Werwolf

"Sehen wir uns ins Gesicht. Wir sind Hyperboreer". Nietzsche

Tuesday, May 08, 2007

La Alemania de Hitler XVII


XVII La Mujer en el Tercer Reich


Durante los años de lucha, no le pasó desapercibido a Adolf Hitler el papel importantísimo que la mujer, como compañera del hombre, podía desempeñar en la propagación del movimiento nacionalsocialista. “Sin la constancia y el espíritu de sacrificio verdaderamente fervoroso de la mujer —dijo el Führer en la ultima Asamblea del Partido en Nuremberg— jamás yo hubiera podido llevar el Partido a la victoria”. Con su advenimiento al poder, el Führer reconoció toda la significación de la mujer y sus distintos valores de acción, tanto en la vida política en general, como en la política demográfica, la asistencia social y otras instituciones, en las cuales su paciente, amorosa y delicada colaboración es de un valor inestimable.
Contestando a una pregunta que junto con algunos colegas de la prensa extranjera dirigimos a la presidenta de la Juventud femenina, Sra. Getrud Scholtz-Klink, en la que le rogábamos nos explicara qué puntos de vista ideológicos guiaban a la mujer alemana en su intervención en el movimiento nacionalsocialista, —la activa Presidenta nos respondió en una conferencia pronunciada en el hotel Kaiserhof, lo siguiente:

Nuestra ideología, que afectaba a todo nuestro pueblo en sus más profundas raíces, no fue determinada por consideraciones materiales, sino por el espíritu mismo de este pueblo. Cuando se trata de cosas espirituales, no es ya la mayoría quien decide, sino la fuerza inmanente de cada individuo. Esta intuición la tenían no sólo los hombres alemanes, sino también muchas mujeres alemanas, que en los años de lucha, para ganar el alma del pueblo, fueron las compañeras incondicionales y decididas de estos hombres.

Esta actitud resuelta e incondicional por nuestra parte en favor del nacionalsocialismo, nos ha sido reprochada en ciertas esferas de la sociedad, como una traición a los intereses particulares de la mujer. Sobre esto quiero expresar en esta ocasión con toda claridad lo siguiente: El mandato fundamental de la ideología nacionalsocialista, desde su fundación hasta hoy, reza así: El interés de la colectividad está por encima del interés particular. Por consiguiente, mientras no nos fuera posible ayudar a todo nuestro pueblo, no podíamos pensar de modo alguno en poner en primer término cualquier deseo particular, o necesidades particulares de la mujer.

Mientras ardiera en los corazones de los hombres alemanes el anhelo de encontrar los caminos para el saneamiento de nuestro pueblo, era para nosotras, mujeres, mucho más importante la totalidad del pueblo, que las aspiraciones y deseos propios.”

En el extranjero la mujer alemana tropieza con una serie de prevenciones y opiniones erróneas sobre su actuación política, que tienen su origen en el insuficiente conocimiento de Alemania y del pueblo alemán. Unos creen poder formarse una idea de la mujer alemana considerando la berlinesa mundana, esbelta y elegante, que lleva de paseo a su lindísimo perrito faldero de largo y sedoso pelo por la soberbia avenida del Kurfürstendamm, o conduce su “Mercedes” de líneas modernas por las carreteras de los bellos alrededores de Berlín; otros se atienen al tipo burgués de la “Margarita”, con sus subidos colores naturales, sus ojos azules y las trenzas rubias que caen sobre sus hombros. Este juicio sería tan falso como, lo fuera el de valorar a la mujer francesa por la parisina emperifollada de los grandes Boulevares.

La mujer alemana es generalmente de una elegancia sobria y de una franqueza alegre y espontánea. Aún cuando bajo el nuevo régimen no asiste a los cursos universitarios con el celo de antes, ni ambiciona cargos políticos, sin embargo conserva una elevada educación general, así como su interés por la música, la literatura y las bellas artes. A menudo puede observarse, por ejemplo, en el autobús u otros medios de transporte, a mujeres y muchachas leyendo sus autores predilectos; en las salas de concierto, el sexo femenino constituye la mayoría del público y escuchan la música con un recogimiento casi religioso.

