estado pusiera en la brecha lo único que le restaba: su crédito.
Ya en la primavera de 1933 existían las condiciones previas indispensables para la realización de esta política de crédito: la económica, porque el obstáculo de toda posible reacción económica, es decir, las reparaciones, prácticamente había quedado eliminado desde el verano de 1932 y, además, porque la crisis había llegado a su nivel más bajo y parecía detenerse en él; la política, porque, con la toma del poder por Adolf Hitler, surgió la confianza en un gobierno central, fuerte, autoritario y con miras de larga trascendencia. Así, a partir de la primavera de 1933, se inició el ataque concéntrico contra el paro forzoso, por medio de un plan uniforme.
Las medidas inmediatas más importantes fueron las siguientes:
1º Recargo anticipado del presupuesto del Estado por la emisión de bonos para el trabajo; concesión de créditos en efectivo, cupones de bonificación de intereses, préstamos y concesiones especiales de rebaja de impuestos;
2º Exenciones generales de impuestos, reducción y facilidades para el pago de los mismos;
3º Conversión de las deudas municipales, reducción de intereses y ordenación de la economía crediticia;
4º Concesión de préstamos prematrimoniales y subsidios infantiles.


Los Programas Reinhardt

En el capítulo sobre la política social (véase “Lucha del Trabajo”) he tenido ocasión de hablar sobre las grandes leyes, del 1 de Junio y del 21 de Septiembre de 1933, referentes a la disminución del paro forzoso, que se conocen con el nombre de programas Reinhardt. Me limitaré sólo a recordar que pro los primeros párrafos de ambas leyes se dispone, para el fomento de trabajos públicos y privados, de unos 2.000 millones de marcos, en forma de préstamos, subvenciones y cupones de bonificación de intereses. La procuración de esos fondos se logró, en parte, mediante los donativos voluntarios para el fomento del trabajo nacional, pero sobre todo por medio del recargo anticipado del presupuesto nacional a plazo corto y a medio plazo.
A estos 2.000 millones hay que añadir los 900 que ya habían sido autorizados anteriormente por el programa Papen y el de ejecución inmediata. Otros 1.400 millones de marcos han afluido a la economía en los años de 1934/37, de modo que, en estos cuatro años, el Reich ha recibido como pago, en lugar de metálico, bonos sobre impuestos por un importe equivalente al total de la suma citada.
Si a esto añadimos los gastos adicionales, resulta un recargo anticipado del presupuesto de unos 4.500 millones de marcos que se ha evidenciado como absolutamente tolerable. Esta cantidad ha sido y será compensada mediante la correspondiente disminución en la partida del auxilio a los parados y en el aumento por el concepto de impuestos. (A esta enorme suma hay que añadir todavía unos 900 millones de marcos que la Oficina nacional del seguro contra el paro forzoso ha puesto a disposición para la adquisición de tierras, etc., desde el año de 1933, y otros 1.500 millones de marcos para los gastos desembolsados hasta entonces en la construcción de las autopistas y en los programas suplementarios de procuración de trabajo de los ferrocarriles y de los servicios de correos.)

El capítulo II de la ley para la disminución del paro forzoso de fecha 1 de Junio de 1933 trataba de la exención de impuestos para la compra de material de repuesto. Esta ley estimulaba a los empresarios a renovar el material industrial o agrícola hasta fines de 1934. En la declaración de ingresos, y con el fin de comparar los correspondientes impuestos a las utilidades corporativas e industriales, se autorizó a deducir los gastos originados por la compra o fabricación del material destinado a la renovación. El Reich podía arriesgarse sin ningún peligro al empleo de esta política contributiva aunque el aumento en las deducciones, que ocasionara la compra o fabricación, faltaría en los años siguientes. Se trata de una especie de préstamo contributivo que el Reich concedía a los contribuyentes en el ejercicio de los años de 1934 y 1935 como derecho a una mayor cuota de amortización y que el Estado recupera hoy por la inexistencia de aquella.
Esta medida, que ya de antemano tenía señalado un plazo, ha sido completada por la nueva ley sobre el impuesto sobre las rentas del 16 de Octubre de 1934. El suplemento determina que los desembolsos en las instalaciones industriales que tengan por objeto la inversión de capital y cuya duración normal de uso no pase de cinco años pueden ser deducidas totalmente de las ganancias en el año de su adquisición.
La concesión de estos préstamos ha conducido a resultados satisfactorios. Las máquinas se consideran como bienes económicos de capital fijo en la industria y en la agricultura. Por eso el movimiento de ventas en la industria de maquinaria se quintuplicó en el año de 1933, sobrepasando en más del doble el nivel de 1928, que fue el año de la coyuntura más elevada antes de la crisis mundial (véase el gráfico de la página 230).

Otro capítulo de la primera ley para la disminución del paro forzoso contiene una disposición que estimula la colocación de empleadas domésticas en casas particulares. Por leyes anteriores las empleadas domésticas estaban exentas del pago de la cuota del seguro contra el paro forzoso y se les había reducido considerablemente la cuota del seguro de invalidez. En lo sucesivo las empleadas domésticas quedan exentas de la cuota para el subsidio de los parados. Por otra parte, las familias que admitan una empleada de casa disfrutan de una rebaja en el impuesto de rentas por equipararse en este sentido la empleada a un niño menor de edad. Esta medida ha sido incorporada más tarde a la nueva ley sobre el impuesto de rentas, de modo tal que el contribuyente puede deducir del importe total de sus ingresos 50 marcos mensuales por cada doméstica.
El resultado de estas facilidades ha sido un aumento considerable de la demanda de empleadas de casa y, por consiguiente, una descongestión del mercado del trabajo y una disminución de los subsidios para los parados. Actualmente existe ya escasez de empleadas domésticas.
Como medida de carácter permanente de la ley del 1 de Junio de 1933 recordaremos también la concesión de préstamos prematrimoniales, que ya se ha tratado en los capítulos de la política demográfica y social y que ha experimentado diferentes ampliaciones por otras órdenes sobre la concesión de subsidios infantiles.
Según un cómputo de la Oficina de Estadística del Reich, hasta el comienzo del año de 1933, se habían contraído 300.000 matrimonios menos que los que podían esperarse teniendo en cuanta el número de personas que en condiciones normales pudieron haber contraído matrimonio. Esto había que atribuirlo sobre todo a la mala situación económica. En la mayoría de los casos existía el deseo de casarse, pero faltaban los medios para la fundación de un hogar modesto. Era necesario ayudar a resolver esta situación y, exceptuando las condiciones que hasta entonces se consideraban como normales para el matrimonio, estimular a las mujeres hacia el matrimonio poniéndolas en situación de dejar su puesto de trabajo o determinar su situación de paro forzoso.
Consecuencia de esta medida, creación personal del secretario de Estado Reinhardt, fue un considerable aumento de la cifra de natalicios. Como ya se ha dicho, se han concedido unos 960.000 préstamos prematrimoniales y han nacido unos 825.000 niños de los matrimonios que han recibido esta ayuda.
Los fondos para la concesión de tales préstamos se obtienen por medio de un aumento del impuesto sobre la renta de los solteros y los reingresos resultantes de los préstamos prematrimoniales se emplean en subsidios infantiles a las familias numerosas.
Además de las ayudas concedidas por una sola vez, desde Agosto de 1936 se han distribuido regularmente a los obreros y empleados con numerosa prole auxilios de 10 marcos por el tercero y cuarto hijo, 20 por el quinto y cada uno de los hijos sucesivos; para labradores y profesiones libres 10 marcos por el quinto y cada uno de los hijos sucesivos. En total se han subvencionado 2 millones y medio de niños.

En un capítulo de la segunda ley para la disminución del paro forzoso de 21 de Septiembre de 1933 se reduce a la mitad el impuesto sobre las rentas de la agricultura y otro disminuye el impuesto correspondiente a los bienes raíces.
Con esta reforma se ha logrado un aumento de la producción agrícola. Las cargas contributivas de la agricultura, que en el año de 1935 al 1936 eran de 460 millones de marcos, quedaron a unos 100 millones menos del nivel de la crisis de los años 1932/33 y han alcanzado así el nivel más bajo desde la guerra mundial. Esto es un desarrollo contributivo extraordinariamente favorable para la agricultura si se tiene en cuenta que el producto de las ventas ha subido de 1932 a 1935 de unos 2.400 millones de marcos. Las reducciones inmediatas, concedidas en los impuestos, han beneficiado considerablemente los precios de los productos agrícolas.
Una medida eficaz ha sido también la reducción de la tasa para el subsidio a los obreros parados que importa unos 400 millones de marcos y que condujo a un aumento del poder adquisitivo del obrero. Hay que mencionar, además, la exención de impuestos a las pequeñas viviendas y hogares propios, la abolición del impuesto sobre los vinos espumosos y aguas minerales, la rebaja del impuesto sobre las transacciones para el comercio interior y al por mayor, y del impuesto sobre los alquileres.


Otras Medidas Fiscales

El 15 de Julio de 1933 se promulgó una ley sobre rebaja de impuestos. Su disposición más importante consiste en una autorización ilimitada al ministro de Hacienda del Reich para eximir, total o parcialmente, por un período determinado por él, de los impuestos corrientes del Reich y de los Estados federales a aquellos fabricantes que empleen nuevos procedimientos de fabricación o produzcan materiales de nuevo tipo si esto es reconocido como de absoluta necesidad para la economía general de la nación. Esta autorización ya ha sido aplicada con amplitud y es de gran importancia para la realización del nuevo Plan cuadrienal; además, es un medio excelente para evitar el encarecimiento durante los primeros años del Plan. Otras medidas encaminadas a estimular el aumento inmediato de las demandas de mercancías y de servicios, o para favorecer un aumento del poder adquisitivo de las familias numerosas, están contenidas en las leyes relativas a la gran reforma fiscal del 16 de Octubre de 1934. Se trata con particularidad de una consideración mayor respecto a la situación de la familia en cuanto a la cédula personal y a los impuestos sobre la renta, fortuna y herencia.
Según estas leyes, el asalariado casado está completamente libre de impuestos sobre la renta: con 4 hijos y un sueldo mensual de hasta 260 marcos, con 5 hijos hasta 351 marcos mensuales, con 6 hijos hasta 793 marcos mensuales, con 7 hijos hasta 910 mensuales y con 8 hijos, etc., hasta 1.097 marcos mensuales. Además, los impuestos para las familias numerosas son muy bajos. Un padre con 6 hijos y un sueldo mensual de 800 marcos para solamente 1,04 marcos al mes por concepto de impuesto sobre la renta.
En la cédula personal antes no se consideraba la posición social de la familia; era simplemente un impuesto por cabeza. Desde el 1 de Enero de 1934 esta situación ha cambiado. Cuando aún no se había reformado la cédula personal, un obrero casado, con 4 hijos, un salario semanal de 50 marcos y con residencia en Berlín, tenía que pagar un impuesto anual de 42 marcos; el mismo obrero está ahora completamente exento de este impuesto. Por otra parte, el límite de exención se ha elevado considerablemente, de modo que el número de personas sujetas a la cédula personal se ha reducido mucho.
En el impuesto sobre la fortuna, el marido, la mujer y cada hijo menor son liberados con un capital que no pasa de 10.000 marcos por persona; por ejemplo: un matrimonio con 3 hijos y con 40.000 marcos de capital tenía que pagar, según la ley antigua, 200 marcos al año, a partir de 1936 ha quedado libre del impuesto sobre la fortuna.
En el impuesto sobre la herencia hay también límites de exención: 30.000 marcos por cada hijo y 10.000 por cada nieto. Antes del año 1935 el hijo que heredaba de su padre 25.000 marcos tenía que entregar una parte de la herencia al fisco. Hoy está libre de impuesto.
La mayor atención que se presta a la situación social de la familia y la concesión permanente de subsidios infantiles, significa el comienzo del equilibrio de las cargas familiares hasta que llegue el momento en que sea posible proceder a un equilibrio completo de aquellas mediante la creación de la “Caja Nacional de Compensación para Familias”.

En el capítulo dedicado a las comunicaciones trataré de las medidas fiscales encaminadas a impulsar la producción de vehículos de motor y sus industrias anexas en conexión con la construcción de las autopistas Adolf Hitler y con la “motorización”.
Pero antes de cerrar la sumaria enumeración de las disposiciones financieras del gobierno nacionalsocialista, creo conveniente hacer referencia a la política de saneamiento de la situación económica de los municipios.
Por la ley de la “conversión de la deuda municipal” del 21 de Septiembre de 1933 fue posible transformar las deudas a plazo corto y medio en deudas a largo plazo y liberar así a los municipios de intereses insostenibles. La ley autorizaba al municipio que tenía dificultades en el pago de sus deudas a corto plazo a ingresar como miembro en un sindicato de conversión. Los municipios podían ofrecer a sus acreedores para la conversión de las deudas obligaciones del sindicato al 4%, amortizables con un 3% anual a partir del 1 de Octubre de 1936 con un período mínimo de 20 años. En el caso en que el acreedor no aceptara esta proposición no podía reclamar su crédito incluso sus intereses, durante un término de 5 años. Si por acaso el sindicato suspendiera el pago de intereses, el Reich intervendría y deduciría sus anticipos de las participaciones de los Estados federales en los impuestos. El sindicato de conversión fue instituido en el Banco de Prusia. El importe total de las deudas a corto plazo sujetas a la conversión fue calculado en unos 2.000 millones de marcos.
Hablan de una manera elocuente del resultado favorable de esta operación las cifras siguientes: en 1939 la deuda total de los municipios importaba 11.295 millones de marcos, de los cuales 5.326 millones eran de deudas interiores a largo plazo y 2.789 millones a plazo corto o medio; actualmente, de 10.987 millones, 7.461 millones a largo plazo y sólo 435 millones a plazo corto o medio.
Al mismo tiempo los gastos hechos para mitigar la crisis no están soportados, como ocurría anteriormente, por el Reich y por los municipios en la proporción de 80% el primero y 20% los segundos, sino que quedan a cargo por entero de la Oficina de colocación obrera y seguro contra el paro forzoso. Esto significa un alivio importante para los municipios. Por último, se dispuso una limitación fija en las cargas de los municipios respecto a los desembolsos por concepto de Asistencia pública. De esta manera se facilita a los ayuntamientos el cálculo bien definido de su presupuesto: el importe es menor que los desembolsos hechos hasta ahora.
Otro paso importante hacia el saneamiento del presupuesto municipal ha sido la reforma de la contribución predial, que es, en esencia, una medida preparatoria para la reforma fiscal del Reich.
Las contribuciones prediales e industriales antes eran impuestos de los Estados federales y los municipios y mancomunidades municipales podían imponer recargos suplementarios. Este sistema contributivo no tenía base legislativa uniforme. La reglamentación estaba regida por medio de 16 diferentes leyes federales. En virtud de 4 ordenanzas, publicadas el 1 de Diciembre de 1936, se unificaron las contribuciones prediales para todo el territorio del Reich. La contribución predial e industrial ha dejado de ser de la competencia de los Estados federales, y se ha convertido única y exclusivamente en un impuesto municipal que debe constituir la principal fuente de ingresos para los ayuntamientos. Estas disposiciones tienden a la realización del gran fin, según el cual, en el futuro, no deben existir más impuestos que los del Reich y de los municipios.
Esta transmisión de las contribuciones de los Estados federados a los municipios, ha hecho necesaria una nueva distribución de las cargas y funciones entre los Estados federales, mancomunidades municipales y ayuntamientos. Se han establecido normas según las cuales se atribuyen a los municipios, con carácter uniforme para todo el Reich, aquellas funciones que pueden soportar gracias a la elevación de sus ingresos contributivos y que corresponden a la esfera de acción propia de ellos.


Resultados y Situación Actual

La disminución del paro forzoso era la condición previa más inmediata no sólo para el saneamiento de la situación económica y social de Alemania, sino también para su hacienda. Gracias pues a la disminución de los sin trabajo se redujo progresivamente la necesidad de asistirlos. Como ya hemos visto, la reducción del paro se logró estimulando el aumento de la producción, que a su vez ha tenido como consecuencia un aumento de los puestos de trabajo y, por ende, de las transacciones comerciales y de las rentas. El aumento por concepto de ventas y de los ingresos en general, debía traer consigo el alza automática de la entrada de impuestos y contribuciones.
La disminución del paro produjo una baja en los egresos públicos y un alza en los ingresos y, naturalmente, una mejora importante de la hacienda pública.

Año
Ingresos del Reich
Superávit frente al año 1932/33

(miles de millares de marcos)



1933/34
6,85
0,20
1934/35
8,22
1,57
1935/36
9,65
3,00
1936/37
11,49
4,82
1937/38
13,96
7,31

Como se ve, ¡los ingresos del Reich pasaron del doble durante los últimos cinco años!
Las disposiciones para la procuración de trabajo han producido valores económicos de carácter permanente y han aumentado la capacidad de rendimiento de la economía alemana; los valores ya existentes se han renovado, mejorado y consolidado. Al mismo tiempo se ha creado una base segura para las condiciones materiales en la reorganización de la defensa nacional.

“No faltan personas —decía, el año pasado en Munich, el secretario de Estado Fritz Reinhardt— que preguntan de dónde sacamos tanto dinero para invertirlo en las grandes construcciones, en la reorganización de la defensa nacional y en tantas otras cosas. En esencia se puede responder lo siguiente: los fondos provienen en gran parte del equilibrado presupuesto ordinario, en parte de impuestos especiales, como, por ejemplo, los relativos a las vías de comunicación, particularmente a la construcción de las autopistas (ingresos por impuestos sobre vehículos de motor y sobre transportes, derechos de aduana sobre combustibles líquidos y lubrificantes), y, en parte, del recargo anticipado del presupuesto nacional en forma de deudas a corto o medio plazo, o bien, por empréstitos nacionales a largo plazo.
Los ingresos contributivos del Reich alcanzarán en el ejercicio del año corriente unos 14.000 millones de marcos. Estos ingresos, no obstante las circunstancias extraordinariamente favorables, no bastan para cubrir por completo las necesidades financieras del Reich, que en estos últimos años son considerables. Del superávit que el Reich obtiene de los ingresos contributivos, una parte es necesaria para cubrir los déficits de los años anteriores, otra para cubrir los cargos resultantes de las distintas disposiciones para la creación de trabajo y otra, por último, para el pago de intereses y amortización de los empréstitos emitidos en los años anteriores. Mientras el superávit, por impuestos contributivos, restante del equilibrado presupuesto ordinario, no baste para cubrir las extraordinarias necesidades financieras, las deudas del Reich, a corto o medio plazo, serán convertidas en empréstitos a largo plazo. Con esta operación se conseguirá disponer de los medios que habían de destinarse a cubrir las deudas a corto o medio plazo y dedicarlos a las grandes obras de la política nacional. La suma de los empréstitos hasta ahora emitidos aún se puede calificar de pequeña, si se compara con el volumen y la capacidad contributiva de la economía alemana.
El servicio de intereses y la amortización de los empréstitos ya emitidos y de los que hayan de emitirse están totalmente asegurados gracias al ingreso aumentado de los impuestos del Reich.
El presupuesto nacional se encuentra en equilibrio y ha de mantenerse en este estado bajo cualquier clase de circunstancias.
Incluso una revista londinense, hostil al régimen actual, reconocía en un artículo sobre la nueva Alemania, publicado en Febrero de este año, que la situación financiada del Tercer Reich no se halla amenazada como muchos lo creen en el extranjero. “Es cierto —dice la revista inglesa— que en circunstancias normales la existencia de una deuda flotante de cerca de 16.000 millones representaría un «potencial de inflación» muy peligroso. Al primer indicio de una alteración financiera o política, los billetes de banco en posesión de particulares o de los bancos serían descontados por el Reichsbank y la circulación se aumentaría al doble o al triple. Pero este peligro se puede considerar hoy como eliminado en Alemania. Los medios de control del Estado «totalitario» son tan completos y potentes que el gobierno tiene en su mano la posibilidad de sofocar en su origen un peligro semejante. Podría rehusar fácilmente el descuento y con ello transformar el papel moneda en una especie de empréstito permanente.
Precisamente, por las mismas razones —añade la revista— es equivocado creer que Alemania pronto se verá obligada por motivos financieros a reducir sus gastos de rearme. Lo mismo que el Reichsbank, gracias a su dominio dictatorial en el mercado monetario y de capitales, puede impedir una inflación repentina, puede también asegurar la continua emisión de billetes con el fin de cancelar el déficit del presupuesto del Estado.”
Esto es tanto más cierto cuanto que los gastos extraordinarios para el rearme se van acercando a su fin y la política financiera alemana se ha esforzado, y aún se esfuerza por medio del ahorro, en llevar al presupuesto ordinario los gastos hechos al crédito durante el período de creación de trabajo y de rearme. Esto asegura para el porvenir la posibilidad de ordenar nuevos trabajos que, de otra manera, no podrían garantizarse.
En su discurso, ya citado, el ministro de Hacienda del Reich, Schwerin von Krosigk, decía: “Hay que lograr que en lo sucesivo se puedan cubrir de un presupuesto ordinario bien equilibrado no sólo los gastos de necesidad vital sino también los ordinarios que requiere el armamento. Para ello debemos estar dispuestos a todos los sacrificios.”

El pasado presidente del Reichsbank, Dr. Schacht, en la asamblea general del Banco alemán de emisión, del 12 de Marzo de 1938, pronunció unas palabras tranquilizadoras sobre la situación financiera de Alemania. Entre otras cosas dijo que no es ningún secreto el que junto a las deudas del Reich, a largo plazo, hayan aumentado en los últimos años las deudas a corto plazo y que hasta ahora no se hayan cubierto totalmente ni se han consolidado. Sin embargo, no hay que olvidar que frente al aumento de las deudas del Reich existe una disminución de las privadas de modo que se trata menos de un aumento de las deudas generales de Alemania que de una transferencia de éstas del sector privado al público. Si no intervinieran los motivos políticos, sino sólo los financieros, no habría motivo alguno para temer la publicación del estado financiero alemán. Los críticos extranjeros se asombrarían de ver cuán poco peligrosa aparece la situación financiera teniendo en cuenta el conjunto de los resultados obtenidos. Los límites de la deuda pública no se han descuidado hasta ahora ni se descuidarán en el porvenir. El Reichsbank en todo momento se da perfecta cuenta de que el camino financiero hasta ahora seguido no es ilimitado.
La consolidación de la situación económica permite hoy, en el terreno de las órdenes impartidas por el Estado, prescindir del método de la intervención financiera por medio de letras de cambio especiales y en su lugar aportar los medios necesarios, siempre que estos no procedan del presupuesto ordinario, gracias a la emisión de bonos del Tesoro y empréstitos en el mercado de capitales. Mientras se haya de realizar el pago en bonos del Tesoro, habrá de hacerse éste en tal escala que a su vencimiento pueda ser consolidado sin inconveniente alguno. Por la realización de estas medidas se garantiza la estabilidad del sistema monetario y de la hacienda pública alemana y se asegura y amplía hasta el presente.
La mayor moderación en los gastos y la buena administración en el empleo de los fondos públicos así como su centralización son ahora, lo mismo que antes, un deber ineludible. La capacidad de rendimiento del mercado monetario y financiero debe emplearse sobre todo para las necesidades normales del Reich y para la consolidación o amortización de las deudas a corto plazo.
Moderación en los gastos, tal es la consigna que el Dr. Schacht no se cansara de repetir. Su revista Der deutsche Volkswirt (El Economista Alemán) no ha titubeado en esbozar hace poco tiempo un cuadro real de esta necesidad.

Sin cesar se acumulan los difíciles trabajos que Alemania tiene aun que ejecutar: recuperar el tiempo que ha perdido mientras que las demás naciones se han entregado al rearme; conquistar, mediante grandes esfuerzos, su independencia en el terreno de la alimentación; aprovisionamiento debido, a la falta de colonias, de materias primas de vital necesidad por medio del segundo Plan cuadrienal. Se sobreentiende que todo esto requiere trabajo, materias primas, divisas, capital. Si la mano de obra parecía en cierta manera inagotable, en la actualidad está totalmente ocupada. El aparato crediticio ha sido puesto a contribución por el sistema de las deudas a corto plazo. A fines de Julio el Reich tenía 7.000 millones de marcos en circulación, lo cual no había ocurrido hasta ahora desde la inflación. En cuanto a la existencia de materias primas y de divisas había hasta hace poco si no de sobra por lo menos lo suficiente para satisfacer las necesidades; en el presente no es posible contar con reservas de importancia. En los últimos cuatro años el tiempo no nos ha favorecido en el empeño de conquistar nuestra independencia alimenticia. Considerables cantidades de divisas han tenido que ser invertidas en productos alimenticios para el consumo de la nación.
El ordenamiento de los problemas según su importancia es indiscutible. Ante todo un pueblo quiere vivir. Por lo tanto hay que alimentarlo. Quiere vivir libre. Para ello debe encontrarse en condiciones de poder defenderse. Para defenderse, tiene que estar armado y, además, debe asegurarse determinadas fuentes de reserva. A su vez estas reservas le son necesarias para completar su alimentación y su defensa. Sin embargo, el concepto “completar” no debe considerarse desde un punto de vista estrictamente imprescindible de la economía general. El segundo Plan cuadrienal está destinado a realizar este último fin. Todo lo demás está sujeto a este orden de problemas: los gastos de administración y representación del Estado, el satisfacer las necesidades de menor importancia.
Si el curso hasta ahora seguido en la reconstrucción nacional, económicamente hablando, ha obligado a invertir las reservas en materias primas y trabajo, esto significa que el consumo normal supera en efecto a la producción. Si las circunstancias permanecen invariables, el aprovisionamiento sólo se puede asegurar en el orden deseado, mediante una organización conveniente. Las medidas hasta ahora tomadas y las que se tomen en lo sucesivo, impuestas por el progresivo aumento de las dificultades entre los problemas presentes y futuros, tienden a eliminar aquellas exigencias que no sean de necesidad inmediata. Tanto el trabajo como las materias primas se han de dedicar únicamente a la realización de los problemas más urgentes. Si surgiera una situación indeseable entre la circulación monetaria y las mercancías para el consumo, los gastos del Estado y con ello la circulación monetaria deben ser suprimidos para todos aquellos fines que no sean de necesidad vital.

No se pueden expresar de una manera más clara las normas en la moderación de los gastos públicos. Esta política es particularmente necesaria para realizar los grandes fines que se han impuesto a la Alemania de hoy.
“Un verdadero estadista —decía Federico el Grande— debe ser económico y generoso, es decir, económico para poder ser generoso”.

Hitler mi amigo de juventud XI


LA VISIÓN

¡Fue el instante más impresionante vivido al lado de mi amigo! Su recuerdo ha quedado grabado en mí de manera tan indeleble que incluso los detalles secundarios, como el traje que llevaba Adolf en aquella tarde, el tiempo que hacía entonces, se me aparecen tan vivamente como si aquella vivencia estuviera fuera de todo tiempo. Que esta escena quedara grabada en mí de forma tan imborrable, se debe quizá también a la circunstancia de que nunca hasta entonces había vivido yo de manera tan inmediata como entonces el cielo estrellado a la medianoche. La ciudad misma, con sus propias aun cuando escasas luces, hace invisibles las estrellas del cielo durante la noche. Tan sólo en medio de la soledad, en las alturas del Freinberg, se apareció bruscamente sobre mí como creada por vez primera, toda la maravilla del firmamento y el hálito de lo eterno me conmovió tan intensamente como jamás lo hiciera. Es cierto que yo había tenido ocasión de contemplar a menudo el cielo estrellado. Pero, como suele suceder entre las personas jóvenes y sensibles, un instante de peculiar intensidad, la coincidencia de extraordinarias circunstancias nos parece convertir esta imagen, indiferente hasta entonces, en una señal, con la que Dios se dirige directamente a nosotros.
Lo que más fuertemente ha quedado grabado en mi memoria al recordar mi juvenil amistad con Adolf Hitler, no son sus discursos, ni tampoco sus ideas políticas, sino aquella escena nocturna en el Freinberg. Con ello se había decidido, de manera definitiva, su destino. Es cierto que exteriormente se mantenía en su proyectada carrera artística, sin duda por consideración a su madre; pues para éste se aparecía ciertamente como un objetivo mucho más concreto cuando decía que sería pintor artístico que si hubiera dicho: seré político. Sin embargo, la decisión de seguir por este camino tuvo lugar en esta hora solitaria en las alturas que rodean la ciudad de Linz. Tal vez no sea la palabra “decisión” la más adecuada; pues no fue una decisión voluntaria, tomada por sí mismo, sino más bien una visión del camino a seguir, que estaba completamente fuera del alcance de su voluntad.
Abajo estaba Adolf, con su abrigo negro, el sombrero oscuro hundido sobre la frente. ¡Un atardecer frío, poco acogedor de Noviembre, en el que anochecía temprano!
Adolf me hizo una seña, con impaciencia, desde la calle. Yo estaba en aquellos momentos despojándome del polvo y suciedad del taller, para cambiarme para ir al teatro. Esta noche se representaba “Rienzi”. No habíamos visto todavía esta ópera de Richard Wagner, lo que nos tenía en una gran tensión. Para asegurarnos las columnas de las localidades de paseo debíamos estar muy temprano en el teatro. El silbido de Adolf, repitiéndose enérgicamente, me incitaba a apresurarme.
Adolf había hablado ya varias veces de esta ópera. Richard Wagner empezó su composición en 1838, en Dresden, y la prosiguió durante su estancia en las provincias bálticas. Es interesante el hecho de que justamente entonces, cuando acababa de conocer el Norte, le ocupara un tema de la Roma medieval. Acabó el “Rienzi” en París, y dos años más tarde fue representado en Dresden por primera vez, lo que cimentó la fama de Richard Wagner como compositor de óperas, aun cuando en esta obra no encontró todavía su forma de expresión peculiar. “Rienzi” se halla en un momento de transición. Después de esta ópera, Wagner regresó al Norte, y encontró su verdadera expresión artística en el mundo de la mitología germánica. “Rienzi”, aun cuando se desarrolla en el año 1847, está impregnada del aliento y ritmo de aquella revolución que seis años más tarde habría de abatirse sobre suelo alemán, y que afectó también intensamente el destino personal de Wagner. “Rienzi” es la gran confrontación con las ideas del año 1848.
La música de la ópera “Rienzi”, estudiada por mí a la vista de una selección para piano, es aún muy melódica y accesible en comparación con las posteriores obras de Wagner. La numerosa orquesta con la totalidad de los instrumentos de metal y de percusión da a la ópera un aire pomposo, tal y como corresponde a la concentrada acción. La juvenil alegría compositora del maestro celebra verdaderos triunfos en la genial ascensión del conjunto, en la revolucionaria impetuosidad y en la brillante intervención de la orquesta. A ello se une la arrebatadora acción, que desde un principio nos fascinó.
Ahí estábamos nosotros en el teatro y presenciábamos cómo el pueblo de Roma era subyugado por la altiva y cínica nobleza; los hombres son obligados por ésta a la servidumbre, las mujeres y doncellas son deshonradas y ultrajadas por los altivos nobles. Entonces surge en Cola Rienzi, un hombre sencillo y desconocido, el liberador del torturado pueblo. Claramente suena su voz:

“Pero si oís la llamada de la trompeta
resonando en su prolongado sonido,
despertad entonces, acudid todos aquí:
¡Yo anuncio la libertad a los hijos de Roma!”

En un audaz golpe de mano libera Rienzi a Roma de la tiranía de los nobles y hace jurar sus leyes al pueblo. Adriano, aunque procedente del más noble linaje de los Colonna, que guía a los nobles, se une a Rienzi. Sin embargo, quiere saber la verdad, por lo que pregunta al nuevo dictador:

“¡Rienzi, escucha! ¿Qué te propones?
Te veo poderoso. Dinos:
¿Para qué utilizas la fuerza?”

Temblando de excitación esperábamos la respuesta de Rienzi a esta pregunta trascendental:

“Sea, pues: ¡A Roma haré yo grande y libre!
Sólo las leyes pretendo yo crear,
¡para el pueblo lo mismo que para el noble!”

¡Qué palabras: como pronunciadas para nosotros!
Incluso los nobles prestan reverencia a Rienzi. Su victoria es total. Roma se encuentra en sus manos. Proyectos trascendentales ocupan su mente. Las masas liberales le expresan su júbilo. Uno de entre ellos anuncia al pueblo, y anuncia también a los conmovidos espectadores:

“Él nos ha convertido en un pueblo,
por ello, escuchadme, asentid conmigo.
¡Sea éste su pueblo y él su Rey!”

Rienzi rechaza la designación “Rey”. Cuando los hombres del pueblo le preguntan cómo deben nombrarle en su cargo, alude él a los grandes modelos del pasado. También sus palabras parecían apelar directamente a nuestro corazón:

“...pero si me elelgís a mí para vuestro protector
el justo, que comprende al pueblo,
volved la mirada a vuestros antepasados:
¡Y llamadme vuestro tribuno popular!”

Las masas contestan entusiasmadas:

“¡Salve, Rienzi! ¡Salve tú, tribuno popular!”

“¡Tribuno popular!” Esta palabra se grabó en nosotros de manera inolvidable. Una conjuración está en ciernes. Stefano Colonna, el padre de Adriano, va a la cabeza de los que quieren eliminar al tribuno. Colonna no se deja influir por el júbilo de las masas. Temblando de indignación escuchamos sus acusaciones:

“¡es el ídolo de este pueblo,
al que ha hechizado con sus engaños!”

Adriano, situado entre su padre y Rienzi, a cuya hermana Irene ama ardientemente, descubre la conjura. Los nobles son arrestados. Sin embargo, Rienzi hace prevalecer la misericordia antes que la justicia. Abusando de su bondad, tratan los nobles de incitar a las masas contra Rienzi. Los mismos hombres que otrora aclamaron al tribuno, no tardan en gritar:
“¡Ahí está el traidor, a quien servimos,
que ofrendó a su soberbia nuestra sangre,
y nos precipita a la perdición!
¡Ay, venguémonos en él!”


Con un escalofrío vemos cómo los fieles abandonan a Rienzi. La Iglesia promulga la excomunión contra su persona.

“...me abandona también el pueblo,
a quien yo hice digno de este nombre,
me abandonan todos los amigos, que la suerte
me hizo conocer...”

En medio de una conjura instigada por los nobles debe ser asesinado Rienzi. Una vez caído Rienzi, las masas se hundirán de nuevo en la servidumbre:

“¿El populacho? ¡Bah!
Rienzi es quien hizo de ellos caballeros,
¡quitadle a Rienzi, y será lo mismo que era antes!”

Pero la caída del tribuno popular debe venir de las mismas filas de sus partidarios. Rienzi se siente perdido cuando ve que sus fieles le abandonan. El Capitolio y la casa de Rienzi son incendiados por sus mismos leales. Oímos el grito:

“¡Venid! ¡Venid! ¡Venid a nosotros!
¡Traed piedras y antorchas!
¡Está maldito, está excomulgado!”

Desde el balcón de su casa pretende Rienzi hablar una vez más a las masas excitadas, que intentan lapidarle. ¡Cómo nos conmueven sus palabras!:

“—¡Pensad! ¿Quién os hizo grandes y libres?
¿No os acordáis ya del júbilo,
con el que entonces me acogisteis,
cuando os di la paz y la libertad?”
¿Y la respuesta? Nadie le escucha ya. Adriano, que a pesar de su amor por Irene se ha convertido en el jefe del indignado populacho, se lanza contra la casa en llamas. Aterrado, ve Rienzi cómo la traición de entre sus mismas filas sella su caída, y antes de que las llamas hagan presa en él maldice al pueblo por el que vivió y combatió.

¿Cómo? ¿Es ésta Roma?
¡Miserables! ¡Indignos de este hombre,
el último romano os maldice!
¡Maldita, destruida sea esta ciudad!
¡Cae y púdrete, Roma!
¡Así lo quiere tu pueblo degenerado!”

Conmovidos presenciamos la caída de Rienzi. En silencio abandonamos los dos el teatro. Era ya medianoche. Pero mi amigo caminaba por las calles, serio y encerrado en sí mismo, las manos profundamente hundidas en los bolsillos del abrigo, hacia las afueras de la ciudad.
Aun cuando, por lo general, después de una emoción artística como la que acababa de agitarle, solía empezar a hablar inmediatamente y juzgar agudamente la representación para liberarse a sí mismo de las opresoras impresiones, después de ésta de Rienzi guardó silencio durante largo tiempo. Esto me asombró. Le pregunté su parecer sobre la obra. Adolf me miró extrañado, casi con hostilidad.
—¡Calla! — me gritó hoscamente.
Era una sombría y desapacible noche de Noviembre. La húmeda y helada niebla se extendía densa sobre las estrechas y desiertas callejuelas. Nuestros pasos resonaban extrañamente sobre el adoquinado. Adolf tomó un camino que pasaba por delante de las pequeñas casitas de los arrabales de la ciudad, aplastadas casi sobre el terreno, y que lleva hasta las alturas del Freinberg. Ensimismado, mi amigo caminaba delante de mí. Todo esto me parecía casi inquietante. Adolf estaba más pálido que de costumbre. El cuello del abrigo levantado reforzaba aún más esta impresión.
El camino seguía por entre diminutos y míseros jardines y pequeños prados. La niebla quedaba atrás. Como una masa pesada y hosca gravitaba sobre la ciudad y sustraía las casas de los hombres a nuestras miradas.
—¿Adónde quieres ir? — quise preguntar a mi amigo. Pero su delgado y pálido rostro parecía tan distante, que contuve la pregunta.
No había ya nadie a nuestro alrededor. La ciudad estaba sumida en la niebla.
Como impulsado por un poder invisible, Adolf ascendió hasta la cumbre del Freinberg. Y ahora pude ver que no estábamos en la soledad y la oscuridad; pues sobre nuestras cabezas brillaban las estrellas.
Adolf estaba frente a mí. Tomó mis dos manos y las sostuvo firmemente. Era éste un gesto que no había conocido hasta entonces en él. En la presión de sus manos pude darme cuenta de lo profundo de su emoción. Sus ojos resplandecían de excitación. Las palabras no salían con la fluidez acostumbrada de su boca, sino que sonaban rudas y roncas. En su voz pude percibir cuán profundamente le había afectado esta vivencia.
Lentamente fue expresando lo que le oprimía. Las palabras fluyeron más fácilmente. Nunca hasta entonces, ni tampoco después, oí hablar a Adolf Hitler como en esta hora, en la que estábamos tan solos bajo las estrellas, como si fuéramos las únicas criaturas de este mundo.
Me es imposible reproducir exactamente las palabras que me dijo mi amigo en esta hora.
En estos momentos me llamó la atención algo extraordinario, que no había observado jamás en él, cuando me hablaba lleno de excitación: parecía como si fuera otro Yo el que hablara por su boca, que le conmoviera a él mismo tanto como a mí. Pero no era, como suele decirse, que un orador es arrastrado por sus propias palabras. ¡Por el contrario! Tenía más bien la sensación como si él mismo viviera con asombro, con emoción incluso, lo que con fuerza elemental surgía de su interior. No me atrevo a ofrecer ningún juicio sobre esta observación. Pero era como un estado de éxtasis, un estado de total arrobamiento, en el que lo que había vivido en “Rienzi”, sin citar directamente este ejemplo y modelo, lo situaba en una genial escena, más adecuada a él, aun cuando en modo alguno como una simple copia del “Rienzi”. Lo más probable es que la impresión recibida de esta obra no fuera más que el impulso externo que le hubiera obligado a hablar. Como el agua embalsada que rompe los diques que la contie nen salían ahora las palabras de su interior. En imágenes geniales, arrebatadoras, desarrolló ante mí su futuro y el de su pueblo.
Hasta entonces había estado yo convencido de que mi amigo quería llegar a ser artista, pintor, para más exactitud, o tal vez tal vez también maestro de obras o arquitecto. Pero en esta hora no se habló ya más de ello. Se trataba de algo mucho más elevado para él, pero que yo no podía acabar de comprender. Por ello fue mucho mayor mi asombro, porque pensaba que la carrera del artista era para él la meta más alta y anhelada. Ahora, sin embargo, hablaba de una misión, que recibiría un día del pueblo, para liberarlo de su servidumbre y llevarlo hasta las alturas de la libertad.
Un joven completamente desconocido todavía para los hombres habló para mí en aquella hora extraordinaria, Habló de una especial misión que algún día le sería confiada. Yo, el único que le escuchaba en esta hora, no entendía apenas lo que quería decir con todo ello. Habrían de pasar muchos años antes de comprender lo que esta hora vivida bajo las estrellas y alejado de todo lo terreno había significado para mi amigo.
El silencio siguió a sus palabras.
Descendimos de nuevo hacia la ciudad. De las torres llegó hasta nosotros la hora tercera de la mañana.
Nos separamos delante de nuestra casa. Adolf me estrechó la mano en señal de despedida. Vi, asombrado, que no se dirigía en dirección a la ciudad, camino de su casa, sino de nuevo hacia la montaña.
—¿Adónde quieres ir? — le pregunté, asombrado.
Brevemente replicó:
—¡Quiero estar solo!
Le seguí aún largo tiempo con la mirada, mientras él, envuelto en su oscuro abrigo, descendía solo las calles nocturnas y desiertas.
Durante los días que siguieron y también en las próximas semanas Adolf no volvió jamás a hablarme de esta hora vivida en el Freinberg. En un principio me sentí asombrado por ello y no podía realmente explicarme esta extraña conducta; me era imposible creer que hubiera podido olvidar esta extraordinaria visión. Como pude comprobar treinta y tres años más tarde, no la olvidó jamás en su vida. Pero guardó silencio, pues quería conservar esta hora para sí solo. Comprendí y respeté su pensamiento. Después de todo, ésta había sido su hora, no la mía. Yo no había jugado en ella más que el modesto papel de un amigo adicto y fiel.
Cuando en el año 1939, poco antes de que estallara la guerra, visité por vez primera Bayreuth como invitado del canciller del Reich, creí dar una alegría a mi amigo, si le recordaba lo sucedido en aquella hora en el silencio de la noche en lo alto del Freinberg. Así, pues, referí a Adolf Hitler lo que de ello había quedado grabado en mi recuerdo, porque suponía que la ingente plenitud de impresiones y recuerdos que en el curso de estos decenios se habrían concentrado sobre él habrían desplazado por entero aquella del muchacho de diecisiete años. Pero ya a las primeras palabras pude comprender que se acordaba todavía exactamente de aquella hora, y que sus detalles se habían conservado fielmente en su recuerdo. No cabía la menor duda de que le causó una especial alegría ver confirmados sus propios recuerdos por mi relato. Yo estaba también presente, cuando Adolf Hitler refirió a la señora Wagner, en cuya casa habíamos sido invitados, la escena que había tenido lugar después de la representación del “Rienzi” en Linz. Así, pues, yo vi confirmados mis propios recuerdos de manera inequívoca. De manera inolvidable han quedado también grabadas en mí las palabras con que Hitler concluyó su relato a la señora Wagner. Dijo, gravemente:
—En aquella hora empezó.