Digno de señalar es también la afición de las mujeres al deporte. Esto está demostrado por la intensa participación femenina en los ejercicios de cultura física, y las numerosas sociedades deportivas femeninas que existen en todas las ciudades de Alemania. Su interés en todas las organizaciones deportivas, desde el deporte ligero hasta la natación, las carreras pedestres y los concursos esquíes, es cada vez mayor.
Pero sobre todas las cosas, la idea de la familia dirige e inspira con preponderancia a la muchacha alemana; el sueño de su futuro hogar es lo que alienta en su corazón. No el tipo “garçonne”, sino que es consciente de que ha de llegar a ser mujer, y su corazón es siempre sensible a la eterna canción del amor. Manifiesta su entusiasmo al escuchar los discursos políticos de Hitler, o al tomar parte en las grandes manifestaciones publicas nacionalsocialistas, —pero siempre se complace de ser mujer, y su misión de madre futura y como tal es de la misma condición e índole que todas las demás mujeres del mundo. Toda esposa pone el mayor empeño en ser considerada como buena ama de casa, y poder demostrar lo que ha aprendido en casa de sus padres, en los cursos de economía casera, organizados por la Asociación femenina nacionalsocialista, o en cualquiera de las numerosas escuelas privadas. Las jóvenes prometidas se adiestran en todos los ramos de la economía casera, con el fin de luego poder ofrecer a su esposo un hogar atrayente y alegre, confortable y bien administrado.
En cumplimiento de las funciones que como mujer la incumben, la alemana se siente responsable ante la colectividad. «Nosotras —me decía una vez una colaboradora de la Asociación femenina nacionalsocialista— servimos la vida de nuestro pueblo y consideramos el trabajo de nuestro hogar como un medio de alcanzar y mantener la salud tanto física como espiritual de nuestro pueblo valiéndonos de las fuentes de energía de nuestra propia economía.

La nueva ideología ha operado en la mujer alemana una profunda transformación, que se refleja tanto en su interior como en su exterior; Miles de muchachas de la juventud hitleriana se enorgullecen de llevar su sencillo vestido de chaqueta parda y falda negra, habiendo suprimido el pelo a la garçonne (melena) dejado crecer de nuevo sus trenzas. Esto significa también el retorno de la juventud femenina a los principios originales de la moral, a una mayor estimación personal y a un mayor respeto de la opinión ajena, sin por esto pecar de gazmoñería exagerada. A esto contribuye también el hecho de que el hombre ha vuelto a sentir un mayor respeto hacia la mujer. El aumento de las posibilidades de trabajo, la incorporación de los jóvenes al Servicio del Trabajo, el Ejército, han barrido de las calles y de los locales frívolos un buen número de señoritos juerguistas, proporcionándoseles la ocasión de conocer las reglas de conducta de una colectividad ordenada, y, entre otros, el respeto a la mujer.