Wednesday, June 21, 2006

Hitler mi amigo de juventud X


DIBUJAR, PINTAR, CONSTRUIR

Poco tiempo después de nuestro primer encuentro sabía yo lo siguiente: este hombre había dedicado su vida entera al arte. Lo que le ocupaba de manera tan apremiante, tendía a su expresión artística; hablar sólo de ello, era demasiado poco. Durante mucho tiempo no pude descubrir yo en qué consistían, en realidad, sus disposiciones artísticas.
Entonces, cuando le conocí en el teatro municipal, me pareció que se había consagrado a la música lo mismo que yo, pues hablaba con asombrosa seguridad sobre cuestiones musicales. En secreto —así pensaba yo— es posible que se dedique quizá a la composición. Pero, más tarde, cuando me leyó por primera vez poesías escritas por él, modifiqué mi opinión, pues hasta entonces no había conocido yo a nadie que escribiera poesías. Yo mismo estaba muy alejado de tales ensayos. Tanto más tras trascendente se me aparecía, en consecuencia, este arte. Por desgracia, en tanto yo puedo saber, ninguna de estas poesías ha sido conservada. Recuerdo solamente que la impresión que estos versos, leídos con ardiente entusiasmo, hicieron sobre mí, fue enorme, y que este arte me impuso de manera extraordinaria. Yo no tenía apenas un juicio propio para estas cosas. Después de todo, yo no era más que un tapicero y tenía otras cosas en la cabeza que escribir poesías. Sospecho que estas poesías no serían más que las torpes rimas de un muchacho, y que estos poéticos versos no tenían, en realidad, una mayor trascendencia.
Mientras yo estaba todavía indeciso, de si debía incluir a mi amigo entre los músicos importantes o entre los futuros poetas, me sorprendió su afirmación de que quería ser pintor artístico.
Recordé al instante haberle visto a menudo dibujando en su casa, pero también cuando estaba en camino conmigo. En el curso de nuestra amistad, sin embargo, tuve ocasión de conocer varios de sus trabajos. Como tapicero que ha aprendido su oficio, debía hacer yo a veces, también, algunos dibujos. Esto me ocasionaba siempre grandes dificultades. Tanto más asombrado me sentí, al ver la facilidad con que estas cosas salían de la mano de mi amigo. Doquiera que nos detuviéramos siempre llevaba consigo los más diversos papeles. De su bolsillo sacaba un lápiz. La idea, ¡esto era siempre lo más difícil para mí! Para él era, justamente, lo contrario. Por decirlo así, la idea estaba ya hecha aun antes de que empuñara el lápiz. Con rápidos trazos aparecía sobre el papel lo que él quería representar. Lo que no podía exponer con suficiente elocuencia con sus palabras, lo continuaba el lápiz. Había cierto encanto en estos primeros y fugaces trazos. Me admiraba mucho cuando del laberinto de líneas cruzadas y confluyentes se destacaba una imagen determinada. La realización misma le procuraba mucho menos alegría.
Cuando le visité por primera vez en su estudio, vi por todas partes esbozos, dibujos y proyectos. “El nuevo Teatro Nacional” se leía en uno, o el “Hotel alpino en el Lichterberg”. Me parecía haber entrado en el despacho de una empresa dedicada a la construcción. Cuando más tarde le vi trabajar en el tablero de dibujo —de manera distinta que en los instantes de feliz inspiración, mucho más cuidadosamente, con más exactitud y detalle—, no tuve la menor duda de que había adquirido ya todos los conocimientos técnicos y especiales necesarios para su trabajo. A fin de cuentas, yo había pasado también por tres años de duro aprendizaje y sabía que en esta vida no se regala nada, y cuán penosamente hay que adquirir un tal conocimiento. No me pareció posible que una cosa tan difícil pudiera sacarse, sencillamente, de la bocamanga como por arte de magia, y durante mucho tiempo no pude creer que todo aquello que veía no era más que improvisación.
Existen tantos de estos trabajos que es posible hacerse una idea acertada sobre las disposiciones de Adolf Hitler en este campo. Ahí está, en primer lugar, una acuarela. El concepto de acuarela no es aquí el más indicado. Se trata de un simple dibujo a lápiz, coloreado luego con colores al temple. A esta acuarela de Adolf Hitler le falta por completo la rápida captación del ambiente, tan típico para la acuarela, un cierto sentimiento, esta fragancia y suavidad, que aún en la obra terminada revela algo del fresco aliento del agua empleada. Justamente aquí, donde hubiera debido trabajar de manera rápida e intuitiva, se entretenía Adolf con una minuciosa exactitud.
Como todo lo que puedo aportar de la actividad artística de Adolf Hitler, se encuentra, también una acuarela, que conservo todavía, y que debe incluirse entre sus primeros ensayos. Es aún muy torpe, impersonal y de aspecto primitivo. Pero es aquí justamente donde reside su principal encanto. Representa el Pöstlingberg, el distintivo de Linz, con fuertes colores. Recuerdo perfectamente cómo Hitler me regaló este bosquejo.
De esta primera acuarela y de las centenares que siguieron no puede esperarse ninguna conclusión artística. Con ellas no pretendía expresar algo que llenaba su ánimo, sino simplemente pintar algunos agradables cuadritos. Casi siempre elegía para ello objetos amados, de preferencia arquitectura, y sólo raras veces paisajes. Si el hombre que pintara estas tarjetas no fuera precisamente Hitler, nadie se ocuparía de estos trabajos.
Distinto es lo que sucede con sus dibujos. Por desgracia, sólo se han conservado unos pocos de ellos. Mi propia contribución a este respecto es más que modesta. Aun cuando entonces poseía yo varios de estos dibujos, no he podido conservar más que uno solo, un simple proyecto arquitectónico, que poco nos dice. Es el dibujo en tinta china de una villa en el Gugl, Stockbauerstraße 7. Esta villa, recién reconstruida entonces, le había gustado mucho a Adolf. Él la dibujó y me regaló la hoja. Aparte de su predilección por la arquitectura, poco es lo que puede deducirse de ella.
El muchacho de quince años me había manifestado su decisión de ser pintor artístico. Durante los años pasados en Linz, este objetivo se mantuvo, más por obstinación que por verdadera inclinación. Ya entonces se puso de manifiesto en Hitler una fuerte inclinación hacia la arquitectura.
Cuando recorro con mis recuerdos aquellos años en Linz, debo reconocer que el pintar era, para Hitler, algo que no se tomaba demasiado en serio, simplemente una especie de actividad, al margen del camino fijado; pintar era, para él, un juego con una inversión, de la que estaba seguro. Construir, sin embargo, significaba mucho más para él. En lo que construía en su fantasía ponía todo su ser. Se sentía absorbido por ello hasta en lo más íntimo. Cuando había tenido una idea determinada parecía como poseído por ella. En estos momentos no existía nada más para él. Podía olvidar el tiempo, el sueño, el hambre, todo. Por fatigoso que fuera para mí seguirle en su obsesión, justamente estos instantes son para mí un recuerdo imborrable. A mí lado y frente a la nueva catedral estaba este pálido y delgado muchacho, a quien el primer bozo empezaba a asomar sobre el labio superior, con su traje barato, desgastado en las mangas y en el cuello, captando de una sola mirada cualquier detalle arquitectónico, analizaba el estilo y la expresión, alababa o criticaba la ejecución, criticaba el material, y todo ello con una tal minuciosidad, con un tal conocimiento de causa, como si fuera él su arquitecto y tuviera que pagar, de su propio bolsillo, cualquier negligencia en su realización. Sacaba entonces una agenda de notas, y el lápiz corría rápido sobre el papel. Así y de ninguna otra manera debía resolverse esta tarea, afirmaba Adolf. Yo debía comparar sus bosquejos con el proyecto ejecutado, debía aprobarlos o rechazarlos como él, y todo ello con un celo como si nuestra propia vida dependiera de ello.
Su pasión por modificarlo todo celebraba aquí verdaderos triunfos; pues una ciudad está más o menos bien edificada. No podría caminar por sus calles sin verse interpelado continuamente por todo lo que veía. Y ninguna pregunta quedaba aquí por contestar. Casi siempre se agitaba en su cabeza una docena de construcciones distintas a la vez; algunas veces tenía yo la impresión como si todos los edificios de esta ciudad estuvieran presentes al mismo tiempo ante él como en una visión panorámica. Pero, tan pronto como su atención era atraída por un detalle, toda su potencia y capacidad se concentraban en éste y sólo en éste. Recuerdo cómo, cierto día, se demolió en la plaza principal el viejo edificio del Banco de Austria Septentrional y Salzburgo. Con febril impaciencia seguía Adolf el curso de la edificación. Estaba sumamente preocupado por si la proyectada edificación armonizaría en el cerrado conjunto de la plaza. Como, entre tanto, tuviera que trasladarse a Viena, recibí yo el encargo de informarle continuamente de los progresos de la construcción. En su carta del 21 de Julio de 1908 dirigida a mí se dice: “Cuando el banco esté terminado, mándame, por favor, una tarjeta postal”. Yo pude evadirme, finalmente, de este asunto, dado que no existían todavía tarjetas postales del edificio, procurándome una fotografía de la construcción recién terminada, y mandándosela a Viena. Por lo demás, Adolf se manifestó de acuerdo con la solución adoptada.
Había muchas de tales “casas”, de las que se ocupaba continuamente. Se sentía arrastrado hacia toda nueva construcción. Adolf se sentía responsable por todo lo que se construía. Pero aún más que estos concretos proyectos le interesaban los grandes proyectos encargados por él a sí mismo. Su afán de cambiarlo todo no conocía aquí límite alguno. Al principio observaba yo todas estas andanzas con encontrados sentimientos y me preguntaba, con asombro, por qué se ocuparía con tanta tozudez de cosas, que, así loo creía yo, no serían jamás realizadas. Sin embargo, se obstinaba tanto más en un proyecto, cuando más lejos estaba de su realización. Conocía aun en sus mismos detalles todos estos proyectos, como si hubieran sido ya realizados y toda la ciudad de Linz hubiera sido reconstruida de acuerdo con sus proyectos. Muchas veces era yo incapaz de seguirle, y en el primer momento no sabía si se trataba de algo ya existente o de algo proyectado. La ejecución era, para él, lo de menos en toda edificación.
En ninguna parte se revela de manera tan convincente la inquebrantable consecuencia de un espíritu como en este campo. Lo que proyectara el muchacho de quince años lo llevó a la realidad el hombre de cincuenta, como, por ejemplo, el proyecto para el nuevo puente sobre el Danubio, tan fielmente en sus menores detalles, como si no se interpusieran decenios, sino tan sólo unas pocas semanas, entre el proyecto y la realización. El proyecto estaba allí. Después venía la influencia y el poder, y el proyecto se convertía en encargo. Seguían los medios. El encargo se convertía en realidad. Todo esto tenía lugar con una tal consecuencia, como si para el muchacho de quince años considerara muy natural que un día los encargos y los medios habrían de venir por sí mismos. No me es posible asimilar estos hechos en mi modesta cabeza. Me es inconcebible cómo es posible algo semejante. Uno se sentiría tentado a hablar de milagro, porque la razón no puede seguir aquí. Casi me resisto a relatar lo que sigue, porque los proyectos hechos por este muchacho, entonces completamente desconocido, para la reconstrucción de su ciudad paterna de Linz, coinciden con el nuevo plano de la ciudad iniciado con posterioridad al año 1938, de forma que podría dudarse de la veracidad de mis explicaciones. Y, sin embargo, son ciertos hasta en sus menores detalles.
En mi decimoctavo aniversario, el 3 de Agosto de 1906, me regaló mi amigo una villa. Lo mismo que la villa proyectada para Stefanie, estaba concebida en el estilo Renacimiento, tan amado por él. Es una suerte haber conservado estos bosquejos. Muestran una edificación majestuosa, a manera de un palacio, cuya fachada está dividida por una torre empotrada. El dibujo permite reconocer la bien concebida disposición de las habitaciones, que se agrupan de manera adecuada en torno al salón de música. La escalinata, en forma de caracol, problema de difícil solución arquitectónicamente, está representada en un bosquejo aparte. De la misma manera, el vestíbulo, con su majestuoso balcón, está especialmente realzado. Un grácil esbozo nos muestra el portal. Adolf buscó conmigo un lugar adecuado para la edificación de esta villa, su regalo de aniversario. Debía levantarse en el Bauernberg, en medio de unos soberbios parques. En ocasión de mis visitas a Bayreuth, procuré no recordarle a Hitler este imaginario regalo de aniversario. Estaba en situación para ello, y me hubiera construido con toda seguridad una villa en el Bauernberg, que probablemente hubiera sido más hermosa que este proyecto, producto del gusto de aquel entonces.
Mucho más impresionantes son dos distintos proyectos de construcción conservados por mí de entre sus numerosos diseños para la nueva sala de música. El viejo teatro era una construcción insuficiente en todos los sentidos. Los amigos del arte en Linz se habían reunido en una asociación, con el propósito de hacer posible la construcción de un moderno teatro. Adolf ingresó inmediatamente en esta asociación y participó en el concurso abierto para aportar nuevas ideas. Durante meses enteros trabajó sin cesar en estos planes y proyectos y creía, con toda seguridad, que sus proyectos serían aceptados. Se mostró enormemente indignado cuando la asociación, en la que había puesto tantas esperanzas, finalmente, en lugar de construir un nuevo edificio, se limitó a restaurar el viejo teatro. Podemos leer un mordaz fragmento en la carta que me escribió con fecha 17 de Agosto de 1908: “Me parece que quieren remendar, una vez más, este vejestorio.” Indignado, declaró que prefería empaquetar su manual para arquitectura y mandarlo al comité encargado de estudiar las posibilidades de construir el nuevo teatro. ¡Cómo expresa su ira en estas palabras!
De esta época procede también el dibujo siguiente. En su cara delantera muestra la proyectada sala de conciertos. Numerosas columnas dividen las paredes, en las que se encuentran palcos aislados. Un adorno en forma de figuras culmina la balaustrada. Una poderosa cúpula corona la sala. En el reverso de este osado proyecto me expuso Adolf las condiciones acústicas de la construcción por él proyectada, las cuales me interesaron, especialmente en mi calidad de músico. Se ve aquí claramente cómo las ondas sonoras procedentes del sitial de la orquesta se reflejan en el techo de tal manera que caen, en cierto modo, desde arriba, sobre los oyentes sentados en la platea. Adolf se interesaba grandemente por los problemas acústicos. Puedo recordar todavía con exactitud su proposición de modificar la sala del Volksgarten, cuya deficiente acústica siempre nos había enojado, mediante unas construcciones adecuadas en el techo.
¡Y ahora pasemos a la reconstrucción de Linz! En esta relación, sus ideas eran inagotables, pero éstas no iban de un lado a otro, sino que, una vez tomada una decisión, se mantenía en ella de manera inquebrantable. A ello se debe que haya podido recordar yo tantos detalles. Siempre que pasábamos delante de este o aquel lugar, todos los proyectos parecían convertirse al instante en realidad, aun en sus menores detalles.
La Plaza Principal, maravillosamente enmarcada, llenaba a Adolf siempre de un renovado encanto. Lamentaba solamente que las dos casas que daban al Danubio ocultaran en parte la vista sobre la corriente y la cadena montañosa que se extendía detrás de aquélla. De acuerdo con sus planes, estas casas debían separarse lo bastante para permitir la vista hasta el nuevo puente, ensanchado a la manera de una carretera, sin perjudicar, por ello, el efecto a modo de sala de la plaza; una solución que más tarde convirtió exactamente en realidad. El ayuntamiento, situado también en esta plaza, lo encontraba indigno de una ciudad tan próspera como Linz. El nuevo ayuntamiento debía levantarse como un majestuoso edificio —en modo alguno neogótico, usual en aquel entonces para los ayuntamientos, como lo demuestran los ejemplos de Viena o Munich—, sino en un estilo mucho más moderno. Hitler siguió otros principios en la reforma del viejo palacio, que corona sobre la vieja ciudad como una mole de desagradable aspecto. En una librería había descubierto un viejo grabado de Merian, que muestra el estado del palacio antes del gran incendio. Este primitivo estado debía restablecerse, y el palacio debería ser utilizado a manera de museo. Un edificio que le llenaba continuamente de entusiasmo era el museo creado en 1892. ¡Cuántas veces nos detuvimos ante el friso de mármol, de ciento diez metros de largo, que reproduce en sus relieves plásticos escenas de la historia del país! Adolf no se cansaba de contemplarlo. En sus proyectos prolongaba el edificio del museo más allá del jardín contiguo del colegio de Santa Elisabeth, y prolongaba el friso hasta los doscientos veinte metros, de modo que, según afirmaba, se convertiría en el mayor friso plástico del continente. Se ocupaba también activamente de la nueva catedral, entonces en construcción. Consideraba vano el intento de dar nueva vida al gótico en nuestra época, y se sentía también indignado con los ciudadanos de Linz porque no conseguían imponerse a los vieneses. La torre de la catedral de Linz no podía exceder de ciento treinta y cuatro metros, para mantenerse a respetuosa distancia de la torre de la iglesia de Sankt Stefan, en Viena, de ciento treinta y ocho. Sin embargo, lo que más satisfacción causaba a Adolf era el cobertizo levantado para la construcción de la catedral, del que, según confiaba, podrían obtenerse algún día buenos picapedreros para la ciudad. La estación estaba demasiado próxima a la ciudad, obstaculizaba el tráfico y el desarrollo de la edificación con sus instalaciones férreas. Aquí encontró Adolf una solución ciertamente genial para aquel tiempo. Trasladó la estación lejos de la ciudad, al campo libre, en dirección a la Welser Heide o hacia Kleinmünchen —tenía en cuenta ambas posibilidades— y hacía pasar las vías por debajo del plano de la ciudad. El espacio que quedaría libre por el derribo de la vieja estación debía servir para la ampliación del Volksgarten. Al leer esto, hay que representarse la época allá por el año 1907, y considerar que una persona de dieciocho años, completamente desconocida, carente de toda educación previa y de estudios especializados, exponía estos planes revolucionarios para la planificación de la ciudad, una prueba de hasta qué punto era capaz de superar las ideas y prejuicios de aquel entonces.
Lo mismo que la ciudad, Hitler transformaba también los alrededores de Linz. Una interesante idea le obsesionaba en su romántica visión para la renovación del castillo de Wildberg, que se levanta del profundo Haselgraben. El castillo debía recuperar nuevamente su estado primitivo, y ser aprovechado para un museo al aire libre, ¡en aquel entonces una idea enteramente nueva! Quería reunir allí a determinados artesanos. Sus oficios debían seguir de un lado las tradiciones medievales, pero, de otro, servir también a los modernos propósitos, por ejemplo, para estimular el turismo. La gente alojada en el castillo debía ir vestida a la manera antigua. Los viejos usos gremiales debían conservarse allí en toda su integridad e instalarse también una escuela de maestros cantores. Según sus palabras textuales “las gentes peregrinarían hacia esta isla, en la que se habrían detenido los siglos”, para estudiar en ella la vida y las costumbres de una colonia medieval. Más allá de Dinkelsbühl y Rotenburg, en el Wildberg, no debía mostrarse solamente arquitectura, sino también una existencia real. El derecho de peaje, que debía alzarse en el portal de entrada a los visitantes, serviría como complemento para el sostenimiento de sus habitantes. Adolf tuvo muchos quebraderos de cabeza pensando en la elección de los artesanos adecuados, y recuerdo muy bien que discutíamos muy a menudo sobre ello. Después de todo, no tardaría en sufrir yo el examen de oficial, lo que me autorizaba a hacer oír aquí mi parecer.
La torre sobre el Lichtenberg, por el contrario, debía convertirse en una instalación muy moderna. Un funicular llevaría hasta su cima. Aquí debía levantarse un confortable hotel. Una torre de trescientos metros de altura —una construcción de acero, que le preocupaba grandemente— coronaría todo el conjunto. Desde la plataforma más alta de esta torre, según él afirmaba, podría verse brillar, con tiempo claro y la ayuda de un anteojo, el águila dorada en la cima de la torre de la iglesia de Sankt Stefan en Viena. Me parece haber visto, incluso, un dibujo de este proyecto en la casa de Adolf.
Sin embargo, el proyecto más audaz, el que dejaba a todos los demás en la sombra, era la construcción de un grandioso puente de arco tendido a gran altura sobre el Danubio.
Con este objeto había concebido el trazado de una carretera de montaña. Ésta debía empezar en el Gugl, que entonces era todavía una fea cantera de arena, aislada por una empalizada de madera. Con las basuras y desechos de la ciudad debía rellenarse este foso, sobre el que se instalaría un parque. La nueva carretera se prolongaría luego, en un amplio trazo, hasta el bosque inmediato a la ciudad. (Hace ya tiempo que el municipio de la ciudad de Linz ha convertido en realidad esta iniciativa, sin conocer los planes del joven Hitler. La carretera de montaña construida desde entonces coincide exactamente con la carretera proyectada por Hitler.) Según Adolf, debía ser derribada la atalaya del emperador Francisco José en el Jägermayerwald, la cual se conserva hoy día todavía. En su lugar, debería erigirse un altivo monumento. En el recinto de honor se alojarían los bustos de todos los grandes hombres que hubieran contraído méritos en pro de la Alta Austria. Desde la cúpula del recinto de honor se gozaría de una vista maravillosa sobre una gran extensión del país. Como coronación de la construcción estaba concebida la figura de Sigfrido, alzando en el aire su espada Nothung. (Aquí intervienen de manera evidente los modelos del Walhalla, de la sala de la liberación de Kelheim y del monumento a Hermann en la selva de Teutoburgo.) Desde este lugar, el puente se tiende en un solo arco hasta las abruptas paredes de la orilla montañosa fronteriza. Adolf se veía arrastrado a esta ideas por la leyenda de un osado jinete, que, huyendo de sus perseguidores, se lanzó desde este lugar al espantoso abismo, para, después de cruzar a nado el Danubio, alcanzar la otra orilla. Este puente superaba todo lo hasta entonces imaginado. La luz del arco era, según nuestros cálculos, de más de quinientos metros. La cima del puente estaba a más de noventa metros de altura sobre el nivel de la corriente. Lamento profundamente que no se haya conservado uno sólo de los dibujos de este proyecto, realmente único. Esta construcción sobre el hondo valle del Danubio, según explicaba mi amigo, sería única en el mundo, para orgullo de Linz. Después de cruzado este osado puente, la carretera se uniría a la ladera del Pöstlingberg, uniendo así la mejor vista sobre la ciudad, a la que los dos tanto amábamos, con el terreno más hacia el sur. ¡Cuán a menudo nos deteníamos ya en uno o en el otro lado de las escarpadas orillas, en tanto que Adolf me exponía la proyectada construcción con todos sus detalles!
Estos osados y amplios planos causaban en mí una peculiar impresión, de la que puedo acordarme todavía. Aun cuando todo ello no dejada de ser, a mis ojos, un juego de la fantasía, muy lejos de la posibilidad de verse convertido en realidad, estas ideas ejercían un raro encanto sobre mí. Lo que proyectaba mi amigo y lo que sabía retener en un par de rápidos trazos, no era una fantasía carente de fundamento. De una manera u otra, estas ideas, al parecer tan abtrusas, no dejaban de tener algo de convincente, algo de subyugante en sí. Latía en ellas una especie de lógica superior. Una idea traía consigo a la otra de manera consecuente, una daba lugar a la otra. De esta manera, todo el conjunto era ofrecido en una clara y razonable relación, cuyas románticas reminiscencias, como la de la “Edad Media viva en el castillo de Wildberg”, procedía claramente del mundo de la fantasía de Richard Wagner. Iban unidas a las más modernas ideas técnicas, como la eliminación de los peligrosos cruces ferroviarios, desviando las vías mediante galerías subterráneas. No era éste un recrearse inútil en irreales fantasías, sino un método muy disciplinado, en cierto sentido, casi sistemático. Tal vez se debiera ello, justamente, a la especial fuerza de atracción que esta “composición en arquitectura” ejercía sobre mí, que parecía absolutamente realizable, aún cuando nosotros, pobres muchachos carentes de todo recurso, no tuviéramos la menor posibilidad de convertir estos proyectos en realidad. Creía firmemente que algún día podría realizar todos estos proyectos geniales. El dinero carecía para él de importancia. Sólo el tiempo era decisivo, es decir, el intervalo de vida dentro del cual podía convertir en realidad sus ideas. Mi razón se oponía a esta fe incondicional en una ulterior realización de estos proyectos. Este era el punto en el que no podía yo seguir. ¿Qué sería de nosotros mañana? ¿De mí, por ejemplo? ¡En el mejor de los casos, un afamado director de orquesta! ¿Y de Adolf? ¡Un famoso pintor, un dibujante, quizá un celebrado arquitecto! ¡Cuán lejos se aparecían, empero, estas metas profesionales del prestigio, importancia, riqueza y poder necesarios para transformar, de manera tan radical, toda una ciudad! ¡Y sabe Dios si en la inaudita fantasía e impulsivo temperamento de mi amigo la cosa hubiera quedado en la transformación de Linz! Adolf no podía dejar tranquilo nada que cayera en sus proximidades. Yo sentía serios reparos, y osaba, de vez en cuando, aventurar alguna observación, para recordar la indiscutible realidad que, uniendo nuestras fortunas, apenas si hubiéramos podido reunir un par de coronas, escasamente suficientes para comprar el papel en que dibujar. La mayoría de las veces rechazaba Adolf, con enojo, esta insinuación. Me parece ver todavía su hosco ademán, el rígido gesto de la mano al rechazar estas objeciones. Para él, estos eran planes que algún día habrían de convertirse, naturalmente, en realidad, y con la mayor exactitud. Y para ello se preparaba con todos los detalles. Y por ilusorio que pareciera un pensamiento, él lo estudiaba hasta en sus últimas posibilidades. ¿Cómo podría conseguirse el material para aquel puente de arco sobre el Danubio? ¿Debería ser de piedra o habría de acudir al acero? ¿Cómo podrían fundirse los espolones? ¿Sería la roca lo bastante resistente? Problemas éstos, en parte, no resueltos técnicamente, pero, en parte, también muy atinados. Adolf vivía ya de tal manera en esta ciudad de Linz “reconstruida”, que adaptaba a ella sus diarias costumbres. Nos encaminábamos al “Templo de honor”, a la “Weihehalle” o a nuestro “Museo medieval al aire libre”.
Cuando un día interrumpí yo una vez la osada elocuencia de sus pensamientos encauzados a la construcción de un monumento nacional, con la sobria pregunta de cómo se imaginaba la financiaición de esta obra, se limitó a contestarme con un simple “¡Qué tontería, el dinero!” Pero, al parecer, esta objeción no le dejaba en paz. Hizo lo que suele hacer la gente que quiere ganar rápidamente dinero: se compró un billete de lotería. Y, sin embargo, también había una diferencia en la manera como Adolf compró lotería y cómo lo hacen los demás: pues lo demás sueñan con el primer premio o lo desean solamente, en tanto que él se lo había asegurado ya en el instante de su adquisición, olvidándose de comprar el premio en aquel instante. Su única preocupación en este caso era cómo utilizar, de manera adecuada y razonable, esta considerable suma.
De la misma manera como en medio de sus más osados planos surgían en él, de repente, las más sobrias reflexiones —una típica característica suya—, lo mismo sucedió con la compra de este billete de la lotería. Aun cuando en su fantasía empezaba ya a aprovechar para sus construcciones la suma representada por el primer premio, estudió detenidamente las reglas del juego y sopesó, exactamente, nuestras posibilidades. Mis recuerdos de la historia del gran premio son tan exactos y concretos, porque este episodio fue, justamente, un triunfo de nuestra amistad. Este primer premio, ganado en nuestra imaginación, tuvo sobre nuestra amistad un efecto más corto, por ser tan sólo pasajero, pero tan vinculado como el secreto de Stefanie, compartido y vivido por los dos.
Adolf me había invitado a comprar conjuntamente con él un billete de lotería. El billete costaba diez coronas. Yo debía contribuir con la mitad, es decir, cinco coronas. No obstante, estas cinco coronas no debían ser aportadas por mis padres, sino que debían ser ganadas por mí mismo. En aquel entonces yo disponía de algún dinero para mis necesidades, y en algunas ocasiones recibía también propina de los clientes, cuando había decorado un dormitorio o un comedor a su entera satisfacción. Adolf hizo que le demostrara exactamente de dónde procedían las cinco coronas. Cuando se hubo asegurado de que, por mi contribución, no habría de intervenir en el juego ninguna tercera persona, nos dirigimos los dos juntos a la expendiduría de la lotería del Estado, para comprar el billete. Tardó mucho tiempo en elegirlo. No sé desde qué punto de vista hizo esta elección. Como no prestaba la menor atención a las ciencias ocultas y en este sentido era más que indiferente, su conducta me era enigmática. Pero, finalmente, consiguió encontrar el primer premio. “¡Ya lo tengo!”, exclamó volviéndose hacia mí, y guardó el billete en su librito negro de cubiertas flexibles en el que anotaba sus poesías.
El tiempo transcurrido hasta el sorteo fue, realmente, el más bello de nuestra amistad. El amor y el entusiasmo, las grandes ideas, osados proyectos, de todo ello disponíamos ya en abundancia. Lo único que nos había faltado hasta entonces era dinero. Y ahora teníamos hasta esto. ¿Qué podíamos querer más?
A pesar de que el primer premio representaba mucho dinero, mi amigo no se dejó arrastrar, en modo alguno, a un irreflexivo derroche de esta suma. ¡Por el contrario! Procedió con él de manera sumamente calculadora y ahorradora. Hubiera carecido de objeto invertir este dinero en alguno de sus proyectos, como en el de la reconstrucción del museo; pues no hubiera sido más que una acción parcial en el marco de la gran urbanización de la ciudad. Era mucho más razonable emplear este dinero en nosotros mismos, para procurarnos una situación y una consideración pública con ayuda de esta suma, la cual, a su vez, hiciera posibles otros pasos en el sentido de nuestros planes para el futuro.
Construir una villa para nosotros era demasiado costoso. La construcción hubiera consumido una parte tan grande de esta suma, que hubiéramos debido instalarnos como pobres diablos en esta maravillosa villa. Adolf propuso una solución intermedia. Según sus palabras, debíamos alquilar un piso y decorarlo según nuestras necesidades. Después de largas y cuidadosas reflexiones elegimos el segundo piso de la casa número 2 de la Kirchengasse; pues esta casa estaba situada de manera única. Aun cuando estaba cerca de la orilla del Danubio, la vista se extendía hacia el otro lado hasta las verdes y encantadoras colinas del Mühlviertel, coronadas por el Pöstlingberg. Nos introdujimos secretamente en la casa, comprobamos la vista ofrecida por las ventanas de la escalera, y Adolf se hizo un plano de la casa.
Después nos instalamos en ella, por así decirlo. Un ala del piso, la mayor, debía habitarla mi amigo, y la menor estaba reservada para mí. Adolf distribuyó las habitaciones de tal manera que su despacho estuviera lo más alejado posible del mío, para que, cuando estuviera junto a su mesa de dibujo, no se viera molestado por mis ejercicios musicales.
Mi amigo cuidó también de la decoración de las habitaciones y dibujó a escala las distintas piezas del mobiliario en el plano del piso. Eran muebles bellos y sólidos a la vez, trabajados por los mejores maestros artesanos de la ciudad, y en modo alguno de barato trabajo en serie. Incluso el modelo para el pintado de las distintas habitaciones fue proyectado por Adolf. Sólo en los cortinajes y tapicerías pude intervenir yo, y mostrarle tal y como quería yo ver tapizadas las habitaciones que me correspondían. No cabe duda de que le gustaba la manera segura y natural con que yo intervenía en la instalación de la vivienda. No teníamos la menor duda de que el primer premio nos estaba asegurado; Adolf me había arrastrado en su ilimitada fe en el éxito deseado. También yo contaba con un pronto traslado a la casa en el número 2 de la Kirchengasse.
A pesar de su sencillez, en todo lo referente a esta casa se ponía de manifiesto un escogido gusto personal. Adolf se proponía reunir en nuestra casa a un grupo de personalidades entusiastas por el arte. Yo debería tocar música para ellas. Él daría algunas conferencias o les explicaría sus nuevos trabajos. Nos dirigiríamos regularmente a Viena, para asistir allí a conferencias y asistir al teatro y a los conciertos. (¡Me di cuenta entonces de que Viena jugaba ya un gran papel en el mundo de la fantasía de mi amigo! ¡Era, pues, un milagro que Adolf se hubiera decidido por la Kirchengasse en Urfahr!)
A pesar del premio gordo, nuestra vida no debería sufrir la menor modificación.
Seguiríamos siendo personas sencillas, buenas y honestas, pero en modo alguno vestidas de manera llamativa. Por lo que se refiere al vestir, Adolf tuvo entonces una graciosa ocurrencia, que me llenó de entusiasmo: ¡los dos nos vestiríamos exactamente igual, de manera que la gente nos tendría por hermanos! ¡Creo que esta sola idea era digna por sí sola del primer premio en la lotería! Demuestra hasta qué punto nuestra amistad del teatro se había convertido en una amistad profunda, de sentido romántico.
Naturalmente, debería abandonar yo la casa paterna y también el oficio de tapicero. Mi futura labor musical no me dejaría tiempo para estas ocupaciones; pues, al progresar el estudio aumentaría también nuestra comprensión por las experiencias artísticas hasta absorbernos por completo.
Adolf pensaba en todo, incluso en el cuidado de la casa, cosa necesaria, pues el día del sorteo estaba cada vez más cerca. Pondríamos a una dama fina y distinguida al frente de nuestra casa, la que atendería a su cuidado. Debería ser una mujer de edad ya madura, para no exponernos a esperanzas o intenciones que pudieran oponerse a nuestra vocación artística. Así, pues, todo estaba ya dispuesto. Esta idea me persiguió aún durante mucho tiempo: una mujer ya de edad, de cabellos grises, pero extraordinariamente distinguida, que recibe en la escalera, festivamente iluminada del piso, a los invitados de sus pupilos, estos jóvenes de diecisiete y dieciocho años, invitados que pertenecen a los círculos amigos más escogidos y elevados, que ellos suelen reunir a su alrededor.
Durante los meses de verano haríamos grandes viajes. La primera e inaplazable meta sería Bayreuth, donde gozaríamos de los dramas musicales del gran maestro en su más perfecta realización. (¡Esta parte de nuestros sueños de juventud fue para mí la única que habría de verse realizada, aun sin primer premio!) Desde Bayreuth visitaríamos otras muchas notables ciudades, maravillosas catedrales, palacios y castillos. Sin embargo, también visitaríamos centros industriales, astilleros e instalaciones portuarias. “¡Visitaremos toda Alemania!”, afirmó Adolf. Éstas eran sus palabras más favoritas.
Y llegó el día del sorteo.
Adolf vino a mi taller con la lista de la lotería y lleno de excitación. Raras veces le había visto yo tan furioso como en esta ocasión. Primeramente descargó su ira sobre la lotería nacional, esta especulación organizada por el Estado sobre la credulidad de los hombres: ¡este abierto engaño a costa de los complacientes ciudadanos! Su ira se centró luego sobre el Estado mismo: ¡este cuerpo remendado formado por diez o doce o Dios sabe cuántas naciones, este monstruo creado mediante enlaces matrimoniales por los Habsburgo! ¿Acaso podía esperarse otra cosa, sino que dos pobres diablos como nosotros fueran estafados en sus últimas y míseras coronas?
Ni una sola vez se le acudió a Adolf reprocharse a sí mismo, por haber pretendido para sí, con tan absoluta naturalidad, el primer premio. Horas enteras se había pasado ante la lista de los premios, calculando exactamente el número de billetes y premios ofrecidos, deduciendo de ello nuestras escasas posibilidades de acertar. Yo no podía comprender esta contradicción en su naturaleza. Pero era así.
Por primera vez le había fallado su inaudita capacidad de sugestión, que forzaba en la dirección deseada las cosas que le atraían. Y esto no podía tolerarlo; pues era más enojoso que la pérdida del dinero y que la renuncia al piso y a la dama, recibiendo con distinguida indolencia a nuestros invitados.
Más razonable que confiar en las instituciones estatales, como lo era también esta lotería, le parecía a Adolf confiar en sí mismo y en su propio futuro. En este caso no podrían sucederle estas desgracias. Así, después de un breve período de extremo abatimiento regresó de nuevo a sus primeros proyectos. Uno de sus favoritos era la reforma del puente sobre el Danubio, que une Linz con Urfahr. Cada día cruzábamos por este puente por encima de la corriente que seguía su tranquilo curso hacia el Este. Adolf amaba especialmente este camino a través del puente. Sobre estas agitadas aguas se percibía algo libre, un impulso hacia delante, una atmósfera que era muy distinta a la que reinaba en las calles y plazas de la ciudad. Yo tenía la impresión de que la proximidad del río daba nuevas alas a su fantasía; pues casi en ninguna otra parte le he oído expresar con tal entrega y emoción sus ideas que en este familiar camino a través de la corriente.
Cuando el grave desbordamiento en Mayo del año 1868 arrancó cinco sostenes del viejo puente de madera, se decidió la construcción de un puente de hierro, que fue terminado en el año 1872. Este nuevo puente de vigas de celosía carecía de toda belleza, era demasiado estrecho y, aun cuando en aquel entonces no se conocían todavía los automóviles, no bastaba para las necesidades del tráfico. Continuamente tenían lugar angustiosos atascamientos en este puente. Adolf se alegraba al contemplar a los indignados cocheros, que trataban de abrirse paso con brutales imprecaciones y restallando el látigo. Aun cuando, por lo general, no mostraba mucho interés por lo que le rodeaba, y prefería proyectar sus planes a largo plazo, propuso una solución intermedia, que debía solucionar esta desagradable situación. Sin modificar el puente mismo, debían añadirse a su derecha e izquierda unos caminos de peatones, de dos metros de ancho cada uno, construidos mediante tirantes, que facilitarían el tránsito de las personas y que descongestionarían la calzada central del puente.
Naturalmente, en Linz nadie se preocupó lo más mínimo por la proposición de este joven iluso, que no podía mostrar siquiera unas buenas calificaciones escolares. Y con un celo tanto mayor se consagró Adolf a su proyecto de la construcción de un nuevo puente.
La fea construcción de hierro debía desaparecer. El nuevo puente debía tener un diseño y unas dimensiones tales, que el visitante, al dirigirse de la Plaza Principal al Danubio, tuviera la impresión de tener ante sí, no un puente, sino una bella y majestuosa carretera. Las dos cabezas del puente debían diseñarse de manera consecuente. Unas poderosas estatuas debían reforzar la impresión artística. Es sumamente de lamentar, que, según yo sepa, ninguno de los numerosos dibujos bosquejados por Hitler en aquel entonces para la reconstrucción del puente sobre el Danubio en Linz se haya conservado; pues sería sumamente interesante comparar estos proyectos con los planes según los cuales este puente fue proyectado y encargado treinta años más tarde. Debemos agradecer a su impaciencia, que no pudo hacer surgir lo bastante temprano esta “nueva” Linz, que, a pesar de la guerra iniciada en el año 1939, fue llevada a cabo, cuando menos, esta obra, que era el proyecto central de la nueva urbanización de la ciudad de Lin

Sunday, June 18, 2006

La Alemania de Hitler XI


“Los hechos y la labor creadora son las mejores medidas para apreciar nuestro poder”
Joseph Goebbels


XI La Economía en la Nueva Alemania


Según las ideas predominantes se entiende por política económica a la reglamentación de todas las medidas relativas a la producción, distribución y consumo de aquellos productos capaces de satisfacer las necesidades vitales del hombre.
Estas cuestiones han permanecido esencialmente iguales a través de los tiempos y no se modifican, cualquiera que sea el carácter cultural, social y político del país en que se desarrollan. Sin embargo, el camino de su realización ha sufrido grandes variaciones en los diversos períodos históricos y en los distintos países; e igualmente, las clases sociales que han sacado beneficio del desarrollo económico no han sido siempre las mismas. En la economía capitalista predominaba el principio del beneficio egoísta de la explotación de la fuerza productiva humana para asegurar al patrono el máximo de ganancia. Como reacción lógica contra este sistema, que en la Alemania de hoy está eliminado para siempre, surgió la teoría económica marxista-socialista, que tiene como fundamento la lucha de clases, la quimera de la separación completa entre el obrero y el patrono, la victoria absoluta del proletariado sobre el capitalista —aún a riesgo de que al desaparecer este se puede llevar a la Economía a su completa ruina.


Las Ideas Económicas Nacionalsocialistas

El principio fundamental de la Economía en la nueva Alemania, que como todas las otras exteriorizaciones de la ideología nacionalsocialista está inspirada en la noción de la comunidad, es completamente distinto al de la doctrina marxista.
Según la concepción nacionalsocialista, las fuerzas que un pueblo puede desarrollar por sí mismo psicológica y físicamente, así como aquellas que encierra el país por él habitado y que hace aprovechables, representan la totalidad de las posibilidades nacionales y constituyen el patrimonio efectivo de la nación. La Economía de un pueblo, el desarrollo y el progreso de estas fuerzas son a la vez el custodio y el símbolo del patrimonio nacional. Por esta razón todo el que intervenga en la Economía, sin distinción del lugar que le esté designado, ni el grado de su actividad, deberá sentirse responsable frente a la comunidad de ese pueblo.

En el Estado nacionalsocialista, la calidad de colaborador en la obra económica crea una obligación, tanto mayor cuanto más importante sea la parte que toma el individuo en la administración del patrimonio colectivo. En realidad, todo alemán tiene una parte, mayor o menor, en la administración de este patrimonio, aun cuando no tenga más que administrar las horas de trabajo que realizan sus manos o las fuerzas naturales de su cuerpo, de las cuales dispone.
Así, el obrero cumple con su deber hacia la colectividad cuando, imbuido del sentimiento de camaradería y con una conducta digna como miembro del personal de una empresa cualquiera, ejecuta con el máximo esmero el trabajo que se haya impuesto, haciendo uso cuidadoso de los materiales o herramientas que se le hayan confiado. Así también, el campesino cumple con su deber como miembro de la comunidad entera cuidando con el mayor afán el suelo que le ha sido entregado por el pueblo para trabajarlo y obtener de él el mayor rendimiento posible. El campesino, en su calidad de encargado de suministrar la alimentación del país, debe hacer llegar al pueblo los frutos de su campo en condiciones tales que estén al alcance de todos sus compatriotas trabajadores. Del mismo modo, el jefe de una empresa cumple con su deber cuando en su calidad de fabricante, industrial, artesano o comerciante se siente investido de un cargo oficial; esta convicción interior influye en el éxito de su obra, es decir, en la rentabilidad del trabajo a que se dedica su empresa.
Decía hace dos años el Dr. Hjalmar Schacht, presidente del Reichsbank y ministro de Economía, en su conocido discurso de Königsberg: “Todos estamos metidos en un barco; no nos queda más que un camino: confiar en su navegabilidad y en el capitán que lo gobierna: El Reich y su Führer”.
En la nueva Alemania esta subordinación de la economía a la comunidad nacional está claramente expresada en el programa del gobierno, expuesto por el Führer en su primer discurso ante el Reichstag. En aquella ocasión decía Adolf Hitler: “El pueblo no vive para la economía, y la economía no existe para el capital, sino que el capital sirve a la economía y la economía al pueblo”.
La economía nacionalsocialista se caracteriza, además, por los postulados del “derecho al trabajo” y “el deber de trabajar bien”. La economía política de Adolf Hitler es la suma de todas las medidas de carácter económico que tienden a facilitar la conservación del pueblo en su totalidad y la existencia de cada uno de los compatriotas dedicados al trabajo y es considerada por él como el cumplimiento general del deber para la conservación de la comunidad y del poder del Estado.
La misma ideología se aplica también a las relaciones comerciales. “Oferta y demanda” permanecen los factores que regulan los precios en este terreno. Sin embargo, de acuerdo con la doctrina nacionalsocialista, deberá ser desarrollado un orden económico que incorpore el deber moral de la economía —basado en la comunidad de todos los elementos productores que pertenecen a un pueblo— a todas sus manifestaciones, lo mismo en la producción que en el mercado. Por esta razón, el Estado nacionalsocialista se ha hecho cargo de la organización de la producción y del mercado. El egoísmo, desde luego comprensible, del empresario particular no puede dañar más a la colectividad, cual era el caso en la Alemania anterior a Hitler; la utilidad obtenida por el particular resulta en provecho de la comunidad entera.
Otro postulado de la economía política nacionalsocialista dice que la economía es también una “cuestión de capacidad”. Hitler lo ha expresado ya claramente en una ocasión, en que uno de sus más fanáticos partidarios insistía en la “unificación” en el sentido de que empresarios inteligentes, que no fueran del Partido debían ser lanzados fuera de sus puestos y sustituidos por camaradas, que, si bien eran buenos combatientes políticos, carecían del necesario talento comercial y técnico. La experiencia adquirida en los primeros meses de la toma del poder obró en esta cuestión de una manera convincente; y puso de manifiesto los peligros de tal acción para la estabilidad de la economía. “La economía es un organismo de una sensibilidad excepcional y todo trastorno, cualquiera que sea el sitio de donde provenga, es de acción tan perturbadora como la de la arena echada en una máquina”.