Con relación al nuevo sentimiento de la moral y buenas costumbres que se está inculcando a la juventud femenina, es interesante notar las frases que el Jefe de la Juventud ha dirigido a la Asociación de jóvenes alemanas: “Vosotras las muchachas de nuestro pueblo, tenéis que trabajar y educaros como aquellas que en su tiempo quieren ser también las madres de nuestro pueblo, las esposas de nuestros hombres. Los hombres que han de formar el porvenir del pueblo alemán, necesitan mujeres de vuestra condición. Mujeres que estén dispuestas con profunda convicción y valentía, a compartir con sus maridos todos los sacrificios y todos los rigores de la vida. Esta es una elevada aspiración para cada una de vosotras, por lo cual bien merece la pena hacerse fuerte, dispuesta y capaz, aunque ello dure muchos años, y conservarse y permanecer pura, para poder cumplir de veras esta misión.”
Por lo general, la joven alemana se siente satisfecha si puede trabajar hasta su casamiento en una oficina, comercio o fábrica, para de esta manera aliviar la carga de su manutención a su familia. Generalmente contribuye con una parte de su sueldo a los gastos de la casa, y además costea ella misma los pequeños desembolsos destinados a sus necesidades personales y a su recreo. La muchacha alemana siente una gran inclinación hacia la asistencia a los enfermos, cuya función requiere en Alemania la inscripción a distintos cursos de estudio y una instrucción práctica, durante un tiempo relativamente largo. Cuando la joven alemana contrae matrimonio, abandona alegremente su oficio, aunque ofrezca los mejores auspicios económicos imaginables, para dedicarse por entero a su hogar y a su familia. La mayoría de los casamientos celebrados con ayuda del préstamo matrimonial que, como ya se ha dicho, solo sé concede en el caso de que la mujer renuncie a toda actividad profesional, puede servir de demostración de lo que acabamos de decir.
El nacionalsocialismo ha determinado exactamente la función de la mujer y sus deberes hacia la colectividad. Según Hitler, existen dos mundos en la vida de un pueblo: El mundo de la mujer y el del hombre. La naturaleza ha hecho la repartición justa colocando al hombre al frente de la familia, e imponiéndole, además, como una obligación más, la protección del pueblo, de la totalidad. El mundo de la mujer feliz reside en la familia, en la convivencia con el marido y los hijos, y en el hogar. Desde allí puede levantar luego la vista hacia la totalidad de su pueblo. Ambos mundos constituyen juntos una sola unidad, dentro de la cual vive y se mantiene un pueblo.
Aparte de esta misión natural de la mujer el nacionalsocialismo no interviene en ningún modo para inducirla a invadir la esfera de actividad del hombre. A pesar de ello, el nacionalsocialismo protesta contra la imputación muy común en el extranjero, de que, no se quieren conceder libertad ni igualdad de derechos a la mujer. En uno de sus últimos discursos dijo el Führer: “Mientras dispongamos de varones fuertes y sanos (y de ello cuidaremos nosotros los nacionalsocialistas), no se formara en Alemania ninguna compañía femenina de combate ni ningún batallón femenino de tiradoras. Esto no sería igualdad de derechos, sino inferioridad de derechos de la mujer.”
Un campo de acción inconmensurablemente amplio se ofrece a la mujer en la nueva Alemania; desde luego, no se trata en modo alguno de hacerle renunciar al ejercicio de una profesión. Sólo se pretende proporcionarle en amplia escala la posibilidad de contribuir a la fundación de una familia y —de tener hijos— ya que así beneficia al pueblo de la mejor manera. Si actualmente un jurisconsulto femenino demuestra su gran capacidad en el foro, y a su lado hay una madre que ha criado por sí misma cinco, seis o siete hijos, la labor y sacrificio de esta madre, conforme con los conceptos nacionalsocialistas sobre el valor eterno de un pueblo, vale mucho más que la realizada por la primera mujer. El Estado, según la opinión de Hitler, tiene el deber de hacer lo posible o, por lo menos, de facilitar a todo hombre a y toda mujer el casarse según los dictados del corazón. El gobierno se esfuerza en la solución de este problema por medio de la legislación, con el propósito de crear una raza sobre todo fuerte y sana.
La designación de hombres y mujeres a las funciones peculiares de su sexo, no implica ningún menosprecio para la mujer. No hace más que establecer las diferentes condiciones naturales, y está muy lejos de relegar a la mujer a un plano secundario. La misión de la mujer alemana en el nuevo Estado es muy superior a la de ser, tanto en la política como en la profesión, un factor de competencia para el hombre. Igualmente es falsa la suposición de que la actividad de la ama de casa sea improductiva. Esta es una frase que en la Alemania de la época anterior llegaba a oírse con bastante frecuencia; tal frase sólo podía engendrarse en el pensamiento de una época que por productividad no entendía otra cosa que la ventaja personal y de la propia familia, una ventaja que pudiera contarse o palparse, pero nunca el interés superior de la totalidad del pueblo, que a su vez también beneficia indirectamente al individuo particular.


La Asociación femenina nacionalsocialista y la Obra
femenina alemana

La Asociación femenina nacionalsocialista tuvo su origen en los días de lucha del Partido como organización de las mujeres nacionalsocialistas. Su estructura general es paralela a la del Partido: Al frente de la misma se halla la jefa Sra. Gertrud Scholtz-Klink. Las divisiones inferiores están organizadas en jefaturas regionales, de distrito y locales, en células y bloque. El número de mujeres que abarca la organización se eleva en total a once millones.
Con la fecha del 30 de enero de 1933 quedó libre el camino para la realización del programa fijado de antemano; la Obra femenina alemana surgió con el objeto de reunir las numerosas asociaciones femeninas, pequeñas y grandes, a las cuales faltaba la dirección unitaria y la base ideológica nacionalsocialista. La Obra femenina alemana representa actualmente el gran hogar común para todo el sexo femenino alemán. A ella pertenecen todas las organizaciones, asociaciones y afiliadas particulares, que toman una parte activa en la obra común del pueblo. El ama de casa y la estudiante universitaria, la maestra y la enfermera, la obrera y la artista, están agrupadas en una sola comunidad de trabajo.
Tras de los vetustos arbolados de la calle Derfflinger, en el oeste de Berlín, se encuentra el nuevo edificio de la Asociación femenina, alemana. Comprende cuatro secciones administrativas y cinco grandes secciones principales de trabajo. Las secciones administrativas tienen a su cargo la administración de las secciones directivas, la organización general de la prensa y propaganda. Algunos datos sobre las cinco secciones principales de trabajo contribuirán a dar al lector una idea de la actividad extraordinaria de esta institución.
La sección de “Cultura, Educación e Instrucción” tiene como campo de acción: la instrucción ideológica (a ella pertenecen las dos escuelas normales de trabajo en Coburgo y Berlín, así como las 32 escuelas regionales para jefas femeninas, que hasta ahora comprenden 100.000 mujeres y muchachas), biología, cultura física, educación de la juventud femenina, bellas artes y artes aplicadas, literatura, juegos populares y recreación durante las horas libres.
La sección de Asistencia maternal tiene en su jurisdicción: Educación de la madre, higiene, cuidado de los niños de pecho y educación, arreglo del interior del hogar y gestiones sociales.
La sección de “Economía nacional y casera” comprende los sectores: Economía nacional, economía casera, alimentación, instrucción para las amas de casas, indumentaria habitación y vivienda. Esta sección tiene a su cargo la dirección de todas aquellas cuestiones de política económica que atañen a la mujer en su calidad de administradora de la casa y consumidora.
La sección “Extranjero y pueblos fronterizos” tiene la misión de aconsejar e instruir a las extranjeras, y tiene a su cargo el mantener las relaciones con los sectores femeninos de los países fronterizos y de las colonias de ultramar.
En la sección de “Servicios auxiliares” están comprendidas la ayuda femenina de la Cruz Roja, la colaboración en la acción de Beneficencia nacionalsocialista, en el “Auxilio de Invierno”, en la obra “Madre y Niño”, y, en la Asociación, nacional de defensa aérea.
La calidad de afiliada de la Asociación femenina alemana proporciona a todas las mujeres la posibilidad de contribuir con su trabajo y su actividad al servicio de alguna de estas secciones, y con ello al de la colectividad.
Una mención especial merece la Obra nacional de asistencia materna. Su misión es la de facilitar a la futura madre los conocimientos ideológicos y prácticos necesarios, condición elemental para la fundación de una familia fuerte y sana. La Organización femenina ha descartado toda actividad teórico-rutinaria, adoptando en su lugar una forma práctica. La mujer recibe así aquellos conocimientos que le permitirán la aplicación adecuada de su fuerza espiritual, y con esto vendrá a constituir para la nación una generación de madres conscientes de las necesidades de su pueblo.
La educación prematernal tiene a su cargo la preparación tanto física como espiritual de madres aptas y compenetradas de la responsabilidad que les incumbe, y que puedan atender al cuidado y educación de sus hijos, como también estén a la altura de su misión en cuanto a los quehaceres de la casa. La educación comprende tres grupos de enseñanza: Administración de la casa, con cursos de cocina y labores de costura; higiene, con cursos sobre el tratamiento de los niños e higiene general y cuidado médico casero, —y por último, cursos sobre educación, con instrucciones para trabajos manuales, decoración del interior del hogar y lecciones sobre costumbres populares.