La Economía Industrial

Un extranjero imparcial, que vuelva por primera vez a Alemania después de cuatro años, por ejemplo, a la región renano-westfálica, a la zona industrial de Sajonia, a las fábricas de las afueras de Berlín, es decir, a aquellas zonas en que la industria impone su sello particular, seguramente que recibiría la impresión de una nueva vida. Observaría que gran número de fábricas han vuelto a abrir sus puertas, que las chimeneas vuelven a lanzar el humo a los cielos; que cientos de miles de puestos antes vacantes están de nuevo ocupados y numerosos muelles y cargaderos están otra vez animados de movimiento, que las fachadas de las fábricas y casas antes desconchadas relucen en su pintura fresca. Se apercibiría de que al entorpecimiento que hace cuatro años aún se podía observar, se ha sucedido un intenso desarrollo, un cuadro que alegra y en el que se refleja el espíritu emprendedor nuevamente despertado. Si tuviera interés en conocer el resultado económico de este desarrollo podría deducir de las estadísticas oficiales los importantes datos siguientes:
El paro forzoso ha desaparecido y más de tres millones de obreros se han incorporado al mecanismo de producción; la jornada de trabajo se ha aumentado de 7,26 a 7,86 horas; el socorro de los sin trabajo ha decrecido de 3.200 millones a 300 millones; las contribuciones del Estado han subido a 7.300 millones (véase el capítulo “La Batalla del Trabajo”). Sin contar con todo esto, la producción industrial se ha incrementado a tal grado que de 39.900 millones en 1933 pasó a más de 75.000 millones de marcos en 1937. En los cinco años, en que el nacionalsocialismo dirige la economía nacional, se ha aumentado la proporción en la fabricación y producción de diversos artículos como sigue: papel, 50%; aceites pesados para motores Diesel, 66%; carbón de piedra, 68%; combustibles líquidos para calefacción, 80%; petróleo, 90%; seda artificial, 100%; aceites combustibles para alumbrado, 110%; acero, 167%; lubrificantes, 190%; gasolina y similares, 470%; aluminio, 570%; lana celulósica, 2.500%; etc.

La confianza depositada por el pueblo alemán en su política económica se muestra claramente en el aumento de las imposiciones en las Cajas de Ahorro. Los depósitos en las Cajas de Ahorro públicas han aumentado de 11.400 millones de marcos en el año de 1932; a 12.100 millones en el año de 1933; a 14.600 millones en el año de 1936 y a 16.100 millones en el año de 1937. La extracción de carbón de piedra da las cifras siguientes: año 1932, 104,7 millones de toneladas; 1933, 109,7; 1934, 124,9; 1935, 143; 1936, 158; 1937, 184,5. La extracción de lignito ofrece un progreso idéntico: 1932, 122,65 millones de toneladas; 1933, 126,79; 1934, 137, 27; 1935, 147; 1936, 161,37; 1937, 184,7.
Un cuadro no menos imponente nos lo da la producción de acero y hierro fundido y de las industrias siderúrgicas en general. La producción de acero ofrece, en miles de toneladas las cifras siguientes: 1933, 9.660; 1934, 13.555; 1935, 16.010; 1936, 18.614; 1937, 19.202. En el año de 1938 la producción se calcula que ascenderá a unos 21 millones de toneladas. La producción de acero fundido ha ascendido de 1,4 a 3,7 millones de toneladas. La extracción de mineral de hierro alemán arroja las cifras siguientes: 1932, 1,3 millones de toneladas; 1933, 2,6; 1934, 4,3; 1935, 6; 1936, 7,5 y 1937, 9,6.

Sin embargo, el éxito material inmediato no es lo decisivo. Hasta ahora, el jefe de empresa estaba acostumbrado y obligado por las circunstancias a seguir [Gráfico 1] el desarrollo económico casi exclusivamente por los cálculos hechos con su lápiz y a deducir el resultado financiero del año de las lecturas tomadas de su balance propio o de las estadísticas oficiales. Ahora recibe una enseñanza objetiva clara, que le instruye sobre la importancia relativa de la pura observación de los números, la cual aún hecha con toda la precisión sufre la considerable influencia de otros factores, que están fuera de los cálculos numéricos referentes a la marcha y rendimiento de su empresa.
Los años transcurridos desde la revolución industrial han reforzado en todos los industriales alemanes la convicción de que precisamente tales factores relativos al desarrollo de la política y del Estado ejercen una enorme influencia sobre la esfera económica, aunque a primera vista parece que estuviesen fuera de ella.

La confianza en el gobierno y en el porvenir influyen actualmente en su grado máximo en lo que hace o deja de hacer el industrial, y le protege contra los obstáculos y dificultades que acaso tenga que vencer en su obra. La eliminación de la dualidad del Estado y de [Gráfico Nº2] la economía, la eliminación de la lucha de clases, los nuevos caminos emprendidos para el restablecimiento de una verdadera comunidad del pueblo, la colaboración sincera y fraternal entre el patrono y el personal, son conquistas sociales que han aumentado la alegría del trabajo y desplegado la capacidad del espíritu creador. El concepto de “trabajo productivo” ha podido elevarse sobre lo puramente material hasta llegar a adquirir la conciencia del cumplimiento del deber nacional y de la responsabilidad propia en el destino colectivo de la nación.
¿Mediante qué líneas directrices y de organización se han [Gráfico Nº3] podido obtener estos resultados tan favorables?
En la declaración programática, ya citada al principio de nuestra obra, Adolf Hitler anunció que el nuevo gobierno se proponía “velar por los intereses económicos del pueblo alemán no por el camino tortuoso de una gran economía burocrática organizada por el Estado sino por el impulso más fuerte dado a la iniciativa particular sobre la base del reconocimiento de la propiedad privada”.
El reconocimiento del principio de que, en contraste con lo que ocurre en la Rusia soviética, el Estado tiene por misión dirigir la economía pero no administrarla por sí mismo (función que corresponde exclusivamente a la economía misma) no puede ser más explícitamente expresado. También así ha sido establecido solemnemente el principio de la propiedad privada con lo que se estimula al patrono a ensanchar más su empresa para alcanzar los mayores resultados posibles.
Estos dos principios determinan las normas directivas para la reorganización nacionalsocialista de la economía industrial; aquellas exigen una administración autónoma cuya misión consiste en asesorar y tutelar a las asociaciones industriales o a los socios que forman parte de ella. Esta administración tiene el deber de transmitir al gobierno los deseos de los patronos que toman parte en la obra de reconstrucción económica.

A raíz de la toma del poder, en 1933, los nacionalsocialistas emprendieron el primer ensayo de agrupar a las grandes asociaciones industriales, según su género, en clases diferentes. Esta obra ya estaba tan avanzada en la primavera de 1934 que el ministro de Economía, Dr. Schmitt, pudo decretar el 27 de Febrero del mismo año la ley sobre “la preparación de la reconstrucción orgánica de la economía alemana”. Esta ley organizaba la economía industrial alemana en trece grupos principales, a cuyo frente se puso al jefe de la economía industrial y a su representante. El 27 de Noviembre, el Dr. Schacht, como ministro de Economía del Reich, transformó la organización económica dictada por la ley antes citada en un sistema corporativo según profesiones y regiones. El cargo del jefe de la Economía Industrial fue suprimido y se creó la Cámara Económica Nacional que es una especie de cámara de compensación de los grupos recién creados. La organización de la economía industrial quedaba constituida como sigue:
La Cámara económica nacional, como órgano superior, se compone de los grupos siguientes: Industria (con sus siete grupos principales), Artes y Oficios, Comercio, Banca, Seguros, y Energía (gas, agua, electricidad). La organización total está bajo la dirección del ministro nacional de Economía, el cual puede nombrar y destituir al director de la Cámara económica, a su representante, y también a los directores de los distintos grupos.
Por el primer reglamento se han creado las corporaciones regionales. La Cámara económica nacional se divide en otras 18 regionales; los grupos centrales en grupos regionales; en el comercio a por menor se subdividen en grupos distritales y locales. Las Cámaras de Industria y Comercio se hallan al frente de toda la organización de la Cámara económica nacional.
El grupo del artesanado ocupa una posición especial. Conforme a una antigua costumbre está dividido por gremios. Lo dirige el jefe nacional de los maestros del artesanado que al mismo tiempo ejerce las funciones de jefe de éste y es presidente de la Cámara del Artesanado del Reich. El grupo nacional está compuesto por 50 asociaciones gremiales; al Congreso del aretsanado alemán están adheridas 61 cámaras de artesanos: un enlace entre las corporaciones puramente profesionales y semiprofesionales.
La diferencia más marcada entre la organización gremial y la de los restantes grupos reside en la rigurosa disciplina de la primera. En los demás grupos de la economía industrial también se observa un propósito de centralización, sobre todo en los primeros momentos, pero pronto surgen otras tendencias en particular de carácter regional. En el segundo decreto del 25 de Septiembre de 1935 se nota que el dominio central, intensamente riguroso en lo que concierne a la profesión, tiende a disminuir y se le da mayor compo de acción a la organización regional. La orden del ministro nacional de Economía, del 7 de Julio de 1936, destaca la idea de la descentralización y la especial atención que se pone en los intereses regionales.
La nueva ordenación de la economía industrial parte del hecho —como ya hemos indicado— de que en el Estado nacionalsocialista no se puede prescindir de la administración autónoma de la economía. Se trata de crear una organización que dé toda clase de posibilidades de intervención al Estado autoritario y que ofrezca a los patronos colaboradores del frente económico la garantía de que sus deseos y experiencias lleguen con eficacia a conocimiento de los organismos superiores, a través de los grupos profesionales más inmediatos a la empresa y de las cámaras económicas regionales. Como se ve, en la economía no se excluyen la dirección autoritaria y la administración autónoma, sino que se completan entre sí indispensablemente.
El convenio de Leipzig de Marzo de 1935 (véase el capítulo “Política social”) ha establecido las bases sobre las cuales ha de efectuarse la colaboración entre la organización entre la organización económica de la industria y el Frente Alemán del Trabajo, inspirándose en el principio nacionalsocialista de la comunidad del pueblo.
Tomando como modelo el Frente Alemán del Trabajo, se ha organizado un Tribunal de honor de la economía alemana; asimismo, otros en las Cámaras económicas regionales. La organización económica se ha convertido por esta nueva ordenación en una organización unificada y clara al servicio de la jefatura económica del Estado y de sus finalidades con asociación obligatoria. El principio de la economía nacional ha superado así en este aspecto de la organización a los intereses particulares de la economía privada. El bienestar de la totalidad está por encima de la utilidad del particular.
En esta organización está el secreto de la coordinación de todas las fuerzas y de la acción uniforme en la economía industrial alemana. Tanto ella como el gobierno del Estado, capaz y de amplias miras, constituyen el fundamento esencial en que se apoyen los éxitos económicos.


El Artesanado

Para darse una idea de la importancia del artesanado en la economía alemana es suficiente recordar que en la época de la reorganización había en el país 1.542.000 talleres independientes con unos 1.050.000 oficiales y auydantes, 300.000 obreros no calificados, 500.000 aprendices, 100.000 empleados técnicos y comerciales y 250.000 miembros de familia auxiliares: en total unos 4 millones de personas empleadas en el artesanado. Unos 8 millones de personas, es decir, 1/8 de la población alemana vivían y viven todavía hoy del artesanado.
El artesanado formaba una parte muy importante de los seis millones de obreros alemanes parados. El volumen total de ventas en el artesanado descendió de 20.000 millones de marcos a unos 10.000 millones.

¿Cuáles son los progresos que se alcanzaron en los últimos cinco años?
En primer lugar, como ya se dijo, por la ley del 29 de Noviembre de 1933, se logró poner la organización del artesanado (Unión nacional de los artesanos alemanes) bajo la dirección única del Jefe del artesanado alemán y disminuir el número de gremios de 19.000, con carácter libre, a 16.000 con carácter obligatorio que comprenden unos 130 oficios de artesanos, puros. Las asociaciones de oficios de artesanos, uniones de artesanos, gremiales y libres, de toda clase, cuyo total ascendía a 3.200, se ha convertido en 750 asociaciones de distrito; de 390 agrupaciones profesionales regionales y 90 nacionales, se crearon 51 uniones gremiales nacionales y 5 grupos profesionales que están directamente unidos al grupo nacional Artesanado (Asociación nacional del artesanado). La organización total se ha simplificado mucho bajo la inspección y tutela de 59 Cámaras del artesanado; los gastos de organización han disminuido de 60 millones a 40 millones al año.
Otro importante progreso significa la institución del examen de los maestros, como condición necesaria para el ejercicio de un artesanado. La necesidad de esta medida se comprende bien, ya que antes sólo un 40% de los maestros había pasado este examen. El artesanado de esta forma eleva su valor cualitativo. A esto hay que agregar las escuelas de Artes y Oficios del Estado, las escuelas organizadas por las asociaciones gremiales y por las Cámaras así como la instrucción complementaria del Frente Alemán del Trabajo y mediante las escuelas privadas.
Un signo de la nueva moral y de la ética del trabajo es que también las cámaras del artesanado tienen ahora sus tribunales de honor. La cultura del artesanado ha experimentado al mismo tiempo un refuerzo vigoroso por el fomento de la propaganda, de las exposiciones y de la educación artística en el sentido de producir trabajo de buena calidad. Con este motivo hay que citar la magnífica Casa del Artesanado Alemán, recién construida en Berlín, con sus rejas de hierro forjado y las imponentes y simbólicas figuras de piedra. Como edificio central de la administración contiene una exhibición de labores hechas en los distintos oficios manuales. La instalación entera y el mobiliario son una prueba del valor y de la belleza de las creaciones del artesanado. En las exposiciones permanentes se muestran las nuevas obras que sirven de propaganda para los distintos ramos del artesanado. Una exposición permanente de muestras ofrece al exportador los datos necesarios sobre muchos productos codiciados por el público extranjero.
Entre las particularidades más importantes de la actividad de la Asociación nacional del artesanado deben citarse:
1º La fundación del Instituto del Artesanado Alemán. Este centro se destina a impulsar la producción científicamente estudiada y a mejorar la organización de los talleres; por su parte, 29 oficinas para el fomento del artesanado compiten prácticamente entre sí en este sentido.
2º La colaboración de la oficina central con la Cámara nacional de Bellas Artes y de otros organismos similares contribuye al aumento de la producción cultural principalmente en la moda, el arte mobiliario, la colonización, etc.
3º Un gran número de peritos constructores se ocupa de mejorar el sistema de la adjudicación de las construcciones. La Sociedad Constructora Fiduciaria, fundada por el grupo de este artesanado, facilita los medios económicos para la edificación, de casas propias sobre todo, y vigila la marcha financiera de la construcción. Se han fundado 16 sociedades de contratistas de obras que den el capital necesario al artesanado incluso para poder emprender grandes construcciones. En el abastecimiento de los productos de la industria manual se ha logrado una estimable alza de las ventas por medio de la Central del Reich encargada de la entrega y de las corporaciones de las diversas industrias, que están incorporadas a ella en número de unas 230.
Prescindiendo de estas medidas extraordinarias, la reanimación del artesanado alemán se ha podido realizar gracias al resurgimiento de la economía nacional y por el consiguiente aumento del poder adquisitivo. El descenso del número de oficiales y ayudantes parados, por ejemplo, en la metalistería ha alcanzado la cifra del 70% y en la industria de la confección del 76%. El trabajo incontrolado ha disminuido de la misma manera. La cifra de negocios alcanzó ya en el año de 1935 a 15.000 millones de marcos, lo que supone un aumento de más del 50% en relación con el año de 1933 y de unos 18.000 millones en el año de 1937.


La Industria

Los principales propósitos del grupo Industria, que después de su reorganización es el más importante y mayor de todos, son los siguientes: enseñanza técnica e instrucción de sus miembros; enseñanza de los nuevos procedimientos técnicos, sobre los nuevos materiales y sobre el ahorro de materias primas; enseñanza comercial de los miembros sobre las cuestiones económicas esenciales de su ramo (movimiento del mercado de los productos no elaborados y análisis del mercado de ventas); asesoramiento de los miembros en cuanto a la mejora de los procedimientos de trabajo y de administración para aumentar la rentabilidad (fomento de los conocimientos económicos de los miembros, contabilidad); asesoramiento en las cuestiones de organización de carteles y cooperación en el control de los mismos.
Otros temas no menos importantes son los siguientes: cuestiones especiales sobre política contributiva; tarifas de transportes; cuestiones monetarias y política comercial; fomento de los institutos de educación e investigación; cuestiones de protección antiaérea y de economía de la defensa nacional; presentación de dictámenes sobre asuntos de su especialidad; asesoramiento en todas las demás cuestiones de derecho comercial y social y de economía social; colaboración en la educación profesional de los jóvenes; colaboración en las cuestiones referentes a exposiciones y ferias.
Todos los fabricantes deben ser miembros del grupo Industria ya que sería injusto que el industrial aislado pudiera cosechar para sí lo que sembraron sus colegas. Según la ideología nacionalsocialista el trabajo mancomunado es un deber para conseguir la máxima rentabilidad y el mayor rendimiento posible en beneficio del pueblo y del Estado.
El grupo Industria está organizado, según los ramos, en 29 grupos económicos; bajo la dirección de 7 jefes principales abarcan 225 grupos profesionales y 14 grupos de distrito; imponente resumen que podría ser objeto de simplificación uniendo unos grupos a otros. Si se compara la clasificación clara de la nueva organización con el sistema anterior de asociaciones económicas libres se verá que antes existían 1.185 asociaciones en la Federación nacional de la industria alemana y que la Unión general de industrias no tenía menos. Por otra parte, la industria alemana después de los Estados Unidos es la más especializada del mundo y su organización debe por tanto responder a su enorme complejidad.
Una tal concentración organizadora de las fuerzas industriales es de gran importancia para la economía nacional y de una necesidad absoluta si el Estado quiere alcanzar una meta tan elevada como es la del segundo Plan cuadrienal. No se trata aquí de una red de servicios oficiales o de una burocracia económica, sino de una organización técnica y regional, que facilita la actividad y la iniciativa de cada una de las ramas industriales en todo el ámbito del Reich para resolver los grandes problemas planteados por el Estado en interés de la comunidad nacional.
El segundo Plan cuadrienal obliga a aumentar el rendimiento de la economía alemana porque se propone realizar una producción en grande de materias primas del país, a fin de asegurar a Alemania su independencia en ese terreno. La nueva organización ofrece la garantía de que la industria sabe aprovechar las investigaciones de la química explotándolas con el rendimiento necesario.
La coyuntura del primer Plan cuadrienal le planteó a la industria problemas que exigían la máxima capacidad de rendimiento tanto técnica como comercialmente. La naturaleza de la coyuntura, determinada por las necesidades del Estado, produjo una expansión de extraordinaria rapidez en algunas industrias y sobre todo el establecimiento de otra casi nueva en el Tercer Reich: la industria de los armamentos. Esto tuvo como consecuencia un súbito y considerable aumento de la producción en algunas industrias, una serie de requisitos de carácter especial sobre la calidad de los materiales y una gran demanda de obreros especialistas. Todo esto merece ser destacado.
Debido a la situación especial de Alemania en la economía mundial surgieron exigencias de distinta índole. Como las limitadas reservas de moneda extranjera no permitían un aumento del comercio de exportación que compensara los desembolsos hechos por la creciente adquisición de materias primas, la industria se vio ante la necesidad de establecer por sí misma una base de éstas en el propio país. Los resultados son más que satisfactorios. Alemania se encuentra actualmente en situación de producir ella misma casi la mitad de la cantidad de bencina que necesita; su industria de la lana celulósica le ofrece la posibilidad de fabricar por procedimientos químicos una considerable parte de sus fibras textiles. Lo mismo sucede con otros materiales alemanes como la resina artificial y el caucho sintético “Buna”. Los experimentos hechos, por ejemplo, en el ejército alemán y en las últimas carreras de automóviles han demostrado que los productos fabricados con “Buna” son más resistentes que los mismos hechos con caucho natural. El precio algo más elevado de la “Buna” queda en parte compensado por su calidad (Fig. 133 a 138).
Los datos estadísticos muestran que el número de obreros empleados en la industria durante el primer Plan cuadrienal se ha aumentado de 3,7 millones a 6,6 millones; a este último número hay que añadir 861.000 empleados. El promedio diario de la jornada de trabajo ha subido de 6,97 a 7,62 horas. La producción ha experimentado un aumento mensual considerable, de algo más de 600 millones de marcos ha subido a 1.200 millones y las sumas de salarios en la industria ha aumentado en más del doble: de 400 millones de marcos ha pasado a 865 millones [1].
El Comercio

La gran importancia de esta antiquísima actividad humana ha permanecido siempre la misma en la vida de los pueblos, en el transcurso de los siglos y a través de todas las mutaciones, tanto en las formas políticas como en las sociales.
El mismo bolchevismo ha tenido que reconocer su error de la distribución mecánica de los bienes. Stalin lo manifestó tácitamente en el Congreso del Partido de 1934 cuando dijo:

Por fin tenemos que darnos cuenta que el destino último de las mercancías no es la producción sino el consumo. En nuestro país se han dado casos en que, a pesar de la existencia de grandes cantidades de mercancías y productos agrícolas, éstos no llegaban al consumidor sino que al contrario vagaban durante años por entre los rincones burocráticos de la susodicha red de distribución de mercancías fuera del alcance del consumidor. Así se explica que la industria y la agricultura bajo tales condiciones perdieran todo estímulo para aumentar la producción y que la red de distribución de mercancías fuera amontonándolas mientras que el labrador y el obrero carecían de ellas. El resultado fue la ruina de la vida económica del país a pesar de la existencia de productos.

Y refiriéndose al fracasado intento de un “comercio de Estado”, Stalin continuó diciendo:

Hay que terminar con la costumbre malsana de los funcionarios comerciales de distribuir mecánicamente las mercaderías; además, hay que hacer desaparecer el desprecio a las necesidades del consumidor, el automatismo en la distribución de las mercancías y la ausencia de responsabilidad personal en el comercio.

En la nueva Alemania el principio de que “el interés general está por encima del interés particular” ha sido también aplicado al campo del comercio. El comercio ha sido reconocido como una parte imprescindible de la economía nacional y al mismo tiempo que el Estado, por medio de medidas prácticas y legislativas, pone todo empeño en estimular la iniciativa privada y reforzar la aportación personal, interviene también, asegurando la estabilidad del mercado y dirigiendo la economía nacional en beneficio general de la nación. La iniciativa privada debe continuar desarrollándose, pero su camino lo señala el Estado. Antes, cuando el comercio no tenía obligación ninguna con respecto a la economía general, el juego de la oferta y de la demanda dominaban por sí solos el mercado; el comercio regulaba el mercado y los precios; la economía privada, desligada de todo estímulo a favor de resultados beneficiosos a la economía nacional, servía sólo para satisfacer el interés particular, aspirando el mayor provecho en relación con el capital invertido basándose en precios máximos en perjuicio del consumidor. Actualmente, el Estado dirige las aspiraciones comerciales hacia la utilidad particular en beneficio de la colectividad y como consecuencia favorece a la economía nacional.
A este fin se han destinado una serie de leyes especiales y disposiciones complementarias para la inspección de los precios del ministro nacional de Economía y del comisario del Reich. Las órdenes del comisario son extraordinariamente amplias.
Gracias a estas medidas y a la nueva organización de la economía industrial alemana se ha logrado, desde mediados de 1933, un considerable aumento del comercio.
La estadística oficial del Reich alemán en realidad no puede presentar un cuadro exacto del número de empresas comerciales y de las personas ocupadas en el comercio. Esto se deriva de que el último censo de las empresas, en el cual [Figura 3] están apoyados los resultados de la estadística del Reich, fue ejecutado en 1933. Desde entonces 6 millones de connacionales han sido reincorporados al proceso del trabajo y cinco generaciones de jóvenes entraron a formar parte de la vida profesional, correspondiendo una buena parte al ramo del comercio. Además, como el censo de las empresas industriales fue efectuado con anterioridad a la reconstrucción de la economía alemana, era natural que en tal momento todavía no se hubiesen podido establecer las correspondientes deducciones. Si tomamos como base el censo de 1933 de la economía industrial, el número de asalariados para el grupo del comercio en aquel año se elevó a 3,8 millones, frente a 5,5 millones en el grupo de la industria y 4 millones en el grupo del artesanado. Con respecto al número de las empresas se muestran considerables diferencias entre los resultados obtenidos en el censo de las empresas y el número del grupo comercio, originadas por las mismas causas. Hoy existen en la organización obligatoria del comercio alemán, representada por el grupo del comercio con sus 5 ramas económicas y sus 8 grupos profesionales independientes, más de 1,2 millones de empresarios y su respectivo personal, unidos por la base vinculadora de una conciencia profesional común y al mismo tiempo por iguales aspiraciones en el rendimiento de la economía nacional.

Todos los grupos del comercio han quedado comprendidos desde 1935 en el alza general de las ventas. Esta prosperidad se mostró particularmente ostensible en el comercio al por menor que pasó de 21.800 millones de marcos en el año de 1933 a unos 31.000 millones en el año de 1937; los beneficios de la industria hotelera, que en el año de 1932 había alcanzado su máxima depresión con la cifra de 3.800 millones de marcos han subido en el año de 1937 a 5.200 millones. En el comercio al por menor alemán esto significa un incremento del 45% y en la industria hotelera de 36%, en relación con el nivel más bajo de los años de crisis,
El cálculo del movimiento de capitales en el comercio al por mayor no se puede establecer con la misma exactitud para los años anteriores. Los cálculos aproximados del año de 1933, descontando la importación y la exportación dan la cifra de 23.000 a 25.000 millones de marcos. Se puede suponer que desde aquel año el comercio al por mayor en Alemania ha experimentado un aumento semejante en el volumen de sus cifras de negocios a juzgar por los suministros hechos al comercio al por menor. El volumen de las ventas ha sido más elevado en aquellas ramas del comercio al por mayor proveedoras de la industria y del artesanado, que en aquellas otras proveedoras del comercio al detalle. Teniendo en cuenta todos los factores de la cuestión se puede suponer que el incremento en el comercio interior al por mayor se ha elevado en un 60% de 1933 a 1937, es decir, en cerca de 1/3 más que el aumento en el comercio al detalle. Basándose en cálculos prudentes y escrupulosos se puede suponer que la cifra de negocios del comercio al por mayor en Alemania asciende en el año de 1937 a la suma de unos 40.000 millones de marcos.
Sumando las distintas cantidades que se obtienen en cada uno de los ramos comerciales resulta para el comercio al por mayor, al detalle ambulante e industria hotelera un total de unos 76.000 millones de marcos para el comercio alemán. Esta cifra no debe estimarse exagerada pues en ella no se incluyen las sumas resultantes del comercio de importación y exportación y los servicios de los intermediarios así como los de las empresas de los grupos profesionales autónomos del grupo central Comercio. Por tanto se puede estimar la cifra global del comercio alemán en el año de 1937 en unos 80.000 millones de marcos; un resultado de la economía nacional que se puede poner dignamente al lado de los obtenidos en otros ramos de la vida económica de Alemania.
También en estos últimos años, se han exigido al comercio, dentro de sus posibilidades económicas, importantes sacrificios; pero éste espontáneamente los ha tomado a su cargo y aceptado con gusto aunque para muchos parecían muy duros después de la crisis económica que lo había arruinado. No es así como quizá quisieran opinar quienes se encuentran alejados de los problemas; en realidad, las ganancias líquidas del comercio no corresponden proporcionalmente al alza de las cifras de venta. Pensando en los intereses superiores de la comunidad, el comercio alemán en los últimos años ha renunciado a una parte importante del margen de sus beneficios e incluso ha prestado una contribución esencial —pudiera decirse duplicada— a la rebaja de los precios en numerosos artículos de marca. Y no sólo ha prescindido de este margen de ganancia para promover una reducción en los precios sino que, además, por la rebaja del costo de producción, ha desistido también de su legítimo beneficio líquido.
En muchos casos el aumento de la cifra de negocios no hubiera sido suficiente para compensar los descuentos impuestos por las reducciones de los precios. Sin embargo, se pudo imponer al comercio tal sacrificio porque se sabía que bajo la dirección experta del grupo Comercio y sus organizaciones había aumentado notablemente el rendimiento y con ello podía cumplir plenamente con su obligación respecto a la economía nacional para la racionalización más intensa de la empresa.
En relación con lo anteriormente expresado hágase mención sólo de los trabajos encaminados a la introducción de una contabilidad comercial regular para todas las empresas comerciales, a la instalación de oficinas fiduciarias en conexión con la organización profesional de los agentes fiduciarios de la economía y, por último, a las transacciones de empresas realizadas por medio del comercio. Todos estos trabajos contribuyen al aumento de la capacidad productiva del comercio alemán, del cual la economía nacional tiene más necesidad de la que jamás hubiera tenido en el pasado, ya que en la actualidad se encuentra en el momento de su más potente concentración; en efecto, los vastos proyectos económicos, característicos de la economía nacional del presente, no se terminan con sólo organizar y orientar la producción de mercaderías, sino en verdad se complementan cuando se consumen razonablemente de acuerdo con la finalidad para la cual han sido destinadas.


Política Financiera

Otro punto importante del programa de Adolf Hitler, ya mencionado anteriormente, es el reconocimiento de la propiedad privada. El Estado nacionalsocialista ha sometido también al capital bajo su dirección.
Este principio sirve para fomentar la formación de capital en Alemania ya que es natural que el capitalista no se decida a colocar capital por iniciativa propia en una empresa de interés nacional, a menos que el Estado o la comunidad [Figura 4] le garanticen un beneficio seguro. Así se ha cumplido una condición necesaria para el nuevo Estado: la de hacer efectiva la formación de capital sin lo cual le hubiera sido imposible realizar su grandioso programa socioeconómico y organizar la defensa nacional. Seguramente ha sido un éxito de esta política financiera, el haber logrado unificar el mercado de capitales y dirigir la corriente del dinero para dar cumplimiento a los problemas planteados.
En 1933 el capital ahorrado era muy limitado. Muy malas eran también las circunstancias concernientes a los impuestos. Entre el mercado monetario y el del capital existía una tirantez extraordinaria que exigió mayor efectividad del mercado del capital mediante una reglamentación adecuada del mercado monetario, para animar paulatinamente el poder de sus funciones y consolidar así la confianza de los poseedores de valores en la capacidad de absorción del mercado de capitales.
Una intervención del mercado de capitales privados hubiera eliminado por completo la iniciativa privada, que precisamente se trataba de reanimar. El Estado tuvo que adoptar nuevos métodos para no entorpecer el desarrollo normal y poner en peligro el sistema monetario o el presupuesto nacional. Como ya hemos dicho, el Estado se decidió por una vasta creación de créditos que le hizo posible combatir con éxito el paro forzoso, estimular una amplia coyuntura en el interior del país y llenar los vacíos de capital que existían en la economía. Por esto la política del capital, es decir el sistema monetario, de crédito, bursátil y del ahorro en conjunto, a partir del año de 1933, toma una posición especial en la legislación económica de Alemania.
La importante ley del 5 de Diciembre de 1934 “sobre el crédito” realizó una verdadera reforma bancaria y crediticia y creó al mismo tiempo la base para una política de crédito, sistemática y uniforme, con disposiciones especiales para la reglamentación de las operaciones de las cajas de ahorro dentro de los bancos y para la protección del ahorro público.
La idea central de esta ley es la reunión de todas las fuerzas de la política bancaria y crediticia, la administración económica de los fondos existentes y por ingresar (es decir, evitar los negocios dudosos y restringir los gastos generales, ambos esenciales para rebajar el tipo de interés); la división adecuada del trabajo en el aparato bancario, la supresión de la competencia ilegal e irregular, la garantía de las demandas de crédito de cuantía media y pequeña, la distribución adecuada del crédito por regiones, la limitación severa de los negocios especulativos, la constitución de una reserva líquida en interés de los ahorradores y depositadores de capital y por último una mayor publicidad de los balances de los bancos.
Los institutos bancarios están bajo la vigilancia de una oficina inspectora y de un comisario de bancos subordinado a ésta. La libertad en el comercio bancario queda suprimida. La concesión de créditos, la relación entre el capital propio y las obligaciones generales, la liquidez, la contabilidad, la creación de créditos bancarios y todas las demás operaciones bancarias están bajo la constante inspección y control del organismo competente. Una separación más rigurosa entre los depósitos de cuentas corrientes y los de las cajas de ahorros así como las disposiciones sobre la liquidez que incluyen en la reserva líquida los valores a renta fija pignorables por el Reichsbank, salvan la distancia que existía entre el mercado monetario y el del capital y aseguran un mercado de valores a renta fija, fértil y duradero.
Como complemento de esta ley que acabamos de enunciar, apareció la “ley de stock de empréstitos” en virtud de la cual se determina que las sociedades capitalistas, que, a consecuencia de la reanimación del mercado interior creado por el Estado, procedieran al aumento de los dividendos, no podrán en lo sucesivo repartir sus ganancias en la forma que mejor les parezca, sino que tendrán que depositar en el stock de capital de producción del Banco de Descuento alemán una parte importante de la ganancia, si ésta pasa del 6 u 8%. Este stock de empréstitos será administrado “fiduciariamente” para los socios, sin tocar la propiedad y será repartido entre ellos pasados cuatro años. Con estas medidas el gobierno quiere poner a contribución una parte de las fuerzas sobrantes de las sociedades anónimas, producidas sobre todo por la reanimación del mercado interior, para consolidar así el mercado interior, para consolidar así el mercado de capitales y de este modo llegar a la reducción sistemática del tipo de interés.
Además, en 1934 por una reorganización de la Bolsa, se redujo el número de las bolsas de valores de 21 a 9 dando por resultado mayor concentración de capitales en menor número de bolsas.
Una prueba del restablecimiento de la confianza del ahorrador alemán nos lo ofrece la cifra de más de 16.000 millones de marcos de depósitos en las cajas de ahorros; el empréstito emitido en 1935 por valor de 1.000 millones de marcos fue suscrito en partes iguales por los bancos en el mercado público y por las cajas de ahorros.
Hay que recalcar que todas las cajas de ahorros alemanas han colocado sólo la cantidad de 1.500 millones de marcos en empréstitos del Estado; por el contrario, las cajas de ahorros de otros países —por ejemplo en Francia e Italia— han tomado una participación mucho mayor en los créditos al Estado. Incluso, los cinco bancos mayores de Londres tienen colocados más de 5.000 millones de marcos en valores del Estado inglés. El capital móvil de los ocho bancos alemanes más fuertes alcanza aproximadamente la cifra de unos 7.000 millones de marcos.
Para no cansar al lector haremos caso omiso de las medidas tomadas por el nacionalsocialismo sobre reducción del tipo de interés bancario, sobre los bancos del Estado, sobre las cajas de ahorros y de giros, sobre la liquidación de las mutualidades, etc. Con estas disposiciones se ha dado un paso importante hacia la depuración del mercado de capitales y el restablecimiento de una situación económica sana. A continuación hablaremos de la legislación sobre el régimen de divisas que se puede considerar como un conjunto de medidas que, con relación al mercado exterior, se ha hecho necesario debido a la escasez de existencias de oro y de divisas extranjeras.
Los resultados alcanzados hasta ahora no se deben considerar más que con una etapa en el camino emprendido, pero no se puede negar que el sistema del crédito ha hecho considerables progresos durante el tiempo del primer Plan cuadrienal. Los activos de los institutos de crédito han sido purificados de las escorias de las épocas anteriores. Se ha logrado sustituir las deudas exteriores por depósitos alemanes; se ha visto que la industria bancaria es, lo mismo antes que ahora, imprescindible para el buen funcionamiento del mercado de capitales. Ante todo se ha creado una situación muy clara en las relaciones entre el Estado y el crédito. Por último, los rudos antagonismos que antes existían entre las diversas partes de la industria del crédito, han sido eliminados gracias a la actividad conciliadora del comisario y del grupo superior de Banca.


El Comercio Exterior

Alemania ha sido en todos los tiempos uno de los primeros países exportadores del mundo, sobre todo de productos manufacturados. El comercio alemán de exportación de artículos de toda clase, desde máquinas y buques hasta productos químicos, desde motores eléctricos y aparatos de radio hasta mecánica de precisión, desde cintas cinematográficas hasta juguetes para niños, etc., ha dado al Reich gran renombre como proveedor del mundo.

La crisis mundial, los monstruosos pagos por concepto de reparaciones de guerra y los más diversos obstáculos que el extranjero ha opuesto a la exportación alemana, hicieron que el comercio exterior disminuyera casi un tercio. Una ojeada sobre el cuadro que a continuación sigue y sobre el gráfico que de él se deduce muestra con pavorosa claridad la profunda depresión que el comercio alemán ha experimentado desde el comienzo de la crisis mundial.

Comercio exterior alemán (salvo el oro y la plata) en millones de marcos
Año
Importación
Exportación
Excedente
Total
Comesti-bles
Materias primas
Productos manufac-turados
Total
Comesti-bles
Materias primas
Productos manufac-turados
1928
14.001
4.333
7.218
2.450
12.276
642
2.750
8.884
- 1.725
1929
13.447
3.973
7.205
2.269
13.483
724
2.926
9.833
+ 36
1930
10.393
3.087
5.508
1.798
12.036
548
2.450
9.038
+ 1.643
1931
6.727
2.024
3.478
1.252
9.599
406
1.813
7.380
+ 2.872
1932
4.667
1.528
2.412
727
5.739
218
1.032
4.489
+ 1.072
1933
4.204
1.113
2.421
670
4.871
181
903
3.787
+ 667
1934
4.451
1.100
2.600
751
4.167
121
790
3.256
- 284
1935
4.159
996
2.553
564
4.270
75
747
3.418
+ 111
1936
4.218
1.499
2.322
397
4.768
88
878
3.802
+ 550
1937
5.468
2.045
2.977
397
5.911
88
1.121
4.700
+ 443

[Gráfico 5]

De este cuadro se desprende, entre otras cosas, que mientras en la época anterior a la crisis mundial el valor de la exportación alemana alcanzó en el año de 1928 la enorme cifra de 12.276 millones de marcos y en el año de 1929 la de 9.833 millones, bajó en el tiempo de la toma del poder por el nacionalsocialismo a 4.871 millones y alcanzó en los años siguientes su máxima depresión con la cifra de 4.167 millones de marcos. El excedente de exportación de 1.643 millones en el año de 1930, o el de 2.872 millones en el año de 1931, descendió a 667 millones en el año de 1933 y se transformó en el año de 1934 en un saldo negativo de 284 millones de marcos.
Es su consuelo lamentable que el comercio exterior de otros países industriales acuse aproximadamente el mismo proceso. Alemania, debido a sus deudas exteriores, a su carácter tan marcado de país industrial, a su penuria en oro y divisas disponibles y a la falta de muchas materias primas que necesita para su industria tan desarrollada, se halla en situación especial.
El origen de estas deudas se harto conocido: el Dictado de Versalles. Basándose en el susodicho Convenio de Paz, no sólo se ha despojado casi completamente a Alemania de sus capitales invertidos en el extranjero por valor de unos 25.000 millones de marcos, con los réditos de los cuales pagaba sus excedentes de importación, sino que se ha obligado al Reich a pagar en moneda extranjera las “reparaciones” que se le impusieron.
Una vez que se hizo patente la imposibilidad de transferir estas reparaciones al extranjero en forma de mercancías, Alemania fue declarada capaz de pagar dichas reparaciones por el Plan Dawes y más tarde por el Plan Young. Se emprendió el fatal camino de contratar, con bancos y particulares extranjeros, empréstitos y créditos por un valor de 27.000 millones de marcos cuyo producto en divisas fue destinado en gran parte al pago de las reparaciones.
Como el presidente de entonces del Reichsbank, Dr. Schacht, declaró el 30 de Agosto de 1934 en la Conferencia Internacional de Economía agraria en Bad Eilsen, el contra valor del marco redundó en beneficio de las empresas económicas alemanas que habían recibido los créditos extranjeros e incluso las divisas fluyeron pasajeramente al Reichsbank; pero del otro lado, el gobierno sacó de nuevo de la comunidad el importe de las reparaciones, por medio de impuestos y otras medidas similares con lo cual compró al Reichsbank las cantidades de divisas necesarias para transferirlas a las potencias beneficiadas por las reparaciones.
La llamada memoria Layton de la Conferencia Internacional de Basilea de 1931 comprobó, con las cifras a la mano, de manera inequívoca, que Alemania, en los años que han seguido al Plan Dawes, no ha obtenido superávit alguno en su balanza comercial, con el cual le hubiera sido posible atender a sus pagos de reparaciones. Los gobiernos aliados han recibido hasta fines de 1931, por el concepto de reparaciones acumuladas, la cantidad de 10.300 millones de marcos que en el fondo han pagado sus propios ciudadanos y los de los Estados neutrales. Visto desde el punto de vista de la deuda exterior alemana hay que añadir a la suma, mencionada en la memoria Layton, otros 5.000 millones de marcos que se componen de las cargas por reparaciones desde principios de 1931 y de los intereses de los pagos por reparaciones hechos con dinero prestado. Alemania por tanto, solamente por el concepto de reparaciones, ha contraído una deuda de más de 15.000 millones de marcos con los capitalistas extranjeros.
Este sistema tan absurdo como irresponsable tenía que fracasar tan pronto como el extranjero suspendiera la concesión de nuevos créditos. El mismo Plan Dawes había expresado claramente que las deudas internacionales sólo podrían ser amortizadas por medio de mercancías o de servicios y que las operaciones de crédito internacional servirían en efecto para ocultar por algún tiempo el cumplimiento de las deudas pero no para su eliminación definitiva.
La situación se hizo aún más peligrosa debido a que la participación de los créditos a corto plazo en la deuda total crecía continuamente, sobre todo cuando a raíz de la quiebra bursátil norteamericana de Octubre de 1929 se hizo más difícil la colocación de empréstitos a largo plazo.
En el verano de 1931 los créditos a corto plazo fueron retirados en masa, con el resultado de que el sistema internacional de crédito impuesto por las reparaciones de deshizo como un castillo de naipes sepultando consigo el disparatado tinglado de las reparaciones. El terrible golpe que le fue asestado al edificio del crédito alemán durante el año de 1931 y sobre todo en el mes de Julio está aún fresco en la memoria de todos: cierre temporal de los bancos y bolsas, garantía del Reich al Danatbank y ayuda al Dresdnerbank, redescuento del 15% del Reichsbank, control riguroso de divisas, moratoria, suspensión de pagos de numerosos bancos, emigración de capitales por valor de ¡4.900 millones de marcos!
Si bien algunos políticos de diferentes naciones intentaron salvar la situación, no consiguieron encontrar el apoyo necesario para resolver la crisis por el camino de una colaboración internacional. La suerte estaba echada.
La memoria de la Comisión especial consultiva del Banco Internacional de Pagos de Basilea, de fecha 23 de Diciembre de 1931, contiene la siguiente afirmación: “Todos los países han sufrido grandes trastornos a consecuencia de la crisis de crédito de este verano, pero en Alemania sus efectos han sido desoladores”. Y más adelante: “Las cargas tributarias en Alemania son tan enormes que no es posible aumentarlas más”. Así se vio obligado todo el mundo a deducir las consecuencias de la nueva situación, a concertar en Enero de 1932 el “Convenio de crédito alemán” y algunos meses más tarde, en Lausana, a derogar el pago de las reparaciones.
Las deudas extranjeras, como queda mencionado, fueron la consecuencia de la política de las reparaciones y de la equivocada colocación de créditos y siguieron invariables a fines de 1930 con un importe superior a 25.000 millones de marcos, de los cuales alrededor de 15.000 millones eran a corto plazo. Actualmente estas deudas ascienden a 11.000 millones, es decir, a algo menos que las reparaciones pagadas desde el Plan Dawes, incluidos los intereses correspondientes. A pesar de las enormes dificultades que el extranjero ha impuesto al comercio exterior alemán, el Reich, en el curso de 6 años, no sólo pudo mantener el pago de los intereses por valor de varios millones de marcos al año, sino además reembolsó más de 8.000 millones de las deudas originales que a raíz de la toma del poder por el nacionalsocialismo importaban unos 20.000 millones de marcos. Desde luego hay que anotar que la reducción de 4.000 millones ha sido debida a la desvalorización de algunas monedas extranjeras.
Alemania no ha retirado su firma con la cual contrajo estos compromisos. El Dr. Schacht, ha repetido a menudo que Alemania se esforzará siempre (mientras esto sea posible, es decir, en tanto lo permitan las reservas de divisas del Banco) en satisfacer los créditos existentes. “No queremos olvidar —dijo en su discurso pronunciado en Königsberg el 18 de Agosto de 1935— que nuestros acreedores extranjeros no son los gobiernos, sino millares de ciudadanos de esos países los que nos han prestado sus ahorros.”