Los cursos duran varias semanas. El número de participantes va en continuo aumento. En 1935 participaron alrededor de 186.000 mujeres, mientras que en 1937 su número subió a 1.140.000. El número de escuelas para madres se eleva a 220, a las que hay que añadir otras cuatro para las mujeres pertenecientes de territorios asolados por una calamidad pública, que no pudiendo seguir con los cursos están capacitadas, sin embargo, para propagar sus conocimientos entre sus vecinas. Además de esto, existe en el Wedding-Berlín una escuela nacional para madres, destinada a ser la oficina central y organizada especialmente para la instrucción de las maestras.
Los mismos principios rigen en el campo de la economía nacional. Las mujeres y muchachas deben aprender a emplear aquellos bienes adquiridos por medio del trabajo, en forma tal que puedan justificarlo ante la situación total de su pueblo. De esta manera les será posible transformar una existencia penosa en una vida bella y alegre. Con este fin, las jóvenes son educadas previamente en el Servicio femenino del trabajo obligatorio.
Además de la Obra femenina alemana, la Asociación femenina nacionalsocialista ha creado también la Oficina femenina del Frente alemán de trabajo, a la cual corresponde la misión especial de la instrucción político-social de la mujer, que consiste en la lucha por el honor del trabajo femenino y por la protección de la madre obrera. La directora do esta Oficina es la Jefe nacional de la Asociación femenina, Sra. Scholtz-Klink. La Oficina femenina ha procedido, entre otras, cosas, a la implantación de cuatro disposiciones: el intercambio de puestos de trabajo, el relevo periódico en los trabajos pesados, el acuerdo con la Beneficencia social nacionalsocialista (NSV) en favor de las obreras en estado de gravidez, y la concesión de una licencia complementaria para estas y su substitución por muchachas estudiantes.
Por medio del intercambio de colocaciones, las mujeres cuya subsistencia esté asegurada más liviano, serán sustituidas por hombres. Ello se realiza en su mayor parte, dando trabajo al esposo o al hijo faltos del mismo. Otra forma de intercambio consiste en el traslado de las mujeres a puestos de trabajo ligero, y de los hombres al pesado. Esto ha sido llevado a cabo en grandes proporciones, y allí donde todavía el trabajo del hombre es ejecutado, en casos especiales, por la mujer, se ha procurado nivelar su salario con el del hombre.
Hasta la nueva reforma de la Ley de protección a la mujer, la Oficina femenina había establecido un acuerdo con la Beneficencia social nacionalsocialista, según el cual las mujeres podrían abandonar el trabajo cuatro o seis semanas antes del parto, recibiendo además de su salario, un subsidio complementario. El relevo de las obreras por las estudiantes tiene su origen en el deseo de procurar a la mujer casada, que además es madre, un tiempo de descanso más prolongado, con goce de salario completo, además del permiso que le corresponde por derecho. Hasta ahora, 2.600 muchachas estudiantes y otras afiliadas a la Asociación femenina nacionalsocialista han prestado servicio en las fábricas, proporcionando con ello a las mujeres obreras alrededor de 43.000 días de descanso suplementario, con pago íntegro del salario.
La Sra. Scholtz-KIink es al mismo tiempo Jefe nacional de la Liga nacional femenina de la Cruz Roja alemana. De este modo, también esta institución internacional recibe un impulso extraordinario. En virtud de un convenio especial, la Cruz Roja alemana ha tomado a su cuidado la instrucción de las afiliadas de la Asociación femenina nacionalsocialista para su formación como personal auxiliar femenino. De esta suerte, el servicio de colaboración podrá absorber una corriente de mujeres, dispuestas al cumplimiento de sus obligaciones políticas y provistas de un espíritu de responsabilidad hacia la colectividad del pueblo, con mayor razón, porque la mujer alemana, como hemos mencionado ya, posee una inclinación natural hacia la asistencia de los enfermos. Las enfermeras de la Cruz Roja trabajan en colaboración con los elementos femeninos de la comunidad nacionalsocialista de Beneficencia social, en asistir a los enfermos y en los kindergarten, y prestan sus servicios en ocasión de manifestaciones populares, reuniones políticas en el aeródromo de Tempelhof en Berlín, en los Congresos del Partido en Nuremberg, en las reuniones del Bückeberg, etc. Actualmente la Cruz Roja alemana tiene a su servicio 91.411 enfermeras y 9.298 auxiliares.
Si bien todavía no se han alcanzado todos los objetivos y aún queda mucho por hacer, los trabajos realizados durante estos seis años demuestran claramente, que la obra acabará por ser terminada, y desaparecerán muchos de los obstáculos actuales. La señora de Scholtz-KIink me decía en una ocasión: “Nosotras proseguimos impertérritas nuestro camino, camino que nos conduce —a nosotras mismas; nuestra propia estimación nos impone continuar consecuentemente por este camino. Si el destino nos interpone, como suele suceder a todo pueblo, obstáculos en el camino, no debemos tropezar con ellos, sino que construiremos peldaños para escalar más arriba aún. Esta actitud nuestra deberá ser apreciada también por todos aquellos hombres que aman a su pueblo de la misma manera como nosotras amamos al nuestro”.

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