Por lo que antecede, no debe extrañar que las reservas de oro y divisas del Reichsbank hayan disminuido a una suma tan insignificante.
Tales reservas importaban, a fines de 1931, 1.156 millones de marcos y esto después que la crisis bancaria había ocasionado una reducción de más de 3.000 millones de marcos; en el curso del siguiente año disminuyeron estas reservas a 920 millones. A fines de 1933 llegaron a un nivel de 395 millones de marcos, a pesar de un ingreso de divisas por importe de 100 millones de marcos, realizado en virtud de la ley “contra la traición a la economía alemana” de Julio de 1933.
La política de procuración de trabajo del gobierno nacionalsocialista ha tenido como consecuencia un aumento de las importaciones de materias primas; desde el punto de vista de las divisas esto tiene una importancia especial ya que los precios de aquellas mostraron en el invierno de 1933/34 una tendencia al alza. Este aumento de las importaciones junto con las dificultades cada vez más agudas que encontraba a su paso la exportación alemana, hizo que la balanza comercial alemana que en 1933 señalaba un saldo favorable de 667 millones de marcos se convirtiera en un saldo pasivo de 284 millones en el año de 1934. Este saldo negativo, los scrips (abreviatura que significa: obligaciones de la caja de conversión de las deudas exteriores alemanas) así como las demás obligaciones de capitales hicieron disminuir rápidamente las reservas de oro y divisas del Reichsbank, de forma que a fines de Marzo de 1934 éstas importaban 245 millones de marcos y a fines de Junio llegaban solamente a 77 millones.
Tan pronto como pudo darse cuenta de este alarmante estado de cosas, el Reichsbank a principios de Marzo de 1934 tomó las medidas adecuadas para contrarrestarlo. El contingente de importación de divisas que desde Mayo de 1932 hasta Febrero de 1934 había permanecido inalterable en el nivel de 50% de los años de 1930 y 1931, se redujo al 45% en Marzo de 1934, al 35% en Abril, al 25% en Mayo, al 10% en Junio y al 5% en Julio del mismo año. Además, en virtud de la ley “sobre el comercio de materias primas y mercancías semimanufacturadas extranjeras”, de fecha 21 de Marzo de 1934, se dictó la prohibición temporal de importar materias primas importantes. Las oficinas de control tenían a su cargo de moderar la adquisición de materias primas.
Estas medidas no produjeron sin embargo el resultado esperado, en parte porque había que cumplir con los contratos ya concertados en meses anteriores que obligaban a la aceptación ulterior de mercancías, en parte también porque, mediante el convenio de pagos llamado de la “cláusula de Suecia”, las cuentas especiales de los bancos emisores extranjeros abiertas en el Reichsbank hacían ineficaces estas mismas medidas. A fines de Junio el Reichsbank se vio obligado a recurrir a un expediente de carácter transitorio: el reparto de divisas, limitando su entrega diaria al monto de su ingreso. Las solicitudes para la adquisición de divisas eran atendidas según su grado de urgencia repartiéndolas en proporción a las que ingresaban diariamente.
El Reichsbank pudo de este modo detener el retroceso ulterior de las existencias de oro y divisas que había descendido a 75 millones. Sin embargo, como por este medio sólo regulaba el pago pero no limitaba la importación efectiva, surgieron numerosas deudas comerciales cuya fecha de vencimiento había pasado ya, aumentándose cada vez en mayores proporciones y amenazando arruinar el crédito de los exportadores alemanes con el resultado de que la importación a tres meses vista se substituyera con más frecuencia por la efectuada al contado. Durante el mes de Julio de 1934 fueron creciendo las dificultades en relación con el reparto de divisas por lo que se hacía inevitable una reglamentación definitiva de la importación global conforme a normas uniformes.
El presidente del Reichsbank, Dr. Schacht, que a fines de Julio fue encargado del Ministerio de Economía, en su discurso pronunciado en la velada de la prensa en la Feria de Otoño de Leipzig, el 26 de Agosto de 1934, anunció la implantación del sistema de leyes y disposiciones que se conoce bajo el nombre de “Plan nuevo”. Este sistema, con su ordenación clara y concluyente, regula aún en la actualidad y con gran éxito el comercio exterior de Alemania.
“El principio supremo de toda concepción comercial —decía el Dr. Schacht— debe ser y será el no contraer obligación alguna de cuyo cumplimiento no se esté seguro; durante largo tiempo la política ha amenazado estas reglas comerciales. Estoy firmemente decidido a terminar con este estado de cosas y confío en la comprensión de todos los sectores económicos del mundo. No nos queda más que un solo camino recto y este es el de hacer concordar nuestra importación con nuestras posibilidades de pago.”
El nuevo plan creado en Septiembre de 1934 persigue, como se ve, restablecer en la economía el principio del comerciante honrado de no comprar más que lo que pueda pagar, y al mismo tiempo ejercer una influencia en el sentido que los alemanes compren en primer lugar lo que sea absolutamente necesario para Alemania. No es necesario que el pago se haga en efectivo; también se puede hacer, como en las operaciones de compensación, una especie de trueque de mercancía contra mercancía. En todo caso, el plan Schacht impide que se efectúen compras y se importen mercancías para las cuales no haya posibilidad alguna de pago o en las que no se tenga asegurada la contrapartida.
Con objeto de tener un control permanente sobre la efectividad del plan y una clara idea de conjunto sobre el desarrollo de la situación del comercio alemán y de su tráfico de mercancías con el extranjero y, además, para poder distribuir metódicamente las mercancías en el mercado interior, se organizaron 27 oficinas de inspección para todos aquellos productos que estaban en relación con la exportación. Con esto se ha conseguido una vigilancia perfecta de la importación que pone a Alemania en condiciones de pagar sus compras en el extranjero, ante todo a sus clientes (es decir, a los compradores de productos manufacturados alemanes).
Un jefe del Ministerio de Economía, director del Reichsbank Karl Blessing, ha caracterizado el Plan Nuevo del modo siguiente:

El Plan Nuevo persigue como finalidad inmediata armonizar nuestra importación con las posibilidades de pago y como finalidad lejana organizar y desarrollar nuestra balanza comercial de tal manera que se puedan satisfacer nuestras necesidades vitales de importación y atender a nuestras obligaciones restantes. Cuanto más nos ayuden nuestros países acreedores tanto mayor será la posibilidad de pagar nuestras deudas.

Este sistema representa en efecto una medida que limita la libertad de las casas comerciales; el mismo Dr. Schacht considera este plan como algo “monstruoso” porque por él se vuelve a los más primitivos caminos comerciales: a cambiar perlas de vidrio por marfil, como era costumbre hace 80 ó 100 años en África central. Mas, sin este procedimiento no le hubiera sido posible a Alemania salir adelante.
El objetivo de la política comercial alemana, de sólo comprar en el extranjero aquellos productos de imprescindible necesidad vital, no se ha alcanzado en su totalidad, debido a la naturaleza misma del comercio exterior. Los proveedores extranjeros se ven obligados a veces a vender, además de los productos importantes para Alemania, aquellos otros a los cuales ésta podría renunciar sin pena. Así, por ejemplo, Brasil sólo suministra algodón a los compradores de su café; Chile sólo entrega cobre a los que adquieren salitre. A pesar de estas dificultades se ha logrado adaptar ampliamente la estructura de la importación alemana a las necesidades vitales de la economía nacional. Del mismo modo ha quedado eliminado definitivamente el saldo desfavorable del comercio exterior de Alemania, del año de 1934. En el año de 1935 la exportación alemana superaba ya a la importación en 111 millones de marcos; en el año de 1936 se alcanzó un superávit de 550 millones y en 1937 de 443 millones de marcos.

El nuevo plan se puede considerar como un éxito de la política económica de Alemania. Este éxito se puede resumir en los cuatro puntos principales, siguientes:
1º La aportación de capital para llevar a cabo el enorme programa de procuración de trabajo y de rearme por sus propias fuerzas sin que se produjera alteración alguna en el mercado monetario o en el valor de la moneda.
2º Cancelación de 8.000 millones de marcos de deudas extranjeras. En efecto, se ha logrado llegar a una inteligencia con los países extranjeros en la cuestión de las deudas. La conservación de la paridad del oro de la moneda alemana ha contribuido al mismo tiempo a que Alemania pudiera beneficiarse en la reducción de sus deudas de todas las ventajas de la desvalorización de las monedas de los otros países.
3º El nuevo plan ha hecho posible el aumento de pedidos de materias primas y productos semimanufacturados y asimismo la disminución al mínimo del importe de productos manufacturados. Además, con esto se creó la posibilidad de entrar en competencia con el extranjero aún en aquellos mercados en que el fabricante extranjero parecía haber conseguido una gran ventaja en los precios gracias al dumping monetario.
4º Estabilidad en la paridad monetaria.

Este último punto merece ser objeto de un detenido estudio porque no ha sido obra muy fácil para Alemania mantener el curso del marco a la altura debida, a pesar de la desvalorización monetaria en otras naciones grandes y pequeñas y de ciertas corrientes de opinión en los centros económicos alemanes a favor de una desvalorización del marco, según las cuales se favorecería al comercio exterior, tan necesario al Tercer Reich.
El presidente del Reichsbank y ministro delegado de Economía no dio jamás la más mínima posibilidad para que esta esperanza pudiera realizarse. Ya el 22 de Febrero de 1934, con motivo de un discurso ante la Federación nacional de banqueros dijo:

Señores: ustedes saben que a mí me gusta hablar claro. Por tanto quiero expresar aquí, abiertamente, que me es harto conocido el criterio de ciertos grupos de exportadores, según el cual no se puede mantener la exportación sin desvalorizar el marco. Estoy tan convencido de que en interés de la procuración de trabajo no sólo es necesario sostener la exportación alemana, sino que es necesario aumentarla, que yo no dejo pasar la menor ocasión para hacer notar que además de atender el mercado interior no se debe descuidar tampoco la exportación... No obstante, no puedo suscribirme a la idea de proceder a una desvalorización del marco. Las razones para ello son las siguientes:
1º La exportación alemana se basa en su mayor parte en la elaboración de las materias primas extranjeras que sufrirían un inmediato encarecimiento si se desvalorizara el marco. En esto reside la diferencia fundamental respecto a Inglaterra que produce sus materias primas, casi sin excepción, en su propio imperio (Lo mismo puede decirse respecto a Estados Unidos que también son casi autárquicos en materias primas. Observación del autor).
2º El gran sacrificio de la desvalorización del marco sería de muy poco provecho, porque la contracción del comercio mundial, que se basa en otros principios completamente distintos, no sería aliviada de esta forma por nosotros y nuestra participación en el mismo no podría aumentar sobre el nivel actual, debido a que tanto Estados Unidos como Inglaterra no han estabilizado en definitiva sus monedas respectivas y responderían inmediatamente con una nueva desvalorización.
3º Aún existen otros medios para hacer frente al dumping monetario de otros países sin tener necesidad de reducir el valor del marco. El sistema de la exportación adicional contra el pago de marcos bloqueados, bonos extranjeros y scrips, organizado por nosotros, nos permite resarcirnos de cierta parte de lo que nos quita la desvalorización inglesa y estadounidense. Este sistema es todavía muy susceptible de un desarrollo progresivo y en este sentido haremos todo lo que podamos, sobre todo una vez que los acreedores extranjeros hayan comprendido por fin la justificada necesidad de este sistema.
Para terminar quiero hacer constar expresamente que la voluntad del gobierno de conservar el poder adquisitivo al obrero y al pequeño ahorrador no ha sido quebrantada en lo más mínimo y que por lo tanto no se puede hablar de una desvalorización del marco.

A estas razones tan claramente expuestas se puede añadir todavía que una desvalorización habría sido equivalente a un aumento en las cargas de las deudas al extranjero, ya que éstas en su mayoría están estipuladas en divisas. La ventaja obtenida por Alemania en la reducción de sus deudas a consecuencia de la desvalorización de las otras monedas habría desaparecido totalmente. Por otra parte existiría el peligro de que las exportaciones, actualmente posibles, tendrían que ser ofrecidas a un precio más barato que hasta el presente, de modo tal que, expresado en moneda extranjera, aparecería en primer lugar una reducción del producto de la exportación que, por de pronto, tendría que ser compensado por un aumento de ésta. En tanto que sólo se realizara un aumento en la cantidad y no en la calidad no se conseguiría ventaja alguna sino, al contrario, una desventaja en relación con el estado actual, puesto que el contingente de materias primas incluido en las cantidades aumentadas de exportación tendría que ser pagado en moneda extranjera.
Por último, una desvalorización de la moneda en un país como Alemania, ya acostumbrado a la inflación, tendría sin duda alguna repercusiones perjudiciales en el aparato crediticio y en el espíritu de ahorro del pueblo. Todos los progresos que se han logrado en el campo del mercado de capitales quedarían anulados de golpe.
El 27 de Septiembre de 1936 el gobierno francés hizo llegar a manos del gobierno del Reich la nota publicada por París, Londres y Washington sobre la desvalorización del franco francés llamando la atención en particular sobre el párrafo en el que se solicitaba la colaboración del resto de las naciones para llevar a cabo la política formulada en dicha nota. El presidente del Reichsbank puso en conocimiento de la opinión pública que el propósito proclamado en la declaración de las tres potencias “de mantener la paz, de favorecer la creación de condiciones que puedan contribuir del modo más conveniente al restablecimiento del orden en las relaciones económicas internacionales y de hacer una política que tenga por nota el desarrollo del bienestar en el mundo y el mejoramiento del nivel de vida de los pueblos” corresponde en todo su contenido al deseo y voluntad que Adolf Hitler ha expresado reiteradamente en sus solemnes declaraciones. El gobierno y el Reichsbank por su parte han llegado a la conclusión de que Alemania no desea aumentar más la inseguridad del comercio internacional, intensificada por las medidas desvalorizadoras del extranjero, ya que Alemania contribuiría como un elemento más de inseguridad en la situación monetaria. “Por lo que concierne a Alemania —declaró el Dr. Schacht— quisiera decir que el sistema del control de divisas, cuyas incomodidades y defectos hemos reconocido en todo momento, no podrá hacerse superfluo por una simple desvalorización. La pesada carga de las deudas resultante de la injusticia de Versalles y las dificultades en procurarnos nuestras materias primas nos obligan a adoptar tal sistema. Solamente la atenuación de las cargas que sobre nosotros pesan podrá hacer innecesario el régimen alemán de divisas. De la solución de esta cuestión depende no solamente el bienestar económico de Alemania sino el de todos los países interesados en la capacidad de absorción de un mercado de 80 millones de almas.”
Estas palabras no hacen más que confirmar el programa del gobierno nacionalsocialista a su advenimiento al poder: ¡Nada de experimentos monetarios!


La Nueva Dirección de la Economía

El 27 de Noviembre de 1937 el Führer relevó al Dr. Schacht accediendo a la petición de éste, de su cargo de ministro de Economía. El Dr. Schacht continuó siendo presidente del directorio del Reichsbank. Al mismo tiempo, en consideración a que debía continuar como consejero personal del Führer fue nombrado ministro sin cartera. En una carta personal del Führer y canciller al Dr. Schacht se expresa el agradecimiento por los servicios extraordinarios que éste ha prestado, y que se han tenido en cuenta las razones que le han impulsado para pedir el ser relevado de su cargo. Tales razones son la consecuencia de la organización del Plan cuadrienal que hizo necesaria la fusión de éste con el Ministerio de Economía. El retiro del ministerio del Dr. Schacht se acepta en la firme esperanza de que seguirá sirviendo en su calidad de presidente del Reichsbank lo mismo al pueblo que al Führer y que durante muchos años prestará su saber y su capacidad junto con su incansable dinamismo al servicio del interés general.
Con fecha 15 de Enero de 1938 fue nombrado ministro de Economía el Sr. Walter Funk, que hasta entonces había ejercido el cargo de subsecretario en el Ministerio de Propaganda y jefe de prensa del gobierno. Mientras tomaba posesión, quedó encargado de los asuntos del ministerio el delegado del Plan cuadrienal, mariscal Göring.
Con este motivo, el mariscal Göring declaró, entre otras cosas, que el hacerse cargo él del ministerio, durante las seis semanas próximas, lo consideraba como la fusión y estrecha colaboración de todos los servicios que son necesarios para la realización del Plan cuadrienal. El Führer le ha encargado ejecutar, en el curso de ese tiempo, la unificación del personal y de la organización y tomar aquellas medidas que puedan garantizar la resolución efectiva de los problemas que corresponden al delegado del Plan cuadrienal y al ministro de Economía. En estas seis semanas debe organizarse todo lo que concierne al material y al personal para la perfecta realización de los trabajos del Plan cuadrienal. El Ministerio de Economía será el órgano ejecutivo del Plan cuadrienal.
En efecto, a principios de Febrero de 1938 el Ministerio de Economía fue organizado como sigue: fuera del departamento central existen 5 departamentos principales: I (Industria: materias primas y medio manufacturadas alemanas), director: general Loeb; a este departamento pertenecen 4 negociados: Cuestiones y proyectos generales, Informes técnicos industriales, Química, Combustibles y líquidos). II (Minería, Siderurgia, Energía); director: general von Hanneken; este departamento se divide en 3 negociados: Minería, Siderurgia, Energía. III (Ordenación económica, Comercio, Artesanado); director: consejero de Estado Schmeer, hasta entonces director de la Oficina central para el Plan cuadrienal en el Frente Alemán del Trabajo. Este departamento abarca dos negociados: Organización económica e Inspección industrial. IV (Moneda y Crédito); director: presidente Lange. V (Comercio exterior, Divisas, Exportación); director: mayor retirado von Jagwitz; a este departamento corresponden 3 negociados: Informaciones regionales, Régimen de divisas y Exportación.
Además quedaron subordinados al ministerio: 1º La Oficina central para el Fomento de la Economía (Investigación, Urbanización, Realización del Plan cuadrienal), director: mayor Dr. Ing. Czimatis. La Oficina está dividida en las secciones: Investigación y Desarrollo, Proyectos y Ejecución. 2º La Oficina central para exploración del subsuelo (fusión de los institutos geológicos regionales hasta ahora existentes), presidente con categoría de subsecretario, Ing. Keppler. 3º El Comisariado nacional para el aprovechamiento de material viejo.
Fue nombrado subsecretario del Ministerio de Economía el miembro del Directorio del Reichsbank, Brinkmann, y confirmado en su cargo (para misiones especiales) el subsecretario Posse.
Por medio de esta reforma del Ministerio de Economía se reduce esencialmente la organización del Plan cuadrienal, ya que todas aquellas partes que concuerdan directamente con el trabajo de las secciones especiales existentes en el Ministerio de Economía han sido pasadas a éste.

Con motivo de la toma de posesión del cargo del nuevo ministro de Economía Funk, el 7 de Febrero de 1938, el mariscal Göring pronunció una alocución en la cual hizo constar, entre otras cosas, que la reforma del Ministerio de Economía capacitará en adelante a éste para la realización completa del Plan cuadrienal. Asimismo ha sido necesaria una renovación parcial del personal del ministerio. Es un error suponer que con la reorganización del Ministerio de Economía él (Göring) haya abandonado la dirección del Plan cuadrienal. Por el contrario, como encargado del Plan cuadrienal precisamente se encuentra ahora en mejor situación para dirigirlo de acuerdo con las grandes directrices formuladas por el Führer. Como el Plan cuadrienal plantea además otros problemas que sobrepasan el campo de acción del Ministerio de Economía se ha mantenido también la organización del primero con sus acreditadas instituciones: Comisariado para la fijación de los precios y los grupos: Alimentación, Colocación obrera, Divisas, Transportes, Servicio forestal, etc. Esta organización constituye actualmente, junto con el Ministerio de Economía y con todos los demás negociados competentes, un conjunto unitario bajo la dirección suprema del encargado del Plan cuadrienal.
El ministro de Economía Funk afirmó que ha asumido la parte ejecutiva más importante del Plan cuadrienal confiada al mariscal Göring. Su misión será conquistar la libertad de la economía nacional y asegurar las bases vitales del pueblo alemán. En el primer año del Plan cuadrienal, que ha sido sin duda el más decisivo, se han alcanzado resultados evidentes. En el curso del año de 1937 se han producido en Alemania más del doble de materias primas que en el año de coyuntura 1928/29; el volumen de las exportaciones se ha elevado en un 19% y el de las importaciones en un 18%, lo que prueba una vez más que el Plan cuadrienal no es hostil al comercio de exportación. A continuación el ministro expuso las funciones que incumben a los industriales. Para el desarrollo de la clase patronal es difícil que se presente una oportunidad mejor que la época del plan cuadrienal. Entre la economía pública y la privada no debe existir oposición alguna ya que en todos los tiempos la amplia iniciativa económica del Estado ha proporcionado a la iniciativa privada un impulso poderoso. La economía debe ser protegida contra sus más acérrimos enemigos: ignorantes, denunciantes y burócratas.
La importancia que la economía nacionalsocialista atribuye a la producción, no sólo como medio de lucha contra el paro obrero sino como capital efectivo de la nación, se colige también de la siguiente declaración del Führer ante el Reichstag, el 20 de Febrero de 1938, que representa el programa económico del futuro.

Para nosotros no existe ningún otro camino que el del mayor aumento de nuestro trabajo y en consecuencia el de sus productos. Las exigencias del pueblo alemán están en relación con el alto nivel de vida al cual se ha acostumbrado. Si el resto del mundo estuviese influido sólo por grandes estadistas, en lugar de estarlo por periodistas, debería sentirse agradecido por su influencia. Cuanto mayores sean las exigencias culturales y vitales de un pueblo, tanto mayor será su anhelo de paz. Sólo la paz ofrece la posibilidad de realizar aquellos cometidos capaces de satisfacer las exigencias de un nivel de vida tan elevado. Nuestra situación económica es difícil. Pero ello no es debido a que en Alemania gobierna el nacionalsocialismo, sino a que viven 140 habitantes por kilómetro cuadrado y a que nosotros no contamos con aquellas riquezas naturales y del subsuelo con que cuentan otros pueblos y, sobre todo, porque carecemos de tierra fértil. Si el imperio británico se disolviera súbitamente e Inglaterra se viera obligada a vivir de su propio suelo, entonces quizás enseguida se tendría allí mayor comprensión para las grandes dificultades a las cuales tenemos que hacer frente en el terreno de la economía.
Que Alemania haya conseguido resolver este problema y cómo lo consiguió, es en sí un milagro y un motivo para todos nosotros de sentirnos verdaderamente orgullosos. Cuando un pueblo no dispone de reservas de oro y de divisas, en ninguna forma, y ello no porque ahora rige aquí el nacionalsocialismo sino porque el Estado anterior antinacionalista, democrático-parlamentario, fue saqueado durante 15 años por un mundo sediento de botín y tiene que alimentar a 140 habitantes por kilómetro cuadrado sin poseer una sola parte mínima del complemento colonial que necesita, cuando un pueblo, al que faltan numerosas materias primas y no tiene ni la posibilidad de adquirirlas ni está dispuesto a llevar una existencia de trampa por medio de créditos, cuando un pueblo semejante reduce en cinco años el número de sus obreros parados a la nada, y no sólo mantiene su nivel de vida sino lo mejora aún y todo esto gracias a su propia energía y trabajo; cuando un pueblo lleva a cabo tal milagro, deberían por lo menos callarse todos aquellos que, a pesar de mayores posibilidades económicas, apenas se hallan en situación de solucionar sus propios problemas de trabajo.
Nuestra misión en lo futuro será también de preservar de ilusiones al pueblo alemán. La peor ilusión es sin duda la de creer que se puede gozar de algo que anteriormente no ha sido creado y producido por el trabajo. Con otras palabras: nuestro deber en lo futuro será también el de hacer comprender a todo alemán, tanto al de la ciudad como del campo, que el valor de su trabajo siempre debe ser igual al de su salario. Es decir al labrador sólo puede recibir a cambio de los productos que obtiene de la tierra aquello que el obrero de la ciudad ha alcanzado anteriormente con su trabajo y este último a su vez sólo puede recibir lo que el labrador ha conseguido arrancar del suelo y todos entre sí sólo pueden cambiar aquello que producen: la moneda sólo sirve para desempeñar su papel de mediadora; en sí misma no posee ningún valor propio. Todo marco que se pague de más en Alemania presupone que el trabajo ha sido aumentado por valor de un marco, pues de lo contrario este marco es un simple pedazo de papel desprovisto de todo poder adquisitivo. Sin embargo, nosotros queremos que nuestro marco continúe siendo un papel honrado, una orden de pago por el producto de un trabajo igualmente honrado, realizado por otro. Este trabajo es la verdadera garantía de una moneda, la única y efectiva. ¡Por esta razón hemos sido capaces, sin oro y sin divisas, de mantener el valor del marco alemán y con ello hemos asegurado el valor de nuestros depósitos de caja de ahorros en una época en que aquellos países, que rebosan de oro y de divisas, han tenido que desvalorizar su misma moneda!

El nuevo ministro de Economía, que posee un profundo conocimiento en la materia y que durante largos años ha sido consejero económico del Führer, ha mostrado ya en sus primeras manifestaciones que sus ideas se extienden mucho más allá del campo estrictamente burocrático y que considera con amplia visión los problemas económicos de Alemania dentro del marco de la economía mundial.
Con motivo de la apertura de la Feria de Leipzig, el 7 de Marzo de 1938, Walter Funk pronunció un discurso en el cual indicó que en el extranjero se ha dicho repetidas veces que el progreso de la economía alemana coincide con una coyuntura mundial de carácter general. Desde luego, esto es cierto en gran parte, pero dicha coyuntura ha sido de poco provecho para Alemania porque como consecuencia de las medidas protectoras que ha sido necesario tomar, el comercio exterior se ha perjudicado notablemente. Hay que advertir además que en la segunda mitad del año de 1937 hubo un retroceso general de esta coyuntura y sin embargo la economía alemana no ha sufrido la menor detención en su desarrollo progresivo. Se debe hacer notar que la política económica del nacionalsocialismo concede máxima importancia al aumento del comercio exterior y a la mejora de las condiciones internacionales para los negocios y los pagos. Economistas extranjeros han llegado en sus repetidas investigaciones a la conclusión de que la economía alemana es absolutamente sana y que por su estabilidad está al amparo de toda crisis. Esto se ha conseguido gracias al principio del nacionalsocialismo: la política debe preceder a la economía. Este principio ha impuesto aquellos métodos económicos que tenían por meta la supresión de la insoportable dependencia en la cual se encontraba el país con respecto al extranjero. Ya que Alemania carece de oro y de divisas, como nueva base del bienestar del pueblo se ha creado el trabajo que es más sólido que el oro. Alemania tampoco se ha dejado llevar de experimentos monetarios que no hubieran hecho más que acarrear pérdidas al patrimonio de la nación. El Reichsmark ha guardado siempre su gran prestigio en su calidad de papel moneda. No se ha recurrido tampoco al aumento de las escalas de precios y jornales sino que éstos han permanecido estables.
El ministro trató luego la cuestión de buscar las posibilidades que permitieran formar un nuevo sistema internacional del comercio y del tráfico de capitales, basándose en las experiencias de la posguerra. Es absolutamente posible conseguir por este medio el mejoramiento de las relaciones comerciales internacionales así como un equilibrio económico, sólo tendría que producirse una modificación en las ideas y en los métodos económicos de los Estados que incriminan a los países que hoy todavía mantienen relaciones comerciales con aquellos Estados que fueron obligados a dejar la dirección de su comercio exterior a sus respectivos gobiernos. Alemania debe prestar una atención especial a la exportación de los nuevos materiales en estos momentos en que en el país surge una nueva industria mundial y se crean nuevos materiales que a consecuencia de su excelente calidad y variadas formas de aplicación ofrecen la posibilidad de conquistar el mercado mundial. Gracias al ingente progreso de la economía, Alemania debiera ser un país preferido para colocar en él el capital extranjero.
El hecho de que el comercio de exportación y el tráfico de divisas no sean satisfactorios y sólo se puedan mantener gracias a una reglamentación bajo el control del Estado, encuentra su razón en el problema de la liquidación de deudas y en el colonial, aún no resuelto. Según cálculos de los expertos resulta que Alemania, si recupera las colonias, lograría un ahorro de divisas de 200 millones de marcos que al cabo de los años podría llegar a 500 ó 600 millones. La posesión de colonias representaría además una base supletoria de producción. La perspectiva de recuperar las colonias es una cuestión de honor nacional, ya que el despojo de ellas no está justificado por motivos económicos sino que se impuso como un castigo deshonroso.
Respecto a la cuestión de las deudas extranjeras se puede decir que los empréstitos alemanes garantizados por el Estado muestran una cotización y un tipo de interés que son indignos de Alemania y nocivos a su prestigio. Estas deudas proceden de una época ya pasada en la que se hizo una política exterior con créditos bancarios. Alemania no quiere ni necesita ningún empréstito nacional en el extranjero, pero con respecto a los ya existentes hay que llegar a un acuerdo que considere la situación política económica de Alemania y cree condiciones naturales y estables. Del arreglo de las deudas depende en último término el valor de la moneda alemana en el extranjero y este valor lo mismo que todos los demás valores alemanes deben ser objeto de su nuevo ajuste.
Durante una solemne sesión en el Centro de Comerciantes de Bremen, celebrada el 16 de Junio de 1938, el ministro de Economía, Funk, habló sobre el problema de las deudas políticas. Insistió en que las controversias internacionales de los últimos tiempos muestran un cierto temor a una nueva crisis de la economía mundial. Estados Unidos y Alemania aparecen como los verdaderos polos opuestos; mientras que precisamente Estados Unidos debería ser considerado como un centro de perturbación, en cambio la economía alemana ofrece una resistencia inquebrantable a la irrupción de una nueva crisis. Como ejemplo de la rápida prosperidad de la economía alemana, el ministro citó la producción de acero que en los cinco primeros meses del año de 1938 sobrepasó a los de Estados Unidos (Estados Unidos: 9.180.000 tons; Alemania: 9.200.000 tons). El llamado mercado mundial que tanto conmueve los ánimos significa en general menos de lo que se cree. En el año de 1929 el comercio mundial importó 284.000 millones de marcos; en el año de 1936, 105.000 millones y en el año de 1937, 130.000 millones. Frente a estos números la cifra correspondiente a Alemania habría importado en el año de 1937 la cantidad de 210.000 millones de marcos. El contingente de exportación de Alemania ha ascendido en el año de 1938 al 8,7% del capital nacional, en Estados Unidos al 5,4%, en Inglaterra al 10% y en Francia al 11,4%. Estos datos muestran claramente que las distintas economías nacionales se esfuerzan en liberarse de las influencias del mercado mundial.
El trastorno más fuerte en el mercado mundial ha sido provocado por las deudas políticas. En esta clase de deudas hay que incluir también las reparaciones de guerra que llevaron a Alemania al borde de la ruina. Una deuda política no se convertirá en comercial por el mero hecho de que del lado de los acreedores aparezca el capital privado en vez del Estado. Este carácter que tienen los empréstitos Dawes y Young ha sido combatido constantemente por el nacionalsocialismo. El ministro declaró que el prestigio de la Alemania nacionalsocialista no tolera el estado actual de los empréstitos públicos alemanes en el extranjero. Hay que proceder primero a un reajuste para reducir el tipo de interés injustificado del 7% y 5,5% a un nivel normal. El sistema de las deudas políticas es rechazado en principio por Alemania como antieconómico. Las deudas políticas pueden llegar a ser muy penosas como lo demuestra la historia; no sirven para lograr fin económico alguno sino sólo para conquistar una posición de dominio político.
Un ejemplo, que puede servir de lección, nos lo da el empréstito político concedido en años anteriores a Austria. En una sesión celebrada en Roma por las potencias fiadoras (Inglaterra, Francia, Bélgica, Holanda, Suecia, Dinamarca, Checoslovaquia y Suiza; Italia se retiró) se llegó a la conclusión de que Alemania era la sucesora legal de los tres empréstitos hechos por la Confederación austríaca. Al mismo tiempo el gobierno del Reich fue invitado a reconocer esta sucesión (Los empréstitos son: el de Conversión llamada antes Empréstito de la Sociedad de las Naciones [deuda a fines de 1936: 567,4 millones de chelines austríacos]; empréstito internacional de 1930: 323,6 millones de chelines; empréstito de Lausana de 1933: 245 millones de chelines.). Tales obligaciones, como manifestó el ministro, no existen más. Inglaterra después de la guerra de los boers tampoco ha reconocido las deudas de la República como deudas del Estado inglés y lo mismo ha hecho Estados Unidos después de la guerra civil en cuanto a los empréstitos de los Estados del Sur y Francia después de la ocupación de Madagascar. Por tanto, según esta práctica del derecho internacional, no se puede exigir la aceptación por parte de Alemania de las deudas de la Confederación austríaca.
De aquí que sea necesario aclarar la cuestión de si el actual país de Austria como parte integrante del Reich alemán debe ser considerado como sucesor legal del Estado austríaco de Saint-Germain. El Estado de Austria no ha pasado al Reich sino que ha sido eliminado como tal. El Estado impuesto por el tratado de Saint-Germain ha podido subsistir, menospreciando la voluntad nacional, gracias sólo a la ayuda extranjera, tanto económica como política. Alemania niega con toda energía de los empréstitos concedidos a la Confederación hayan contribuido a la reorganización económica austríaca; por el contrario, no fueron concedidos más que para impedir el Anschluß de Austria al Reich. El resultado económico de esta ayuda financiera del extranjero es tan desolador que los países que han aportado sus capitales no se pueden vanagloriar de ello. La afirmación de que Alemania debe responder del pago de los empréstitos de la Confederación austríaca por haberse hecho cargo del activo de su economía no es admisible, ya que Austria no puede mostrar valor económico alguno que se haya obtenido con dinero extranjero. Por tanto, no existe para el Reich obligación alguna, ni desde el punto de vista del derecho internacional, ni desde el de política económica ni de deber moral, para reconocerse como sucesor legal en los empréstitos de Austria. Sobre el arreglo de las cuestiones económicas referentes a Austria, actualmente se llevan a cabo negociaciones a base de un espíritu conciliador con los Estados garantes, sobre todo con el gobierno inglés, pero conservando el punto de vista fundamental del gobierno del Reich.
Finalmente, el ministro hizo constar que en lugar del crédito internacional, que cada vez pierde más fuerza y prestigio, debe adoptarse el crédito nacional que todo país debe crearse por sí mismo mediante trabajo diligente.

En la manifestación celebrada el 1 de Julio de 1938, en Stettin, por elementos de los círculos de la economía de Pomerania, habló el ministro de Economía Funk sobre las nuevas bases del comercio mundial. Entre otras cosas dijo que Alemania, después de Estados Unidos e Inglaterra, es hoy la tercera nación en importancia en el comercio mundial, aún cuando no posee ni una sola colonia. En cuanto a la producción industrial le corresponde el segundo lugar y Estados Unidos ocupa el primero. Alemania se ve obligada hoy a concertar negociaciones comerciales con varios Estados. Una guerra económica mediante la cual se intentara amenazar a un pueblo de 75 millones acarrearía consecuencias incalculables a la economía mundial. De ahí que se haya manifestado en estas negociaciones de todas las partes una voluntad comprensiva. El ministro se refirió con especialidad a los acuerdos anglo-alemanes que satisfacen plenamente los intereses de ambas partes (incluyendo los empréstitos a Austria, garantizados por Inglaterra, nota del autor). En estas negociaciones se ha concedido la mayor importancia en el cambio de mercancías.
Se impone la necesidad de buscar nuevas bases para el cambio internacional de mercaderías porque las actuales no pueden basarse por más tiempo en el crédito, el oro o la moneda, sino sólo en la producción, las mercaderías y los precios. En cuanto a la situación económica interna de Alemania, el ministro declaró que tiene que ser orientada políticamente, es decir, desde el punto de vista nacionalsocialista. Para la obtención de este fin se impone, como requisito indispensable, que la política económica sea orientada y gobernada según los mismos principios, tanto en el Partido como en el Estado. Desde luego, la dirección gubernativa no debe conducir a burocratizar la economía. A continuación, el ministro anunció el proyecto de descentralización de las funciones del Ministerio de Economía del Reich; estas disposiciones no darían origen a cuerpos complementarios de administración, sino que más bien tareas de la incumbencia de la central deberán pasar a oficinas descentralizadoras.
[1] Seguramente habrán de interesar al lector algunos datos sobre la obtención de la bencina y de la goma artificial (buna).
Para obtener la primera se emplea el procedimiento de la hidrogenación elevada presión, que ha sido ensayada por la I. G. Farbenindustrie A.G. en su fábrica de Oppau y desarrollado en gran escala en Leuna, el que se basa en el hecho de que en el carbón se encuentran los mismos elementos que en los aceites minerales y en la bencina. Si se descompone la bencina químicamente en sus elementos, se ve que está formada por 85 partes de carbono y 15 de hidrógeno. Si, de la misma manera, se someten a la descomposición química las materias primas de las cuales se obtiene actualmente la bencina, tales como el petróleo, el alquitrán, la hulla y el lignito, se ve que también estas materias se componen de carbono e hidrógeno, pero con menor proporción de éste que la bencina y que, además, contiene otros elementos como oxígeno, nitrógeno y azufre que no deben concentrarse en aquella. Para aumentar la cantidad de hidrógeno de las materias primas se someten éstas a la hidrogenación y se eliminan todos los demás elementos dejando solos el carbono y el hidrógeno. Como las moléculas de la bencina son más pequeñas que las de las materias primas, es necesario dividir las moléculas de éstas para obtener la hidrogenación.
Esta división molecular y el paso de la mayor parte de las combinaciones químicas contenidas en el carbón a hidrocarburos líquidos se consiguen por medio de una presión elevada en presencia del hidrógeno. Empleando catalizadores adecuados se obtiene una aceleración y regulación del proceso de hidrogenación (Los catalizadores son sustancias metálicas y no metálicas que permaneciendo inalterables durante todo el proceso químico facilitan las reacciones entre los otros cuerpos).
El método de la hidrogenación comenzó a desarrollarse a mediados del año 1924 en Ludwigshafen-Oppau en el mismo sitio en donde había comenzado también la síntesis de las sales nitrogenadas. En Julio de 1926 se decidió construir una instalación experimental que en un principio había sido proyectada para producir 100.000 toneladas de bencina anuales. Ya en Noviembre del mismo año se comenzó a construir en Leuna una fábrica para la obtención de los hidrocarburos líquidos en gran escala; el 1 de Abril de 1927 comenzó a funcionar ya el primer grupo.
En cuanto a la rentabilidad de este sistema de obtención de bencina artificial y aceites minerales por el tratamiento del carbón se oye a menudo formular la pregunta sobre si Alemania tendrá reserva de carbón suficientes para satisfacer las necesidades que exige tal procedimiento y si los nuevos combustibles se podrán poner a un precio de venta que no signifique una limitación en el desarrollo de las comunicaciones, que en Alemania ha tomado un gran impulso en los últimos años. Esta cuestión es respondida por los peritos con datos numéricos cuyo valor está demostrado por el trabajo de los años que lleva ya en marcha la fábrica de Leuna. Para producir una tonelada de bencina se necesitan veintidós de lignito o cuatro y media de hulla; en Alemania, las reservas comprobadas de lignito son de unos 50.000 millones de toneladas y las de carbón de piedra de más de 100.000 millones de toneladas. La producción anual es de 137 millones de toneladas de lignito y de 140 millones de hulla. Las cantidades de carbón que han sido necesarias hasta ahora para cubrir las necesidades de consumo de aceite mineral en Alemania no pasan de 4 millones de toneladas al año, cantidad, como se ve, relativamente pequeña.
La cuestión del precio se resuelve también de una manera satisfactoria de modo que en el nivel actual de precios para aceites minerales no ha habido necesidad de introducir modificaciones importantes, aun teniendo en cuenta el coste de obtención de la bencina.
La producción de combustibles artificiales en Alemania ha despertado el mayor interés en el extranjero. No hay duda ninguna de que la técnica no sólo ha prestado un gran servicio al pueblo alemán sino también al mundo entero.
Lo mismo se puede decir de la goma sintética Buna.
Alemania no tiene plantación alguna de árboles de caucho y sin embargo lo produce; con cal y carbón prepara su industria una materia artificial que supera en sus propiedades de aplicación a la goma natural.
La I. G. Farbenindustrie se ha presentado con la buna por primera vez ante el público en la exposición internacional de automóviles y motocicletas de Berlín de 1936. La atención de los visitantes de todos los países estaba retenida por las piezas expuestas, por la serie de modelos movibles, por las descripciones esquemáticas y por las vistas de una fábrica de buna. A fines del mismo año estaba ya terminada la primera fase de una instalación capaz para la producción industrial de este nuevo producto. Desde entonces se han conseguido notables avances en la síntesis y producción industrial de la buna.
En la Exposición Internacional de París este producto recibió el Gran Premio, y fue reconocido por el mundo entero como un éxito de la ciencia y técnica alemanas.
El nuevo material se emplea no sólo en las cubiertas sino también como goma blanda y elástica que es también un elemento importante de construcción en el automóvil moderno. Hasta ahora no había sido posible emplear la goma blanda preparada del caucho natural para piezas que hubieran de estar en contacto frecuente con la bencina o el aceite porque quedaba rápidamente destruida por la acción corrosiva de éstos. El Perbunan, que es una clase especial de buna, evita este inconveniente del caucho natural y permite preparar artículos de goma sumamente elásticos y resistentes a la acción de los aceites y carburantes. Además, como en la industria del automóvil es de gran interés disponer de un material elástico que resista al frío y al calor, se consiguen preparar piezas de buna que ofrecen estas cualidades en grado mucho más elevado que el caucho natural.
Los químicos y técnicos han preparado así con el carbón y la cal nacionales, una materia, no solamente de cualidades superiores a la goma natural, sino que reúne en sí misma las ventajas de varios de los tipos de goma preparada con caucho natural. Pero, además, por esta síntesis del caucho se pueden preparar clases especiales que ofrezcan determinadas propiedades. Hasta hoy se encuentran cuatro variedades de buna como resultado final de esta síntesis. Sus nombres son: Buna 85, Buna 115, Buna S (el caucho para cubiertas) y Perbunan (Buna N).
Alemania no dispone de la energía solar de los trópicos, pero con materiales de su propio suelo produce este artículo tan valioso, que tiene aplicación en la construcción de máquinas, en la industria del automóvil, en instalaciones eléctricas, etc. Es el material de trabajo apropiado a nuestra época, empleado para amortiguar el ruido y los golpes y para favorecer la elasticidad en las máquinas y motores; para cintas y bandas de transmisión, tubos de calefacción, rodillos y planchas de prensa; para trajes especiales, delantales, botas y guantes, para juntas; como medio aislador, para cubiertas macizas y neumáticas, etc.
Las ventajas de la goma sintética preparada por la técnica industrial alemana son tales que no sólo ha encontrado aceptación en la industria nacional sino que, además, queda demostrado por el hecho de que ha aumentado en poco tiempo la demanda extranjera de las clases especiales de buna. Esto es una prueba evidente de lo que pueden enriquecer la síntesis y métodos químicos a la economía mundial cuando se trata de material que puede encontrar tan variados campos de aplicación.